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Personas vulnerables y voluntarios se emplazan los domingos en el 412 de City Road, en la ciudad de Melbourne, Australia, en este supermercado social. Foto: Empower Australia.
El supermercado social Empower Australia, contra el hambre y el estigma
Es domingo a las nueve de la mañana y, como cada semana desde 2020, ya hay personas esperando frente al edificio de ladrillos con estética industrial en el 412 de City Road, en la ciudad de Melbourne, Australia. Media hora antes de la apertura, dos filas ya están formadas: en una esperan personas mayores y familias con niños; en la otra, adultos jóvenes con carros de compras o bolsas reutilizables en la mano. Voluntarios con chalecos naranjas y amarillos también comienzan a prepararse para organizar el ingreso a Empower Australia, un centro de asistencia alimentaria que funciona como un supermercado, pero con una diferencia fundamental: nadie paga y nadie tiene que justificar su necesidad.
En un país considerado parte del Norte Global, donde los estantes del supermercado rara vez están vacíos, el aumento del costo de vida empujó a miles de personas a situaciones de inseguridad alimentaria. Según el Foodbank Hunger Report 2024, 3,4 millones de hogares en Australia experimentaron inseguridad alimentaria durante el último año. Esto significa que les resultó difícil conseguir alimentos nutritivos y acordes a su cultura, o que vivieron con la preocupación de no saber cuándo podrían volver a comer. De esos hogares, más de la mitad (59%) enfrentaron la forma más grave de inseguridad alimentaria, saltándose comidas con regularidad o pasando días enteros sin comer.
Al mismo tiempo, en Australia se produce suficiente comida como para alimentar tres veces a toda la población. Más de 7,6 millones de toneladas de alimentos se desperdician cada año en el país. De toda esa comida, el 70% está en buenas condiciones en el momento de ser tirada.
De acuerdo con la organización australiana de asistencia alimentaria Foodbank, uno de los grandes desafíos para recolectar y distribuir alimentos en un territorio tan extenso como Australia son los costos de transporte y logística. Otro obstáculo importante es la falta de incentivos fiscales para que productores y fabricantes donen los alimentos que les sobran en lugar de desecharlos.
Desde la pandemia, el costo de vida de los australianos creció. Las familias enfrentaron aumentos significativos en productos básicos como frutas, pan, lácteos y en los precios de la vivienda. La inflación alcanzó un máximo del 7,8% en diciembre de 2022, impactando aún más a los hogares de ingresos bajos y medios.
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Frente a esa realidad, Empower Australia propone una respuesta concreta y humana: ofrecer alimentos en un entorno cuidado, sin trámites ni estigmas, para quienes están atravesando un momento difícil. “Queríamos crear un ambiente que no prejuzgue a las personas por malas decisiones o cambios inesperados en sus circunstancias, como cuando el costo de vida sube tan rápido que nadie esperaba estar en esa situación, o cuando alguien sufre una ruptura familiar. Queremos que las personas mantengan su dignidad en medio de su crisis”, dice Neil Smith, CEO de Empower Australia.
¿Cómo funciona el modelo? Empower Australia recupera alimentos que de otro modo serían desperdiciados, colaborando con supermercados, productores y empresas, para luego distribuirlos en un formato que se asemeja a un supermercado tradicional. Esto permite que las personas puedan planificar sus menús y encontrar siempre entre ocho y diez productos básicos: pasta, leche, frutas y verduras, pan y enlatados. Smith señala: “No queremos que la gente venga cada semana y reciba alimentos distintos, sino que puedan planificar sus comidas, y eso es parte del diseño de nuestro espacio”.
El edificio de ladrillos con estética industrial en el 412 de City Road, en la ciudad de Melbourne, Australia, acoge el supermercado social Empower Australia. Foto: Empower Australia.
Los beneficiarios son atendidos por voluntarios en una sala de espera donde pueden conversar, tomar un dulce y hacer comunidad. Foto: Empower Australia.
Empower Australia se inspira en los supermercados de alta gama como Whole Foods en EE. UU. Foto: Empower Australia.
Los asistentes pueden retirar entre ocho y diez productos básicos: pasta, leche, frutas y verduras, pan y enlatados. Foto: Empower Australia.
Los viernes es el día operativo, en el que se reúnen los voluntarios para organizar todo para el domingo. Llega la comida donada y se la distribuye en los distintos centros (cinco en total). Los voluntarios ayudan a descargar camiones y a reponer los estantes.
Los domingos se abre al público: Tras hacer la fila, las personas ingresan al centro y son recibidas por voluntarios que los registran. “No preguntamos por el pasado de nadie. Sabemos que puede haber abusos, pero preferimos asumir ese riesgo si eso significa que alguien que realmente lo necesita pueda venir sin sentirse juzgado”, comenta Smith. En Empower, la cantidad de alimentos que una persona puede llevar depende del tamaño de su hogar, que se pregunta al registrarse. Con esa información, se asignan las porciones y límites de productos para garantizar que cada familia reciba lo que necesita.
Una vez dentro, los beneficiarios ingresan a una amplia sala de espera, donde se disponen sillas para decenas de personas. Allí, mientras esperan, pueden tomar una bebida caliente y comer unas donas, un dulce local similar al donut, conversar o simplemente guardar el turno. Voluntarios circulan por el espacio, charlando con los presentes, ofreciendo acompañamiento y creando una atmósfera de cercanía y respeto. El espacio transmite sensación de comunidad más que de asistencia.
Por último, en grupos pequeños, entran al área donde están los alimentos y eligen lo que quieren llevar. Distribuidas en tres salas, tienen estanterías perfectamente iluminadas y organizadas por productos además de refrigeradores. La paleta de colores oscuros y madera clara da al entorno un aire de sofisticación. La experiencia de compra está acompañada por un personal shopper, que son voluntarios que ayudan a elegir entre ocho y diez productos según las necesidades.
Desde la estética hasta la calidad de los productos hace que la experiencia del usuario sea muy confortable, inspirada en los supermercados de alta gama como Whole Foods en EE. UU.
Una innovación importante del modelo está en la forma en que se entrega la ayuda: “Nos inspiramos en supermercados de alta gama como Whole Foods en EE. UU. Queremos que la experiencia sea tan positiva que la persona piense: ‘voy a superar este momento, y cuando lo haga, quiero devolver lo que recibí”. Desde la estética hasta la calidad de los productos hace que la experiencia del usuario sea muy confortable.
Otro indicador importante es la conexión humana. “Tenemos un equipo que recuerda nombres, conversa y acompaña. A veces las personas vienen a por comida, pero en realidad necesitan sentirse vistas y acompañadas. Se trata menos de alimentos y más de dignidad humana, de posicionar a las personas para que se levanten y sigan adelante”, señala Smith.
En una investigación académica del profesor de Ciencias Sociales en la Universidad de Queensland Cameron Parsell y el sociologo Andrew Clarke, se demuestra que las personas que reciben caridad sienten vergüenza, y esta vergüenza proviene, en general, de los juicios de los voluntarios y de la posición de los destinatarios como receptores pasivos de lo que se les da. Los hallazgos muestran que las acciones de los voluntarios pueden mitigar la vergüenza, y el efecto es aun mayor cuando se da una interacción dinámica entre quien brinda y quien recibe.
El modelo integral, se complementa con programas como clases de inglés o capacitaciones laborales. Sobre las clases de inglés, se ofrecen cuatro niveles y clases quincenales (trimestres de nueve lecciones) con evaluación inicial para ubicar a los participantes adecuadamente. Actualmente, hay 30 estudiantes, pero ya pasaron más de 300 por el programa. Al mismo tiempo, se prestan prendas para entrevistas laborales, se ofrecen talleres para mejorar el currículum o practicar entrevistas.
Smith explica que a los centros de distribución se acercan principalmente dos tipos de beneficiarios: por un lado, ciudadanos australianos y residentes permanentes; por el otro, personas que llegan al país por períodos cortos o medianos, como los estudiantes internacionales. “En los últimos cinco años, con el aumento del costo de vida, muchas personas han tenido un verdadero desafío para poder pagar su alimentación”, señala. Algunos enfrentan problemas tradicionales como la adicción (según la Encuesta Nacional sobre Estrategia de Drogas en los Hogares 2022-2023, el 17,9% de los australianos consumió una droga ilícita en los últimos 12 meses, un aumento significativo respecto al 16,4% registrado en 2019) o la falta de vivienda (122.000 australianos se encuentran sin hogar, de acuerdo con datos oficiales); otros, como los estudiantes extranjeros, quedaron especialmente expuestos durante la pandemia, sin trabajo, sin acceso a seguridad social y sin redes de apoyo.
En Australia, más del 13,4% de la población (más de 3,32 millones de personas), incluyendo 761.000 niños, vive por debajo de la línea de pobreza.
Para tener un poco más de contexto, más del 13,4% de la población (más de 3,32 millones de personas), incluyendo 761.000 niños, vive por debajo de la línea de pobreza. En Australia, la línea de pobreza se calcula como el 50% del ingreso medio de los hogares. Esto equivale a $489 AUD (unos 293 euros) por semana para un adulto y a $1027 AUD (unos 616 euros) por semana para una pareja con dos hijos.
De acuerdo con la sociologa Catherine Waite, la inseguridad alimentaria entre estudiantes internacionales en Australia es un problema oculto, invisibilizado por la vergüenza y el estigma. Se ha agravado con la crisis del costo de vida y se intensificó durante la pandemia de la covid. Aunque representan más del 21% del alumnado universitario, muchos enfrentan dificultades para acceder a alimentos adecuados debido a la presión económica, la falta de infraestructura para cocinar, el choque cultural con los alimentos locales y el acceso limitado a comida culturalmente familiar. Viven una lucha silenciosa que afecta su bienestar físico, emocional y académico.
De la Iglesia a la comunidad: la red que sostiene Empower
La organización fue fundada por la iglesia local Planetshakers Church. Una década antes de la pandemia, Planetshakers ya ayudaba con un centro comunitario de alimentos en su sede de Southbank (un suburbio ubicado al sur del distrito central de negocios de Melbourne). Esta era una iniciativa de alcance limitado y sin estructura de supermercado. “Como organización basada en la fe, creemos que la principal responsabilidad de la Iglesia es apoyar a la comunidad. Empezamos con la comida porque es una necesidad básica. Así nació Empower Food Relief Centers: para que nadie que necesite comida se quede sin ella”, expresa Smith.
En 2020, la inseguridad alimentaria aumentó dramáticamente. En solo ocho semanas, pasaron de atender 200 personas al mes a 3.500. La iglesia decidió escalar rápidamente el programa. Se abrieron cuatro establecimientos de emergencia más en centros urbanos de Victoria durante marzo de 2020 y se invirtieron más de 60.000 AUD (unos 33.500 euros) para construir espacios con estética de supermercado de alta gama.
En 2020, la inseguridad alimentaria aumentó dramáticamente. En solo ocho semanas, pasaron de atender 200 personas al mes a 3.500. La iglesia decidió escalar rápidamente el programa. Se abrieron cuatro establecimientos de emergencia.
Empower Australia funciona gracias a una red sólida de alianzas que combina apoyo comunitario, logístico y financiero. Su principal respaldo proviene de Planetshakers Church, que no solo cubre los costos operativos —como edificios, combustible y salarios de los tres empleados a tiempo completo—, sino que también moviliza a cientos de voluntarios cada semana como parte de su acompañamiento pastoral.
Además, Empower mantiene acuerdos con el banco de alimentos Foodbank Australia y las tres principales cadenas de supermercados del país, así como con productores, mercados, empresas de la industria láctea y restaurantes que donan alimentos aún aptos para el consumo. Esto permite recuperar productos que de otro modo se desperdiciarían y distribuir comida a unas 1.500 personas cada domingo.
Desde Foodbank también subrayan la importancia de brindar asistencia alimentaria con dignidad y respeto, como una forma de preservar la normalidad y reducir el estigma asociado con pedir ayuda. “La inseguridad alimentaria puede afectar a cualquiera y crear un espacio donde las personas puedan recibir apoyo sin temor a ser juzgadas es fundamental. La prioridad es que cada persona o familia reciba el apoyo que necesita de manera digna”, dice Rebecca Murphy, gerente general de Marketing y Comunicaciones.
El sector privado también juega un rol clave: muchas empresas colaboran con voluntariado corporativo para preparar el centro, descargar camiones y clasificar productos. Algunas también aportan recursos materiales, como madera y elementos de construcción para mejorar los edificios, mientras que otras ofrecen asesoramiento legal y técnico. Varios de estos vínculos derivan, además, en donaciones económicas significativas a través de sus áreas de responsabilidad social.
Por ejemplo, recientemente se reformó la sede principal en 412 City Road. La reforma tuvo un costo de más de 100.000 AUD (unos 56.000 euros) —una cifra significativamente reducida gracias al aporte de empresas que ofrecieron voluntariado corporativo y materiales de construcción. Según los responsables de Empower, levantar ese espacio en condiciones comerciales estándar habría costado más de 700.000 AUD (unos 392.000 euros).
Sobre su experiencia, un voluntario de la empresa KPMG, que prefiere reservar su nombre, cuenta: “Tuvimos el privilegio de participar en el voluntariado corporativo de Empower Australia, y desde el momento en que cruzamos la puerta sentimos su calidez y el fuerte sentido de comunidad. Han formado un equipo comprometido y generoso que garantiza que todo funcione sin problemas. Es evidente el impacto que generan: se ven voluntarios que fueron en su momento beneficiarios de sus servicios. Con más de dos millones de comidas servidas, programas de formación laboral y ahora expandiendo sus operaciones, Empower Australia está trabajando para que la comunidad sea lo mejor que puede ser”.
“Nuestros voluntarios están ahí para transmitir amor, apoyo y entusiasmo. La idea es que alguien llegue buscando comida, pero se vaya con esperanza, motivación y la idea de que puede salir adelante. Eso es lo que rompe el ciclo de dependencia”. Neil Smith, CEO de Empower Australia.
El trabajo clave de los voluntarios
Cada domingo, cerca de 100 personas, que se turnan cada tres semanas, se suman para hacer posible el funcionamiento del supermercado social: reponen estanterías, empacan alimentos, asisten a quienes llegan en busca de ayuda o sirven café. “Nuestros voluntarios están ahí para transmitir amor, apoyo y entusiasmo. La idea es que alguien llegue buscando comida, pero se vaya con esperanza, motivación y la idea de que puede salir adelante. Eso es lo que rompe el ciclo de dependencia”, explica Smith.
Natalia Bejarano, una ingeniera de 37 años, es un ejemplo para la organización. Llegó a Melbourne desde Bogotá, Colombia, en 2016, junto a su esposo. En los primeros días, un amigo los llevó al centro de Empower, que entonces funcionaba en una sola habitación. “Estábamos atravesando un momento muy difícil como migrantes. Nuestro amigo nos dijo: ‘Hay un lugar donde dan comida a estudiantes internacionales’. Y pensamos: ‘¡Vamos a ver!’”, recuerda.
Al principio sintió vergüenza por pedir ayuda. “Yo trabajaba en IBM en Colombia, no estaba acostumbrada a esto. Fue increíble ver el amor de las personas. Sentir el cariño, el acompañamiento, y eso te cambia. Dejas de sentir vergüenza. Nos dieron más comida de la que esperábamos. Nos alcanzó para toda la semana”.
Pronto, ir al centro dejó de ser solo una necesidad. “Íbamos todos los domingos, no solo porque nos ayudaban, sino porque sentíamos amor. Empiezas a construir comunidad, conoces gente, haces amigos”, cuenta. Con el tiempo, Natalia tuvo el impulso de devolver lo recibido. Empezó como voluntaria en 2018, cuando mejoró su inglés. “Al principio me daba miedo porque no hablaba bien el idioma, así que empecé empacando comida, donde no tenía que hablar mucho. Y con el tiempo me fui involucrando más”.
Hoy, Natalia es gerente de Recursos Humanos de Empower Australia, con un trabajo full-time desde el que coordina a más de 300 voluntarios. “Fue difícil entender el cambio: de estar en la fila a ser voluntaria, y luego a ser empleada y gestionar voluntarios. Pero como yo estuve en esa cola, puedo empatizar y acompañar mejor a quienes llegan”.
El voluntariado llega desde distintos ámbitos: muchas personas provienen de Planetshakers Church, otras se suman a través del sitio web, desde empresas que promueven el voluntariado corporativo, o incluso personas que simplemente pasan por el lugar y deciden ofrecer su tiempo. “Vienen de todos lados”, dice Natalia.
En sus inicios, la logística de Empower Australia dependía casi por completo del esfuerzo físico de los voluntarios: la carga y el traslado de alimentos se realizaban manualmente, lo que representaba una tarea exigente y poco eficiente. Con el tiempo, la organización incorporó mejoras clave: alquilaron un montacargas, instalaron sistemas de estanterías y adquirieron equipamiento específico que optimizó el almacenamiento y la reposición. Estas mejoras aceleraron el proyecto.
Otros desafíos persisten a la hora de pensar en una mayor escala. Una gran parte de los alimentos que se reciben son frescos o congelados, lo que exige una infraestructura de frío especializada. La necesidad de contar con vehículos refrigerados para el transporte y con heladeras y freezers de gran capacidad implica costos elevados y limitaciones de espacio. También, sigue siendo un reto contar con terrenos adecuados para ampliar la capacidad de almacenamiento.
Más de cien voluntarios se implican cada semana en la atención a las personas que acuden a Empower Australia. Foto: Empower Australia.
Los voluntarios tienen un papel muy importante para hacer sentirse cómodos a los asistentes. Foto: Empower Australia.
Los voluntarios reponen estanterías y descargan camiones con la comida donada. Foto: Empower Australia.
El impacto de Empower Australia
Después de atender a unas 3.500 personas cada domingo en 2020, la cifra fue bajando en 2023 hasta alcanzar las 1.000 personas. Este año, volvió a subir la demanda: se reciben 1.500 beneficiarios por semana. “Mi esposo perdió su trabajo y mi hija tenía una bebé recien nacida. Desesperadamente necesitabamos ayuda. Al principio, me preocupaba acercarme a Empower para pedir ayuda, pero la generosidad con la que fui recibida, me hizo sentirme más cómoda”, expresa una de las beneficiarias.
En 2023, Empower distribuyó un total de 390.653 kilos de alimentos, lo que equivale a 683.234 platos servidos a personas en situación de necesidad y los voluntarios dedicaron más de 33.800 horas altruistamente.
El modelo se ha replicado en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, donde Planetshakers tiene sede. Allí, se alimentan a unas 200 personas con un programa similar, que sigue creciendo. “Como el transporte no es tan accesible, la mayoría de quienes asisten viven cerca. Eso ha limitado el número de personas, pero si el acceso fuera más fácil, seguramente habría muchas más”, expresa Smith. Además, en Papúa Nueva Guinea, se planea lanzar un programa similar.
“También hemos recibido a muchas organizaciones —de Australia y del mundo— que visitan nuestros centros para aprender y replicar el modelo. Por ejemplo, estuve recientemente en Los Ángeles con una iglesia que está armando un centro parecido al nuestro”.
“Medimos nuestro éxito cuando vemos que las personas vienen por un tiempo, reciben apoyo y luego se van no porque no quieran volver, sino porque ya no necesitan la ayuda, porque consiguieron trabajo o mejores oportunidades”. La mayoría de las personas que se acercan lo hacen por un período breve: entre el 80% y el 90% asiste durante uno a tres meses, en promedio, y luego logra continuar por sus propios medios.