<p>Las 'apps' antidesperdicio ofrecen formación y una asesoría inicial previa a la adhesión de los establecimientos a su red para que el servicio a los usuarios sea el adecuado. Foto: Phenix.<p>

Las 'apps' antidesperdicio ofrecen formación y una asesoría inicial previa a la adhesión de los establecimientos a su red para que el servicio a los usuarios sea el adecuado. Foto: Phenix.

Los retos de las ‘apps’ antidesperdicio más allá de rescatar comida (II)

Las ‘apps’ antidesperdicio nacieron hace seis años con la misión de disminuir los alimentos que terminan en el cubo de la basura cada día al echar el cierre de comercios y establecimientos de restauración. Una innovación con impacto social y medioambiental que no está exenta de retos a los que ya trata de hacer frente esta solución.
21 diciembre 2022

Aplicaciones como Too Good To Go, Phenix o Encantado de Comerte conectan la distribución, el eslabón intermedio de la cadena alimentaria, con los ciudadanos para combatir juntos el problema del desperdicio, que afecta a un tercio de la comida producida a nivel global.

Como se menciona en la primera parte de este artículo, estas aplicaciones con vocación social han superado el lustro con cifras que avalan el modelo, como contar con una comunidad global que alcanza los 65 millones de usuarios, que ha salvado más de 165 millones de packs de comida en 170.000 establecimientos adheridos a la pionera aplicación Too Good To Go.

O los 73.000 kilos de alimentos (162.000 raciones de comida), por un valor estimado de 177.000 euros, que ha logrado derivar Phenix hacia tres asociaciones benéficas en España.

Pero también es cierto que estas soluciones se enfrentan a retos como el desplazamiento de desperdicio a los hogares; la desvirtuación del enfoque social y medioambiental, o la exclusión de los más vulnerables en este objetivo de salvar comida.

El efecto rebote

Las apps antidesperdicio se financian mediante una comisión de las cestas vendidas a través de su tecnología. En el caso de Phenix es de un euro por transacción; Too Good To Go se queda con el 20-30% del pago, y un 25% en Encantado de Comerte.

Es por ello que para la pyme Livanda, donde rescatamos un lote de comida para la elaboración de este reportaje, la vertiente social pesa más que la económica: “Pierdes igualmente dinero, porque sacas 2,5 euros por un pack que tiene un valor de 9; ni siquiera te quedas igual, pero así no tiro la comida que sobra y que al día siguiente no puedo vender”, subraya su dueña Marta.


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En este sentido, el country manager de Phenix, Jean Baptiste, se muestra escéptico. “En una panadería, producir una barra de pan o unos cruasanes de más cada mañana tiene un coste marginal; es virtualmente gratuito: simplemente hay que añadir un poco más de harina y de agua. Si este coste, pongamos, es de cinco céntimos y tiene un margen bruto del 95%, incluso vendiendo ese excedente al 70% de descuento sale rentable”.

Con este ejemplo, Baptiste teme poder crear con este tipo de aplicaciones un “efecto rebote”, adulterando la misión que persigue la foodtech de reducir el desperdicio alimentario. Lo compara con el negocio de las ventas privadas que se pusieron de moda hace 25 años.

Explica cómo se crearon para aprovechar el excedente de las distintas industrias -ropa, calzado, electrodomésticos…- y así reducir el residuo generado, pero se descubrió un nuevo canal de venta al que se adaptaron rebajando la calidad de los mismos, produciendo gamas específicas para estos escaparates, o disminuyendo el margen de ganancia, porque, “lo importante es vender más”.

“Estamos empujando a los consumidores a comprar más y podemos provocar que se desplace el desperdicio alimentario a los hogares”, explica el responsable de Phenix, que no quiere “tirar piedras sobre mi propio tejado”, pero que es consciente de los aspectos sobre los que deben poner especial atención.

“No digo que el concepto sea malo, ni mucho menos, -explica- pero hay que tener cuidado con el efecto rebote y con la dimensión que toma esto. Conscientes de ello, en Phenix tenemos la regla interna de no desviar una mercancía que se puede donar a instituciones benéficas hacia la venta por la app porque entonces el efecto social será el inverso al que buscamos”.

De hecho, la aplicación antidesperdicio francesa nace tras la de Too Good To Go porque perciben preocupación en el sector no lucrativo, al que están estrechamente ligados, con la aparición de la primera app.

Para los bancos de alimentos “es importante que no se nos corten las donaciones para las personas vulnerables, pero también es verdad que, si puedes dar salida a alimentos que están muy al límite de la fecha de caducidad a través de una app es más práctico que si nos los donas, porque no tenemos la capacidad de distribuirlo con esa celeridad que requiere”, explica Gema Escrivá, directora general del Banco de Alimentos de Madrid.

El reto del desplazamiento

Otra de las cuestiones que estas aplicaciones pueden provocar es el desplazamiento del desperdicio alimentario de los restaurantes, comercios y supermercados a los hogares, que ya ostentan el negativo récord de tirar más comida a la basura.

Por un lado, al tratarse de packs sorpresa, puede suceder que algunos de los productos no sean del gusto del comprador o que los distribuidores incluyan en las cestas comida que está a punto de sobrepasar el punto óptimo de consumo.

Las apps antidesperdicio tratan de paliar esta segunda cuestión ofreciendo una formación y asesoría inicial previa a la adhesión de los establecimientos a su red. Con datos de mercado estiman el stock que cada tienda puede tener al finalizar el día; indican los productos que pueden incluir en las cestas, y ofrecen una serie de buenas prácticas que seguir para que el servicio sea el adecuado: caducidad, variedad…

Otro reto para estas 'apps' es que se pueda desplazar el desperdicio alimentario de los restaurantes y comercios a los hogares, que ya ostentan el negativo récord de tirar más comida a la basura.

“Se encargan prácticamente de todo; de dar formación a los responsables de los centros y de atender cualquier tipo de incidencias que pueda surgir con los usuarios de la aplicación”, indica la portavoz de la cadena de supermercados Masymas, Romina Fernández, adherida a Too Good To Go.

No obstante, las mayores auditorías las realizan los propios usuarios que con sus comentarios en la app retratan los comercios donde han adquirido sus packs. “Los usuarios se quejan, y se quejan mucho, son muy exigentes, aunque hayan pagado el 30% del valor real”, subraya Baptiste sobre los compradores de Phenix.

En este sentido, las apps antidesperdicio cuentan con un departamento de atención al cliente que se encarga de solventar estas reclamaciones y tomar medidas: “Recibimos quejas o comentarios continuamente, los miramos en detalle y contactamos con aquellos comercios que no están actuando bien o que no respetan las reglas”, señala el francés.

Las redes sociales se han convertido también en el aliado de estas aplicaciones para evitar este problema de desplazamiento del desperdicio: distintas recetas de aprovechamiento, trucos de conservación, información sobre los productos, así como divulgación sobre la diferencia entre la fecha de caducidad y la de consumo preferente.

Fechas con sentido es una de las iniciativas puestas en marcha por Too Good To Go para que los usuarios utilicen sus sentidos para determinar si un producto es apto para su consumo.

Un estudio de la OCU confirma que el 40% de los consumidores no distingue entre los conceptos de caducidad y consumo preferente; con este dato sobre la mesa, esta startup danesa ha logrado que 100 millones de envases de 40 marcas luzcan en España el mensaje “mira, huele, prueba”, apelando desde el mismo packaging a utilizar la vista, el olfato y el gusto a la hora de decidir si consumir o no un alimento.

Los retos de las ‘apps’ antidesperdicio más allá de rescatar comida (II)

'Fechas con sentido' es una iniciativa de Too Good To Go para que los usuarios utilicen sus sentidos para determinar si un producto es apto para su consumo. Foto: Too Good To Go.

¿Alineados con el objetivo?

Entre las casi un millón de opiniones sobre Too Good To Go que cosecha la app en Play Store y las 72.000 en Apple Store con una puntuación media de 4,8 sobre 5 en ambas, se pueden leer algunos comentarios en línea con la misión de estas empresas, además de otras ventajas adicionales: “Amo que exista una app con la que se puede disminuir el desperdicio de comida/bebida”, expresa un usuario; “el precio es de chollo y me hace sentir bien que no se tire”, señala otro; “me encantan los packs sorpresa y es una opción estupenda para que no se desperdicie comida”, reafirma un tercero.

El precio, la experiencia y el medio ambiente son las razones que más se repiten entre las opiniones de los usuarios.

En base al estudio Mirada cualitativa del desperdicio alimentario en Madrid, del que es coautora la profesora e investigadora en la Universidad de Comillas Estela Díaz, los sentimientos que subyacen en los ciudadanos cuando desperdician alimentos están asociados a la cultura inculcada de que “está mal desperdiciar”, afirma.

Pero los argumentos ‘verdes’ quedan en un segundo plano: “Solo algunos se plantean los recursos medioambientales, los animales, el agua, el trabajo, el transporte… que se han empleado para producir un alimento”.

Así que, ante la pregunta de por qué cree que los consumidores de estas apps antidesperdicio las utilizan, Díaz lo tiene claro: “Por el dinero”.

Juan Hernández, un usuario de Too Good To Go que lleva años salvando comida, se reafirma en esta idea: “La utilizo por el ahorro. Como he hecho toda mi vida, que he comprado productos en oferta que están próximos a su fecha de caducidad, pero en perfecto estado”.

El ahorro de dinero es una de las razones principales que mueve a los usuarios a utilizar estas 'apps'. El responsable de Phenix relaciona los momentos de inestabilidad económica con un mayor éxito de la plataforma.

Y critica la vertiente más greenwhasing de este tipo de aplicaciones: “No me mueve la conciencia ambiental, que está muy bien, pero es un recurso dialéctico para vender más. Personalmente, me hace gracia cuando salvo un pack y la app me dice que ‘he ayudado al planeta’, cuando la mayoría de usuarios que conozco, yo el primero, vamos en coche a recogerlos. Veo cierta hipocresía colectiva de las apps, los vendedores y los consumidores, pintando ‘de verde’ una transacción comercial en la que todos ganamos”.

Por su parte, Gilberto, responsable de la tienda de productos ecológicos Kiva, en Madrid, donde salvamos otra cesta de comida, señala que a su establecimiento acuden “todo tipo de clientes que quieren probar productos de la tienda, aprovechar la comida, comprar más barato…”, pero que últimamente ha notado que “vienen más por necesidad; ahora prima el precio”.

El responsable de Phenix también relaciona estos momentos de inestabilidad económica con un mayor éxito de su plataforma: “Lo más difícil es atraer a los comercios a la aplicación; si tuviera el triple o cuádruple de cestas los venderíamos, lo que es un claro reflejo de la situación actual en la sociedad española, donde hay un problema gordo de poder adquisitivo”.

Los más vulnerables

Con un 7,3% de inflación en España en octubre nos cuestionamos si estas apps antidesperdicio llegan a los colectivos más vulnerables que puedan beneficiarse del ahorro que supone adquirir productos ‘feos’ o a punto de caducar que salen de los canales de venta ordinarios.

España cuenta con 55 millones de líneas móviles contratadas y un 90% de usuarios que aceden a Internet a través de un smartphone, según el informe Digital 2022, elaborado por Hootsuite y We Are Social. Así, el nivel de penetración de la tecnología móvil en nuestro país en más que evidente: “Todo el mundo tiene un teléfono móvil; es un bien de primera necesidad”, explica la directora del Banco de Alimentos de Madrid.

Aunque en la comunidad de Waste Warriors de Too Good To Go el perfil es principalmente de jóvenes entre 25 y 45 años, Carlos García, su responsable de Comunicación, indica que a través de los distintos canales abiertos con sus usuarios son conocedores de grupos de mayores que utilizan la aplicación para salvar comida. La clave es, según este, “que la aplicación es muy sencilla de usar”, cuestión que “está facilitando que determinados colectivos la estén utilizando”.

Los retos de las ‘apps’ antidesperdicio más allá de rescatar comida (II)

La ‘app’ española Encantado de Comerte está trabajando con organizaciones sociales, como Cruz Roja, para que sus beneficiarios puedan utilizarla de manera gratuita, introduciendo ‘cupones sociales digitales'. Foto: Cruz Roja.

Sin embargo, no se está realizando ningún tipo de comunicación específica ni campaña dirigida a estos, que bien podrían ser un claro público objetivo. En este sentido, la app española Encantado de Comerte sí está trabajando con organizaciones sociales para que sus beneficiarios puedan utilizarla de manera gratuita, introduciendo lo que han denominado cupones sociales digitales, una metodología que fue reconocida por la ONU en 2021.

Además, se trata de “un sistema inclusivo”, explican, al “romper totalmente con la estigmatización”, pues la aplicación es la misma para todos los colectivos y los comercios no son conocedores de si el usuario es un beneficiario o un comprador.

Este sistema de compra a través de cupones sociales digitales empezó probándose en un proyecto piloto en Logroño, a principios de este año, donde 20 familias elegidas por Cruz Roja La Rioja recibieron durante tres meses un bono de 100 euros para adquirir productos de alimentación frescos en la red de 25 comercios locales colaboradores. Se registraron en ese periodo 422 operaciones de comida salvada en la app.

A pesar de que a partir de unos tres euros se puede rescatar comida, la directora del Banco de Alimentos de Madrid explica que sus benefactores no pueden permitírselo: “Difícilmente ahora mismo en la situación en la que nos encontramos, donde las personas se enfrentan a múltiples problemas como pagar la casa, el agua, la luz y con muy pocos recursos para alimentación”.

No obstante, es cada vez más habitual ver en los supermercados productos marcados con la etiqueta de ‘bajada de precio’ o estanterías específicas con alimentos que tienen una fecha de caducidad próxima. El grupo Masymas tiene en sus planes implementar este tipo de lineales en sus establecimientos “para compaginar a los usuarios que vienen aposta a por sus packs a través de la aplicación con la gente que está haciendo la compra y que a lo mejor no está tan familiarizada con la tecnología”, concluye Fernández.

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