Pobreza menstrual: cómo atajar un problema que afecta al 20% de las españolas

Sin embargo, son numerosos los hogares en los que sigue siéndolo: según los cálculos de Period Spain y del Instituto Universitario de Investigación en Atención Primaria IDIAP Jordi Gol (IdiapJGol), entre el 20% y el 22% de las mujeres que viven en España sufren lo que se llama ‘pobreza menstrual’. Es decir, no tienen un acceso adecuado a insumos para la gestión menstrual, lo que incluye no solo compresas, tampones, copas menstruales, etc., sino también ropa interior, analgésicos, agua limpia y saneamientos para la higiene diaria y educación suficiente para su correcto manejo.

Este porcentaje coincide con el de un estudio reciente realizado por Metroscopia para la marca Evax: casi dos de cada diez chicas de entre 14 y 25 años faltan a clase por no poder comprar productos de protección de este tipo. La encuesta recoge los métodos alternativos, no siempre eficaces, que se utilizan cuando no hay recursos: lo más habitual son las toallitas higiénicas y los pañuelos, aunque también se registran trozos de tela vieja o calcetines.

También destaca las respuestas de los padres encuestados: un 21% reconoce haber tenido dificultades en algún momento para costear a sus hijas productos de este tipo; un 19% ha permitido que las niñas se quedaran en casa durante los días del periodo, y un 13% las ha enviado a clase sin la protección adecuada, lo que genera malestar y vergüenza entre las chicas consultadas.

El caso de España no es aislado: según los datos de la ONU, también el 20% de las mujeres de la Unión Europea se encuentra en esta situación y una de cada cinco niñas en Estados Unidos falta o deja la escuela por este motivo. A nivel global, el Banco Mundial estima que al menos 500 millones de mujeres carecen de acceso a productos e instalaciones adecuadas para manejar su ciclo sin miedo ni molestias. Una cifra de 2022 que probablemente haya aumentado con el arranque de nuevos conflictos bélicos que dificultan aún más esta problemática.

El ejemplo catalán

Recientemente, la Generalitat de Catalunya ha puesto en marcha una iniciativa de entrega gratuita de productos menstruales sostenibles a la que se han sumado las casi 3.300 farmacias de la región. Para acceder a estos insumos reutilizables, las beneficiarias han de registrar su petición en el espacio de salud digital La Meva Salut y llevar a la farmacia el código QR que le haya sido adjudicado.

En concreto, se ha dado a elegir entre una copa menstrual, un par de bragas menstruales o dos compresas reutilizables. Además, desde las farmacias se aportará asesoramiento y orientación para que la elección sea la más adecuada, así como la utilización de cada producto. A través de esta medida se busca no sólo mejorar la situación de las mujeres que no pueden costearse materiales para gestionar su menstruación, sino también reducir la cantidad de residuos que generan aquellos que son de un solo uso.

Un objetivo que lograr

El caso catalán es anecdótico si se pone el foco sobre Escocia, que desde 2022 provee a todo aquel que lo necesite de compresas, tampones y copas menstruales de forma gratuita. Una medida que busca reducir esa pobreza más acusada entre las mujeres y trabajar por su dignidad. Y que amplía el número de beneficiarias, después de que en 2018 ya se ofreciesen en colegios, institutos y universidades de esta región.

Esto último también se implementó en Nueva Zelanda en 2021 para reducir el absentismo escolar y mejorar el bienestar de las niñas. Y también en Francia, donde ya se ha anunciado que se reembolsará el coste de los insumos reutilizables para la menstruación a las menores de 25 años a través de la Seguridad Social. Por su parte, España cuenta con la Ley Orgánica 1/2023, que garantiza “la gratuidad de los productos de gestión menstrual en centros educativos, en las situaciones en que resulte necesario”.

En opinión de Rebeca Cordero, profesora titular en Sociología Aplicada de la Universidad Europea de Madrid, se trata de medidas muy necesarias, especialmente en edades tempranas. “La situación de vulnerabilidad en la que se encuentran las chicas que no pueden acceder a compresas o tampones no solo quebranta un derecho fundamental como es el de la educación, sino que supone un daño en su salud mental, debido a su fragilidad emocional y baja autoestima derivada de esta pobreza y el miedo a ser señaladas y ridiculizadas”.

Por otra parte, recuerda que la falta de recursos hace que se alargue la vida de los productos de higiene menstrual, lo que puede dar lugar a enfermedades infecciosas poniendo en riesgo su salud física. “Tampoco podemos ignorar que la pobreza menstrual en las aulas aumenta el nivel de riesgo de las niñas de ser víctimas de bullying. Recordemos que el acoso en la escuela se realiza contra aquellos que son percibidos como diferentes, o con dificultades de integración social, el caldo de cultivo perfecto cuando hablamos de niñas en situaciones vitales precarias”.

Recomendaciones

En su estudio Equidad y salud menstrual en España -con datos recabados entre 2020 y 2022-, el IdiapJGol recomienda, entre otros aspectos, asegurar la integración de la formación en equidad y salud menstrual, primeramente en el currículo educativo ya en primaria, desde antes de la edad de la menarquía. Una serie de estrategias que deben ir dirigidas a todo el alumnado, independientemente de su género, al profesorado y a población adulta y no escolarizada.

El documento también hace referencia a los profesionales de la salud y a la necesidad de formarles de forma específica teniendo en cuenta la equidad y aspectos sociales, como el tabú, el estigma y las diferentes situaciones de discriminación menstrual. Pero también aspectos relacionados con la salud de la mujer con la variabilidad de las experiencias menstruales.

En este sentido, se reclama una desmedicalización del ciclo menstrual y la desnormalización del dolor que se puede llegar a padecer en esos momentos. En opinión de sus autores, esto puede facilitar la detección de patologías graves como la endometriosis con mayor facilidad.

Finalmente, se aboga por mejorar el acceso y la disponibilidad de productos de este tipo, y suministrarlos a poblaciones vulnerables y en riesgo de pobreza. Siempre apoyándose en espacios clave, como los centros de atención primaria, los servicios sociales, bancos de alimentos, farmacias, etc. Todo con el fin de abordar y superar inequidades que impactarían de forma positiva sobre la brecha de género.