La industria farmacéutica en España refuerza su autorregulación

Farmaindustria ha realizado recientemente el primer examen para la obtención de la Certificación del Conocimiento del Código de Buenas Prácticas de la Industria Farmacéutica, una iniciativa pionera en Europa que busca acreditar el conocimiento individual del Código para trabajadores del sector y sus grupos de interés. Esta práctica, que evidencia el compromiso de la industria con su sistema de autorregulación, ha sido analizada en un webinar en el Foro de Buenas Prácticas de la Fundación Haz.

La Fundación Haz y Revista Haz han dado el pistoletazo de salida a su Foro de Buenas Prácticas, una nueva sección que se ha inaugurado con el webinar Certificación del Conocimiento del Código de la Industria Farmacéutica. En él han participado José Zamarriego, director de la Unidad de Supervisión Deontológica de Farmaindustria, y Elena Herrero-Beaumont, directora de Ethosfera, junto con Javier Martín Cavanna, director de la Fundación Haz y editor de Revista Haz, como moderador.

En el encuentro se ha puesto sobre la mesa el caso de la Certificación del Conocimiento del Código de Buenas Prácticas de la Industria Farmacéutica, una iniciativa pionera en Europa, puesta en marcha por Farmaindustria, que busca reconocer a los profesionales del sector que conocen bien los contenidos de este Código.

El primer examen ha tenido lugar de forma simultánea en Madrid y Barcelona en octubre, con una inscripción superior a cien personas. Y ya hay fecha para la celebración de la segunda edición: 13 de abril de 2024, en las mismas ciudades de forma simultánea.

La certificación está diseñada para que puedan acceder a ella no solo profesionales de la industria farmacéutica sino, muy importante, personas que trabajan en organizaciones que tengan relación directa o indirecta con la industria farmacéutica: sociedades científicas, organizaciones de pacientes, colegios profesionales del ámbito biosanitario, organizadores de congresos y secretarías técnicas, despachos y consultores, o empresas especializadas en estudios de investigación. “Que este tipo de entidades tengan equipos que conozcan el Código puede ayudar a mitigar riesgos a la hora de trabajar conjuntamente”, indicó Zamarriego.

El Código de Buenas Prácticas de la Industria Farmacéutica tiene como fin garantizar la promoción de medicamentos de uso humano y que la interrelación de la industria farmacéutica con todos los agentes que conforman el entorno de la salud (sanitarios, pacientes, sociedades científicas, etc.) se lleve a cabo respetando estrictos principios éticos de profesionalidad y de responsabilidad.

“Todos los instrumentos que tengamos para disminuir el riesgo de incumplirlo, como este certificado, garantizarán los principios sobre los que se asienta. Sobre todo, el de la prevención y el de la transparencia. Legitimar la colaboración entre industria, profesionales sanitarios e investigadores y pacientes es esencial para el progreso terapéutico y para la calidad de la prestación sanitaria”, aseguró el portavoz de la Unidad de Supervisión Deontológica.


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Algo que intenta ser una solución a uno de los problemas sociales comentados por Herrero-Beaumont: “Las democracias occidentales llevamos una década padeciendo un deterioro en la confianza institucional. Un descrédito hacia las instituciones públicas, pero también hacia otros sectores como los medios de información”.

En su opinión, gran parte de la sociedad se siente defraudada por el sistema actual, en parte porque se está quedando atrás. “Nos estamos enfrentando a grandes retos, como el de la desigualdad social y económica o el del cambio climático. Retos que se ven de alguna forma acusados por el rápido desarrollo que estamos experimentando de tecnologías como la inteligencia artificial”.

La directora de Ethosfera comentó que este contexto ha propiciado que las empresas estén buscando fórmulas para plantear soluciones y que estos retos no se agudicen.

Nacimiento del Código

Farmaindustria puso en marcha su primer Código de Buenas Prácticas en 1991, comenzando con el que diseñó la Federación Europea de las Asociaciones e Industria Farmacéutica (Efpia), que se ha ido actualizando a lo largo de los años. Con el tiempo, España se convirtió en el primer país con un modelo de autorregulación que publica el 100% de las transferencias de valor que hace a profesionales sanitarios, organizaciones sanitarias y organizaciones de pacientes en ámbitos tan importantes como los datos en formación (derivados de la participación en reuniones científicas y profesionales por ejemplo congresos) y en prestación de servicios. Toda esta información se publica de forma individualizada, con nombres y apellidos en las páginas web de las compañías farmacéuticas que pertenecen a Farmaindustria o están adheridas al sistema de autorregulación.

“Todos los instrumentos que tengamos para disminuir el riesgo de incumplir el Código, como este certificado, garantizarán los principios sobre los que se asienta. Sobre todo, el de la prevención y el de la transparencia”, José Zamarriego.

“El código moderno nació en 2002 con dos órganos de control independientes que evitan que fuese un mero documento declarativo, verificando que las organizaciones adheridas cumplían con lo que se habían comprometido. Y, de esta manera, generar credibilidad y confianza”, comentó el también presidente de la Asociación Española de Compliance.

Dos años después de dar forma a la Comisión Deontológica y al Jurado de Autocontrol, se vio que era necesario crear un tercer órgano: la Unidad de Supervisión Deontológica, un mecanismo dinamizador con capacidad de iniciar actuaciones para prevenir incumplimientos del Código, con capacidad de solicitar información y en último término, poner denuncias contra los propios asociados. Un punto crítico que afecta a la reputación de las compañías.

Desde su punto de vista, tener órganos de control es el elemento clave para que el sistema de autorregulación de Farmaindustria funcione correctamente. “Sumado al compromiso adquirido por todos los que trabajan en este entorno. Sin él, el sistema estaría muerto”.

Actualización constante

En todo este tiempo, el Código se ha ido actualizando. “Hasta diez veces, consiguiendo un funcionamiento adecuado y evitando que te regulen. Que no tiene nada de malo, pero si tú conoces mejor el mercado y buscas la sostenibilidad, lo que consigues es que la propia industria crezca ordenada y competitivamente. Es decir, el sistema de autorregulación ayuda a generar una competencia sana y también a anticiparse al detectar riesgos, con el fin de buscar soluciones que sean iguales para todos”, añadió el portavoz de Farmaindustria.

En estos momentos, más del 90% de las empresas del sector están adheridas y cumplen de forma estricta con el Código. Gracias a este filtro, se obligan a publicar las donaciones realizadas a organizaciones sanitarias, las aportaciones para actividades formativas y reuniones científico-profesionales, las retribuciones por servicios profesionales, con nombres y apellidos, y las transferencias de valor e en materia de I+D.

En su opinión, esta situación es única y a la vez socialmente beneficiosa, ya que muestra de forma clara cuáles son las relaciones entre la industria con aquellos que están habilitados para prescribir o dispensar los medicamentos. Es una vía para gestionar los conflictos de intereses y demostrar que la intencionalidad no es dar incentivos indebidos para condicionar una prescripción interesada, y para legitimar una actividad que, desde su punto de vista, es necesaria, tanto para mejorar la formación y actualización de los profesionales sanitarios como para impulsar la I+D y que todo ello redunde en una atención al paciente más eficaz y eficiente.

Ejemplos en otros sectores

Como se comentó en el encuentro, no hay ningún otro sector que se autorregule con tanto rigor y transparencia, y la clave para que funcione pasa por el compromiso interno de cada empresa. “Hemos tenido otros ejemplos en nuestro país, que lo han intentado pero que no lo han conseguido al mismo nivel, porque no existía un verdadero compromiso, solo se había planteado para capear una mala situación. Y un sistema así no puede ser un elemento cosmético, tiene que estar dentro de los procedimientos de gestión de cada organización”, advirtió Zamarriego.

“El sistema de autorregulación ayuda a generar una competencia sana y también a anticiparse al detectar riesgos, con el fin de buscar soluciones que sean iguales para todos”, José Zamarriego.

Esta fue la base de creación de la certificación: dejar patente ese compromiso y ese conocimiento que existe en el sector y que, según el responsable de la Unidad Deontológica, merece ser reconocido. “Demuestra que el Código no es una medida cortoplacista, sino que tiene una visión a medio y largo plazo, con mecanismos de verificación cada vez más amplios y avanzados para demostrar que se cumple”.

Un rasgo que diferencia este Código del de otras muchas organizaciones, como son las empresas del IBEX 35. “Todas lo tienen aprobado, pero mi impresión es que la labor termina ahí. Se suele informar a los empleados sobre su contenido, pero no se les forma en temas de ética”, reflexionó Martín Cavanna.

La directora de Ethosfera hizo referencia también a la necesidad de instaurar una nueva gobernanza donde el proceso de toma de decisiones no recae solo en los accionistas, sino que se toma en consideración a otros grupos de interés. “Esa nueva corriente destaca la importancia de la ética en la cultura organizacional, para que las promesas de cumplimiento se materialicen”.

Metodologías y formación

Desde Ethosfera cuentan con una metodología útil para instaurar esa nueva gobernanza de forma real en una organización e impulsar el pensamiento crítico de todos los miembros que le dan forma, empezando por los miembros del consejo de administración, continuando por el comité de dirección y finalizando con el resto de los departamentos y empleados.

Se divide en varias fases. La primera es plantear cuál es el contexto al que se enfrenta cada organización, llevando a cabo análisis de los hechos con buenos sistemas de información. “Si no son buenos, que permitan conocer la realidad que acecha a la empresa, es muy difícil tomar buenas decisiones éticas”, razonó Herrero-Beaumont.

"Esta corriente -tomar en consideración a otros grupos de interés en la toma de decisiones- destaca la importancia de la ética en la cultura de la organización, para que las promesas de cumplimiento se materialicen", Elena Herrero-Beaumont.

La siguiente fase pasa por incorporar la variable de la moral, que es más subjetiva que la ética y que tiene que ver más con nuestras costumbres sociales, culturales y familiares. “El sujeto decisor tiene que trascender en su subjetivismo y tratar de incorporar elementos más objetivos en su toma de decisiones”, aseguró la ponente.

Desde su punto de vista, uno de los grandes problemas a la hora de crear cultura organizacional es la división de departamentos, que obedece a distintas lógicas. “Nuestra apuesta es crear espacios transversales donde representantes de diferentes departamentos puedan deliberar en grupo, y tomar decisiones a través de un sistema de razonamiento moral y ético que les guíe de una manera crítica. Que, por otra parte, no tiene que ir orientado a conseguir unos réditos financieros o reputacionales”.

Se trata de un planteamiento en el que es esencial tener en cuenta la prevención, según José Zamarriego. “Las compañías tienden a reconocer a aquellos trabajadores que solucionan problemas, pero no prestan atención a aquellos que los han evitado. Es mucho más importante incentivar el conocimiento de los códigos éticos para prevenir esos problemas, y por eso creamos el mecanismo de la certificación”.

Un razonamiento que Elena Herrero-Beaumont enriqueció: “Con ese examen que habéis realizado viene bien realizar una labor crítica para saber si todos los que conocen a fondo el Código de buenas prácticas lo han incorporado, interiorizado, y que no cumplan con él a regañadientes, sino con una sensación de bienestar”.

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