La filantropía, mejor en familia

La filantropía, mejor en familia

11 noviembre 2013

El dinero puede destruir una familia o, aunque pueda parecer extraño, unirla. ¿Cuál es el secreto? Hay familias poseedoras de grandes fortunas que llevan más de cuatro generaciones unidas; tienen claro que su filantropía fomenta su cohesión familiar, contribuye al éxito de sus hijos y mantiene vivos sus valores, a la vez que beneficia a causas que merecen su apoyo. No tienen dudas: la filantropía, mejor en familia.

Liesel Pritzker Simmons, joven heredera de la fortuna Hyatt, cuenta que poco después de casarse se sentó con su marido frente una botella de vino y empezaron a debatir qué valores iban a caracterizar su vida de casados: «Hablamos sobre cómo queríamos dirigir nuestras vidas, en qué íbamos a invertir, a qué queríamos donar, cómo queríamos entregar nuestro tiempo».

La joven pareja veía que planificar su filantropía de forma proactiva contribuía a fortalecer su nueva relación. Las relaciones familiares no han sido siempre fáciles para Liesel. Con 22 años demandó a su padre por haber repartido parte de su herencia e incumplir sus deberes fiduciarios. Ella sabe bien las consecuencias de las relaciones «descuidadas» entre familiares y no las quiere replicar en su propia familia.

Susan Packard Orr, hija del cofundador de HP, es la presidenta del patronato de la fundación creada por su padre. Ella explica que el compromiso de su familia de usar sus recursos para abordar problemas tan enormes como el cambio climático ha unido fuertemente a sus miembros. Su empeño y el tiempo que pasan juntos reflexionado hace que compartan un importante sentido de responsabilidad y unión.

El proceso de debatir los valores de la familia y elegir los proyectos a apoyar en común es más relevante para la familia que la magnitud de las donaciones que dan. Un cliente del multi-family office Blackpoint Capital, padre de dos hijos universitarios, decidió emprender su primera iniciativa filantrópica después de la exitosa venta de su empresa familiar.

Cuando reveló su «regalo a la familia», la oportunidad de repartir 10.000 dólares entre distintos grupos de su comunidad, declaró que ese era uno de los mejores momentos del año. Cada hijo abogaba por las causas que le apasionaban, y entre padres e hijos acordaron los grupos a los que querían apoyar.

Distintas generaciones pueden llevar a cabo su filantropía juntas, teniendo cada uno algo importante que aportar. Michael Stansbury, abogado en finanzas corporativas jubilado, se acuerda que cuando su hijo de veintitantos años le contó que quería dedicar una parte de su herencia a una fundación patrimonial: era escéptico. Explica que «mi hijo me enseñó algo nuevo que me desconcertó. Pero poco a poco, a lo largo de ocho años, mi actitud sobre la filantropía cambió».

Más recientemente su hijo, le invitó a financiar proyectos de justicia social junto con él y otros donantes. Participó por dos motivos: uno conocer de primera mano temas nuevos y segundo, porque «mi hijo me invitó y me pareció que sería algo bueno para compartir».

Cada vez más las inversiones forman parte de las decisiones filantrópicas. A veces los padres aprovechan aparentes batallas entre las generaciones sobre si el mercado de valores es «bueno» o «malo» para fomentar debates que ayudan a cohesionar la familia. Desde Amperio Group, empresa puntera en crear índices socialmente responsables a medida, relata cómo el patrono de una fundación familiar aprovechó la posibilidad de crear una selección personalizada de las inversiones de la fundación para fomentar un diálogo sobre los temas más candentes para cada miembro de la familia. El proceso les resultó tan productivo que ahora este filántropo dedica parte de su tiempo a animar a otras familias a hacer lo mismo.

El poder de un proyecto conjunto aumenta aún más cuando la familia incluye múltiples generaciones y geografías. Eileen Rockefeller describe la filantropía como «el pegamento que ha mantenido mi familia unida durante siete generaciones», a pesar de estar más de un siglo expuesta al público.

Hay datos que apoyan su tesis. En 2012 Family Business Network y Family Office Exchange realizaron un estudio sobre 192 familias, una alta proporción de ellas de tercera y cuarta generación, de las que el 87% cuenta con más de 50 millones de dólares en activos para la inversión. Constataron que «llevar a cabo iniciativas filantrópicas compartidas es una estrategia ya probada con éxito por familias multigeneracionales».

Los 419 descendientes vivientes de John Andrus tienen la oportunidad de participar en varias actividades filantrópicas a partir de los 15 años. Carra Cote fue patrona de la Andrus Family Foundation, fundación liderada por la quinta generación, con patronos entre 29 y 45 años. Para ella, «trabajar con mis primos para poner en práctica los valores de la familia era una experiencia fantástica».

Mucho más joven, a los 13 años, Jude L. Tingley tuvo la oportunidad de colaborar con sus primos de 12 a 14 años para recomendar unas subvenciones de mil dólares de la fundación familiar W. Clement and Jessie V. Stone creada por su bisabuelo hace más de 50 años. En sus palabras, «escribir la recomendación era divertido pero también era serio. Era divertido poder trabajar con los demás en el comité Next Gen porque pude aprender sobre lo que les gustaban cuando hablaron sobre sus organizaciones».

Según Virginia Esposito, directora del National Center for Family Philanthropy, «la tradición familiar de donar es una herencia muy especial que se entrega a la siguiente generación.

La nueva energía y compromiso que ellos aportan aseguran que el legado se renueve y siga vital». La filántropa Pritzker coincide en esta perspectiva, «la mejor herencia es la brújula moral que tus padres te dan». Luego relata que cuando nazcan sus hijos, «lo primero que (mi marido y yo) pensamos hacer es involucrarles en nuestras donaciones, descubrir las cosas que les importan. Queremos crear una cultura de indagación, de responsabilidad, pero sin presión».

Joline Godfrey asesora a algunas de las dinastías más adineradas en los EEUU. Godfrey recomienda incluir la filantropía en la educación financiera de los niños a partir de los cinco años.

Según ella, «saber cómo ser buen ciudadano del mundo» es una de las diez capacidades básicas de una gestión financiera eficaz e invita a los niños a esmerarse en dominar otras nuevas capacidades financieras. Además les ayuda a desarrollar su confianza, su equilibro frente a un mundo hipercomercial y la sensación de formar parte de una comunidad.

Godfrey también afirma que los valores familiares son un fundamento esencial para que los jóvenes sean capaces de gestionar sus recursos financieros y vivir vidas productivas. Ella recomienda recoger y debatir los valores financieros, los explícitos y los implícitos, de los miembros de la familia. Junto a las perspectivas sobre ganar, gastar, invertir y ahorrar dinero, ella aboga por explorar los valores sobre la filantropía. No todas las perspectivas coincidirán, pero aclararlas abre el paso a una visión familiar más coherente.

La posibilidad de apoyar causas que les importan también motiva a algunos jóvenes que dicen no interesarse en temas financieros pero sí que están interesados en la gestión de su patrimonio filantrópico. Este conocimiento suele traducirse después en una gestión más cuidadosa de todo su patrimonio. Así pasó con un joven heredero de una valiosa finca que pertenece a su familia desde hace 400 años. No le interesaban los negocios hasta no asegurarse de que todos los granjeros que rodeaban la finca fueran sostenibles. De pronto se dio cuenta de que para gestionar toda su cartera de inversiones según sus valores ecologistas, «tenía que aprender el lenguaje de los asesores financieros que controlan todo».

Según profesor Joachim Schwass, de la IMD, la oportunidad para las próximas generaciones de desarrollar sus capacidades profesionales empuja a muchas familias empresariales a involucrar a sus hijos y nietos en sus actividades filantrópicas. Este papel permite a los jóvenes tener una visión importante de la sociedad (y de su familia) y resulta menos arriesgado que darles un poder amplio de decisión sobre el negocio familiar.

Cote explica el valor de su experiencia como patrona de la Andrus Family Foundation en estos términos, «aprendí de todo, desde capacidades básicas como de qué manera liderar una reunión a la importancia de la amistad. Fui tesorera, luego presidenta del patronato. Poder aprender sobre presupuestos y cómo funciona una organización desde dentro fue una educación tremenda».

Su prima, Kelly Nowlin, cuenta cómo ser patrona le enseñó a arriesgarse de forma productiva, diciendo, «tomar más riesgos me hizo madurar. Ahora estoy más relajada y ya no veo las cosas en blanco o en negro».

Declaración de intenciones

Pasaje de una propuesta de Jamison Stone, 28 años y patrono asociado de la fundación familiar W. Clement and Jessie V. Stone, al patronato de la fundación en que aboga por la inclusión en él de las generaciones más jóvenes de la familia.

Tenemos el potencial para enseñar a los miembros de la próxima generación no solo acerca de la filantropía, sino también sobre el proceso más amplio del dinero y las finanzas, las relaciones sanas de un patronato, o la gestión positiva y el liderazgo. A través de la concesión de donaciones y el mentorizaje podemos modelar cómo gastar el dinero de manera responsable, la comunicación efectiva y el desarrollo organizativo y de operaciones. Personalmente creo que esto permitirá a nuestros jóvenes aumentar sus conocimientos financieros. Les ayudará a ahorrar, gastar responsablemente, y desarrollar su autosuficiencia económica.

Para nuestra fundación, estimo que con constituir un patronato Next Gen, podemos demostrar, enseñar y practicar capacidades importantes de comunicación e interacción que nos permitirán relacionarnos con respeto mutuo y afabilidad mientras la Stone Foundation perdure.

Por Kristin Majeska y Catalina Parra
@Compromiso_Empr

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