El reto de la cultura de cumplimiento: la educación

El reto de la cultura de cumplimiento: la educación

Herramientas, políticas, procesos... son muy necesarios para crear una buena cultura de cumplimiento, pero el reto es, fundamentalmente, educativo.

El área de cumplimiento ha tenido un extraordinario desarrollo en nuestro país en los últimos años. El balance del primer informe sobre Transparencia y buen gobierno de las prácticas de cumplimiento en las empresas del IBEX 35, que acabamos de publicar desde la Fundación Haz que dirijo, es una buena prueba de ello.

Hace apenas un lustro no existía un área específica sobre ética, cumplimiento o integridad en las webs corporativas de las compañías del IBEX 35. Hoy son muchas las que destinan un espacio específico en su web a esta área y una gran mayoría las que incluyen en sus informes de sostenibilidad, responsabilidad corporativa o el estado de información no financiera una sección propia para comunicar sus compromisos con este asunto.

El hecho de que este primer informe califique a tres empresas en la categoría de transparentes es también un indicativo del grado de desarrollo que esta área ha tenido en las grandes compañías.

Tampoco puede sorprender que en los primeros lugares del ranking se encuentres algunas compañías que en los últimos años se han visto salpicadas por malas prácticas. Resulta natural que quieran liderar y hacer visibles sus esfuerzos por corregirlas.

Es mucho, como comentamos, lo que se ha avanzado en poco tiempo. Y, sin embargo, es largo, todavía, el camino que queda por transitar. Generar una cultura de cumplimiento en la empresa no es una cuestión exclusivamente de herramientas, políticas y procesos, aunque todas estas medidas son muy útiles y necesarias.

Desarrollar una cultura de cumplimiento en la organización es un reto fundamentalmente educativo. La formación constituye la clave de todo el edificio. Y en este caso se trata de una formación muy particular, pues su objetivo no está enfocado a desarrollar capacidades técnicas o habilidades sociales sino a formar a sus empleados para que puedan adoptar decisiones éticas y responsables ante los dilemas y conflictos que puedan surgir.

Las compañías deben creerse de verdad, y no solo como un eslogan que resulta atractivo comunicar, que su “primera línea de defensa” son siempre sus empleados. Las personas que tienen un contacto directo con los clientes, proveedores y otros grupos de interés.

Por esa razón, la información de la empresa sobre la formación impartida y las acciones de concienciación a sus empleados en el área de cumplimiento será siempre crítica. Y, en este aspecto, las empresas tienen un amplio margen de mejora como se desprende de este informe, que esperamos sirva de reflexión y estímulo para seguir avanzando.

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