España busca fundaciones comunitarias para solucionar problemas locales

España busca fundaciones comunitarias para solucionar problemas locales

En el mundo hay 1.800 organizaciones de este tipo, pero en nuestro país solo hay ocho registradas. Se trata de entidades que identifican las necesidades de su comunidad, canalizan de forma eficiente donaciones y voluntariados y atraen recursos para el entorno social que vive a su alrededor, algo que es más que necesario actualmente en multitud de regiones españolas.

España es uno de los países en los que la figura de la fundación comunitaria es prácticamente una desconocida: de las 1.800 que hay repartidas por el mundo, solo ocho están en nuestro país, según datos de la Asociación Española de Fundaciones (AEF).

Estamos hablando de una organización sin ánimo de lucro que tiene como fin fortalecer y articular la comunidad en la que operan (normalmente a pequeña escala geográfica: su localidad, su comarca, su barrio, etc.).

Aunque desde el punto de vista administrativo son similares a la fundación de una entidad financiera o una gran empresa, su funcionamiento es muy diferente y, en general, bastante más humilde.

También marcan la diferencia con el sector asociativo por su carácter diverso: no se centran solo en soluciones para un tema concreto, sino que abren su radio de actuación a multitud de necesidades dispares que haya en su comunidad.

De hecho, suelen actuar concediendo los recursos obtenidos a otras entidades sin ánimo de lucro para abordar las problemáticas de una manera directa, eficaz y especializada. Estos pueden ser financieros, que vienen de un amplio espectro de donantes: empresas de la zona, ayuntamientos, personas individuales, etc. Aunque también canalizan las peticiones de voluntariado e, incluso, la transmisión de conocimiento.

Es más, suelen buscar fórmulas para poder aportar dotaciones y fondos permanentes, estables y conocidos públicamente, con transparencia absoluta, que permitan un flujo constante de recursos aportados por la comunidad y que reviertan hacia la comunidad. De esta manera, promueven la filantropía entre las personas por las que trabajan y fomentan la cohesión de esa sociedad.

Finalmente, a nivel institucional ha de estar regida por un patronato independiente de poderes políticos o económicos, y que refleje la diversidad de la comunidad.

También promover activamente la equidad y la construcción de capacidades sociales y de capital social y desarrollar políticas y prácticas abiertas y transparentes en relación con todos los aspectos de su actividad, rindiendo cuentas públicamente con regularidad.

Ocho ejemplos y medio

Las ocho fundaciones comunitarias que operan en España están repartidas por diversas regiones, trabajando por comunidades más o menos amplias. Son las siguientes:

  • Tot Raval Fundació Privada: Formada por una cincuentena de entidades sociales, centros educativos, instituciones culturales, asociaciones comerciales y personas vinculadas al barrio barcelonés de el Raval, lleva 15 años trabajando en red para mejorar la cohesión social, la convivencia y la calidad de vida del barrio.
  • Fundació Novessendes de la Comunitat Valenciana: Localizada en Betxí (Castellón), comenzó a dar sus pasos en 2001 como fundación de la empresa Cartonajes de la Plana. Pero en 2010 se le cedió el control a la ciudadanía, abriendo el patronato a la participación de personas procedentes del ámbito asociativo, educativo, empresarial y de la administración local.
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Foto: Fundació Novessendes de la Comunitat Valenciana.

  • Fundación Maimona: Esta organización lleva desde el año 2000 dedicada a potenciar el desarrollo sostenible de Los Santos de Maimona (Badajoz) a través de la innovación, el uso de las nuevas tecnologías, la formación, la orientación empresarial y el apoyo a los emprendedores.
  • Fundació Cívica Oreneta del Vallès: Nacida en 2006 en Badía del Vallés (Barcelona), lleva desde entonces trabajando contra el fracaso escolar, facilitando la integración y la inclusión social y fomentando la educación en valores cívicos que garanticen la convivencia, entre otros aspectos. Para ello se ha apoyado mucho en el voluntariado y ha trabajado con multitud de organizaciones: fundaciones, empresas, centros educativos, administraciones públicas e, incluso, con entidades internacionales.
  • Fundació Privada Ciutat de Valls: Sus orígenes se remontan a 1949, con la constitución de la Fundación Francisco Blasi en Barcelona. Pero será a partir de 1984 cuando empiece a tomar forma como fundación comunitaria, trabajando ya desde Valls (Tarragona), capital de la región del Alto Campo, donde opera esta entidad. Entre sus objetivos está la protección del medio natural de la zona, el cuidado del patrimonio histórico y cultural y promoviendo su progreso económico y social.
  • Fundación Horta Sud de la Comunidad Valenciana: Surge en 1972 con el nombre de Instituto Pro-Desarrollo auspiciada por la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Torrent (Valencia), con el objetivo de promover el desarrollo comunitario de la región de Horta Sud. A partir del año 2007 cambia su nombre por el actual y empieza a dar un giro a su organización interna y externa para convertirse en una fundación comunitaria independiente.
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Foto: Fundación Horta Sud de la Comunidad Valenciana.

  • Fundación Ciudad Rodrigo: Está compuesta por diferentes instituciones públicas y privadas, organizaciones eclesiásticas y personas físicas de la localidad salmantina de Ciudad Rodrigo. Entre sus objetivos está la promoción y el buen mantenimiento del patrimonio histórico, artístico y cultural de la localidad, y también su desarrollo cultural, social, educativo y económico, potenciando en este sentido las relaciones con los municipios portugueses limítrofes y dando apoyo a las zonas más desfavorecidas.
  • Fundación Ciudad de Sigüenza: Con casi 25 años de historia, esta entidad trabaja para mejorar el patrimonio histórico y cultural de Sigüenza (Guadalajara) y para impulsar su desarrollo económico y social en un entorno rural. En este sentido, lleva colaborando durante todos sus años de historia con diversas organizaciones, como la Universidad de Alcalá de Henares, el Ayuntamiento de la localidad y otros organismos oficiales, empresas privadas, además de donantes y voluntarios de la zona.

Además de estas ocho, reconocidas ya como fundaciones cívicas o comunitarias, hay unas cuantas organizaciones aspirantes, como la Fundación Santa María la Real, de Aguilar de Campoo (Palencia). Esta trabaja junto a la Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y León principalmente en el mantenimiento del arte y la historia de la región, aunque ha empezado a potenciar también otras áreas necesarias para el desarrollo de su zona de influencia, como el desarrollo económico y social y el cuidado del paisaje y el medio ambiente.

Programa de apoyo

Con el fin de fomentar este tipo de fundaciones de desarrollo local en España, la AEF tiene en marcha un programa de apoyo en colaboración con la Fundación Charles Stewart Mott y con el apoyo de la Fundación Daniel y Nina Carasso.

En él pueden participar personas físicas, asociaciones, fundaciones, empresas y/o entidades empresariales privadas o de la economía social y, excepcionalmente, entidades públicas.

La fecha de presentación de proyectos finaliza el 13 de octubre, de los que se seleccionarán entre 10 y 15 para el programa. Todos ellos deben cumplir con esa estructura independiente, transparente y de apoyo a su comunidad, y se dará prioridad a aquellas candidaturas cuyo ámbito territorial tenga un mínimo de población de 50.000 habitantes.

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Foto: AEF.

El objetivo es que al finalizar el programa en marzo de 2022 se llegue a formalizar la creación de, al menos, cuatro nuevas fundaciones comunitarias.

La AEF las acompañará en este proceso a nivel burocrático y jurídico, asesorándolas en el diseño de planes estratégicos, de los procesos de recaudación de fondos y aportando formación y conocimiento.

Además, proporcionará la cofinanciación de los gastos de funcionamiento del primer año una vez constituida o refundada la fundación: como máximo, la mitad de lo recaudado por el grupo fundador el primer año sin exceder los 15.000 euros.

“Estamos en un momento de crisis múltiple: una crisis sanitaria conectada con la crisis medioambiental que han traído consigo una económica y otra social. Todas ellas nos hacen ver que desigualdades que ya existían se están exacerbando y que están apareciendo otras nuevas, como la brecha digital”, introduce Rosa Gallego, directora de Fundaciones Comunitarias y Relaciones Internacionales de la AEF.

Desde su punto de vista, el desarrollo de fundaciones comunitarias es una solución a estos problemas, ya que procuran el bienestar y el desarrollo de las comunidades teniendo muy en cuenta sus necesidades. Y esto, a su vez, repercute en las otras comunidades que la rodean, principalmente por un efecto contagio positivo.

De esta manera se podrán afrontar muchos de los retos de futuro que ya están empezando a notarse, como la reducción de ingresos que sufrirán las organizaciones sociales y el incremento de las necesidades de la sociedad. Canalizando la solidaridad de las personas de forma eficiente y transparente hacia las principales necesidades de la sociedad.

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