Voluntariado de mayores: Acciones que alimentan vidas

Voluntariado de mayores: Acciones que alimentan vidas

Unas de las organizaciones no lucrativas que más atraen a los mayores de 65 años son los bancos de alimentos. Tal y como explican desde la Federación Española de Bancos de Alimentos (Fesbal), la gran parte de sus voluntarios son profesionales, en su mayoría prejubilados o jubilados, que desempeñan tareas de lo más diversas, desde trabajo de almacén, aprovisionamiento y transporte, a cuestiones de dirección, contabilidad, apoyo jurídico o relaciones públicas.
11 septiembre 2014

Los voluntarios son parte fundamental de estas organizaciones que nacen de la propia sociedad civil con la necesidad de ayudar a los más de 25 millones de personas que en Europa pasan necesidades alimenticias.

En España, los distintos bancos de alimentos pertenecientes a Fesbal distribuyeron en el año 2013, 115.000 toneladas de provisiones no perecederas, que han beneficiado a cerca de 1,5 millones de personas, entre los que la asociación calcula se encuentran 58.000 niños necesitados de alimento.

Eduardo Berzosa es el ejemplo por excelencia de la aportación que pueden hacer los mayores a esta y tantas otras organizaciones.

Eduardo tiene 95 años «y pico», especifica. Después de toda una vida trabajando, entre otros menesteres, vendiendo productos «exóticos» como plumas estilográficas o relojes suizos y de haber inventado la venta a plazos – explica Eduardo– a fuerza de topar con aquellos que decían «no disponer de efectivo», no contemplaba quedarse en casa tras la jubilación: «Si has tenido una vida movida como la mía, es muy doloroso pasar de la actividad a no hacer nada de un día para otro».

Así llegó en 1994 a la Ribera de Curtidores, advertido por un anuncio que vio su hijo Enrique en el periódico, para comenzar a formar parte del primer equipo del Banco de Alimentos de Madrid. Aunque no sin ciertas dificultades: «Me recibieron unos señores muy educados, pero al decirles que tenía 77 años debieron pensar que era demasiado viejo y no prestaron mucho entusiasmo por mi persona. Cuando les comenté que además podía aportar una furgoneta de mi antiguo negocio de deportes y yo como conductor, la cosa cambió».

Desde entonces acude todos los días de lunes a viernes, «salvo algunas incidencias familiares o de salud», y ha ejercido de conductor, repartidor o visitador, siendo su principal tarea la de atender a los beneficiarios, que en sus propias palabras, «son la prolongación directa y más importante de nuestro trabajo».

Eduardo aporta cada día, además de las «modestas» tareas de oficina «ralentizadas por la edad» –apunta–, «entusiasmo por el trabajo, educación, trato exquisito a los colaboradores y sobre todo buen humor y alegría». La recompensa no podía ser menor.

«A mi edad faltan casi todos los amigos y antiguos colaboradores, gentes con quien charlar y recordar. Reconozco que necesito comunicarme con la gente y aunque cuento con una gran familia, son de otra generación y tienen sus respectivos problemas».

Pero este padre (ocho hijos), suegro (otros tantos yernos y nueras), abuelo (22 nietos) y bisabuelo (ocho bisnietos) es también esposo; comparte la vida con su mujer Carmen, con la que suma ya 70 años de matrimonio, y que le anima, cuando las fuerzas flaquean, a seguir acudiendo al Banco de Alimentos de Madrid para continuar la importante labor de ayuda que lleva a cabo.

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