<p>Foto: Ana Palacios.<p>

Foto: Ana Palacios.

Ellas cuentan

Le Ciel (el cielo) y L’Amour (el amor) por fin pueden descansar tranquilas. Antes de llegar a este centro de recuperación de niñas víctimas de trata y matrimonios forzados en Kara (Togo), dirigido por los misioneros salesianos, dormían en la calle expuestas a agresiones, robos y violencia sexual. La protección integral es uno de los objetivos fundamentales de los centros de acogida. Ellas son doblemente vulnerables solo por ser niñas.

“La mutilación genital femenina es un acto de amor. Las familias creen que es lo mejor para sus hijas, mutiladas serán limpias y puras, y así no las repudiará su comunidad. No saben ni comprenden que con esa práctica atroz están vulnerando los derechos fundamentales de las niñas”.

Así me explicaba Becky Kiser, activista por los derechos de la mujer y directora de Trampled Rose una pequeña ONG en Etiopía que facilita herramientas y recursos a las niñas para completar su educación. Becky sabe que la educación es la mejor ruta para reducir el matrimonio precoz, el embarazo en menores, la fístula obstétrica, la trata de niñas y, sobre todo, la pobreza.

La escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie incide también en la importancia de la educación: “tenemos que criar a nuestras hijas de otra forma. Y también a nuestros hijos”, y pone en valor la necesidad de narrar las historias con rigor, explicando su contexto y sus causas. “Las historias se han utilizado para desposeer y calumniar, pero también pueden usarse para facultar y humanizar”.

La fotografía documental es la caligrafía de esas historias. Es un lenguaje directo y universal con capacidad de visibilizar, emocionar y llevarnos a la acción. El fotoperiodismo ilumina debajo de la alfombra del desván del mundo que las esconde a ellas, a mujeres silenciadas, vulneradas y sometidas pero que miran de frente, luchan y no se conforman. Ellas son agentes de cambio y venimos a gritarlo con imágenes reposadas, reflexivas y analíticas para romper estereotipos.


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“Decidí estudiar periodismo porque me permitía denunciar la situación de las mujeres. Me encantaba hacer reportajes sobre los derechos de la población femenina. Me inquietaba ver cómo nosotras desconocíamos nuestros derechos y, a través de la televisión, podía darles visibilidad”. Así relataba su visión la periodista afgana Khadija Amín en una entrevista con Ebbaba Hameida, tras tener que huir de su país por la llegada de los talibanes al poder y ver aniquilados todos los derechos que ellas habían conseguido en los últimos años.

Para las mujeres comunicadoras, la responsabilidad, la honestidad y el rigor, son las mejores herramientas para abordar contenidos en profundidad sobre nosotras. Son nuestro refugio, un espacio seguro para nosotras, para vosotras y para ellas.

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