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¿En qué te estás bañando?: el estado real de las aguas en verano
En lo que va de verano han sido varias las noticias sobre playas clausuradas por contaminación que han copado los diarios españoles. El último de estos cierres ocurrió el 15 de julio por parte de la Generalitat Valenciana, en el marco de los 300 análisis que se realizan en zonas de baño en el conjunto de la comunidad, y que identificaron tres puntos del municipio de Dénia con parámetros biológicos por encima de lo recomendado y, por tanto, se debió proceder al cierre temporal de las playas de Molins, Marines y Punta del Raset. En concreto por contaminación fecal y valores que resultaron “anormalmente altos” en lo que respecta a bacterias
No han sido las únicas. A estas playas se han unido otros cierres en diferentes puntos del Levante español en las últimas semanas: a principios de julio otros tres ayuntamientos tuvieron que cerrar al baño varias playas tras detectarse parámetros biológicos de enterococo en la analítica realizada por la Conselleria de Medio Ambiente en los municipios de Sueca, con tres playas: El Perello, Motilla y Palmeretes; Altea (playa La Solsida) y Callosa d’en Sarrià (playa de Fuentes del Algar). La propia responsable del Servicio de Calidad de Aguas, Marisa Bueno, explicaba que, pese a que todos los años es “relativamente habitual” el cierre de playas, este verano está siendo “más complicado que otros años”, ya que solo en la primera quincena de julio se han clausurado al baño una veintena de playas en la Comunitat.
La playa de Cala Cerrada, en Orihuela (Alicante) y ubicada en la zona de La Zenia, también se cerró a los bañistas a principios de julio tras detectarse contaminación en el agua por vertidos residuales como consecuencia de los resultados obtenidos en los controles de calidad de las aguas de baño realizados dentro del programa de control de la calidad que desarrolla la Conselleria de Medio Ambiente y Agua.

Según el Informe Anual sobre las Aguas de Baño (mayo de 2024), elaborado por la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) en colaboración con la Comisión Europea, la calidad del agua de las zonas de baño españolas supera la media de la UE. En 2023, el 87,6 % de las zonas de baño más frecuentadas obtuvieron la calificación ‘excelente’ (media UE: 85,4 %) ), y hasta el 97% de las zonas identificadas cumplían las normas mínimas de calidad (96% de media en la UE). Solo el 1,7% se calificó de “deficiente” frente al 1,5% en la totalidad de la Unión Europea.
Para la Agencia Europea de Medio Ambiente, la calidad del agua de las zonas de baño en España supera la media de la UE. En 2023, el 87,6 % de las zonas de baño más frecuentadas obtuvieron la calificación de 'excelente'.
Desde la adopción de la Directiva sobre aguas de baño en 2006, la proporción de aguas de baño de calidad deficiente ha disminuido en la última década y se mantiene estable desde 2015. Sin embargo, los riesgos para la salud derivados del uso de aguas de baño siguen siendo un problema, con 321 zonas de calidad “deficiente” notificadas en 2023 en toda la UE. Y es que, aunque la mayoría de las aguas de baño europeas parece encontrarse en excelentes condiciones desde el punto de vista bacteriológico, la contaminación de las aguas superficiales y subterráneas “sigue siendo significativa y puede verse agravada por el cambio climático”, alerta la AEMA en este Informe.
Esta evaluación se realizó basándose en los resultados comunicados a la AEMA tras el control de más de 22.000 zonas de baño de toda Europa en la temporada 2023. La evaluación abarca zonas de todos los Estados miembros de la UE, además de Albania y Suiza y se realiza según los datos comunicados por los propios Estados miembros para las temporadas de baño 2020-2023.
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Controles de contaminación y cómo se informa
La legislación de la UE (Directiva 2006/7/CE) obliga a que, durante la temporada oficial de baño (y no durante todo el año), se tomen muestras de agua en los puntos designados y se analicen dos bacterias concretas que indican contaminación fecal: Escherichia coli (E. coli) y enterococos intestinales. Estos análisis sirven para evaluar el riesgo sanitario y clasificar la zona como apta o no apta para el baño. Sin embargo, en la práctica solo se miden estos dos parámetros microbiológicos, dejando fuera otros posibles contaminantes. Por eso, y pese a que los datos arrojan que el 96% de las zonas de baño analizadas cumplen los niveles mínimos exigidos (y, por tanto, se consideran seguras), organizaciones como Surfrider Foundation Europe, que trabaja desde hace más de 30 años en la protección de los océanos y en la lucha contra los daños al entorno costero y a sus usuarios, consideran que estos controles no son suficientes, porque los criterios son muy limitados y no reflejan el estado real del agua: puede haber contaminantes peligrosos que no se detecten porque la ley no obliga a buscarlos, y sin embargo esas zonas aparecen oficialmente como “seguras” para el baño.
“La normativa actual solo investiga bacterias fecales y durante la temporada estival, sin incluir contaminantes como microplásticos, PFAS (sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas, un grupo de miles de compuestos químicos sintéticos que se utilizan ampliamente en diversas industrias) o cianobacterias”, señalan desde esta organización internacional.
En este sentido, desde esta ONG denuncian la inacción de la CE ante la contaminación de las aguas recreativas en Europa, insistiendo en que la evaluación actual, que tan solo se enfoca en dos bacterias fecales, “no refleja la totalidad de los riesgos sanitarios y ambientales”. Surfrider considera que la revisión de la Directiva sobre aguas de baño (2006/7/CE) “se ha aplazado indebidamente, dejando de lado contaminantes químicos como hidrocarburos, pesticidas o metales pesados, que son persistentes y peligrosos pese a que puedan estar presentes en concentraciones mínimas”.
“A pesar del contexto de crisis climática, la UE ha decidido no revisar una directiva obsoleta que ignora parte del litoral y deja fuera contaminaciones invisibles que pueden afectar a quienes disfrutan del baño y los deportes acuáticos, así como a los ecosistemas. El sistema actual solo analiza dos bacterias, únicamente durante el verano y en zonas acotadas para bañistas”, recalcan, destacando que “afirmar que el 85% de las zonas de baño son excelentes –es decir, que cumplen las normas más estrictas de calidad– “ofrece una imagen engañosa y peligrosa”.
Según explica Xavier Curto, coordinador de Surfrider España, nuestro país, donde el turismo costero representa más del 30% del PIB turístico, cuenta con más de 8.000 kilómetros de costa, “donde millones de bañistas y aficionados a los deportes náuticos disfrutan durante todo el año. Y no conocen realmente qué hay en esas aguas porque no se mide”. En su opinión, la evaluación actual de las aguas recreativas “es incompleta, poco exigente y profundamente desfasada frente a los desafíos ambientales y de salud pública de hoy en día”. Pese a ello, la Comisión Europea ha decidido no revisar la Directiva sobre aguas de baño, una normativa adoptada hace casi 20 años y que hoy “resulta ineficaz ante los nuevos tipos de contaminación”, expresa.
“Con más de 8.000 kilómetros de costa, no conocemos realmente qué hay en esas aguas porque no se mide. Su evaluación actual es incompleta, poco exigente y desfasada”, Xavier Curto (Surfrider Foundation España).
En este sentido, desde Surfrider lamentan que la Comisión “no reconozca la importancia de proteger tanto los ecosistemas acuáticos, afectados por múltiples fuentes de contaminación, como la salud de millones de personas que disfrutan del agua cada año. Y es que, hoy en día, apuntan, “la evaluación de la calidad de las aguas recreativas deja fuera áreas para prácticas deportivas como el surf, el pádel o el esnórquel, tanto en temporada como fuera de ella, y también contaminantes invisibles que amenazan la salud pública y los ecosistemas, como residuos flotantes, contaminantes químicos persistentes o floraciones algales nocivas”.
Curto se refiere así a los numerosos “puntos ciegos” de esta directiva, explicando que, “si bien E. coli y los enterococos son buenos indicadores de contaminación fecal, no representan la totalidad de los riesgos sanitarios y ambientales a los que estamos expuestos”. “Imaginemos darnos un baño tras una lluvia fuerte en una playa urbana: el agua puede estar cargada de residuos que vienen del alcantarillado, aceites de coches o restos de productos de limpieza y, sin embargo, puede que no se observen a simple vista”, agrega, remarcando que contaminantes químicos como hidrocarburos, pesticidas o metales pesados “son invisibles a simple vista, pero extremadamente persistentes, e incluso en concentraciones mínimas, pueden provocar alergias, alteraciones hormonales o efectos tóxicos crónicos. Asimismo, los plásticos y microplásticos, presentes tanto en el agua como en la arena, incluso de muchas playas con bandera azul, “actúan como vectores de toxinas y bacterias patógenas, multiplicando los riesgos sanitarios”, apunta Xavier Curto.
Ante una directiva que va a cumplir 20 años, y que no tiene previsión de revisarse próximamente, la propuesta de esta ONG pasa por ampliar la vigilancia de las aguas durante todo el año, no solo en verano, incluir nuevos parámetros de contaminación, ampliar el número de zonas vigiladas y mejorar el acceso público a la información sobre la calidad de las aguas y la participación ciudadana. “Es hora de exigir una normativa a la altura de los actuales desafíos ambientales y sanitarios para lograr una verdadera protección de las aguas recreativas y de las personas que disfrutan de ellas, los 365 días del año”, afirma el portavoz de esta organización en España, que va a continuar su labor de presión en este sentido, ya que “no hablamos solo de bañarse en verano, hablamos de salud pública, de ecosistemas marinos y de justicia ambiental”, concluye Curto.
Bandera azul versus bandera negra: playas bajo la lupa
El distintivo que diferencia la calidad de las playas –la bandera azul—es un sello reconocido internacionalmente que certifica la calidad del agua, su gestión ambiental o sus servicios e información al público. Sin embargo, organizaciones como Ecologistas en Acción señalan que algunas playas “galardonadas” también aparecen en su lista de “banderas negras” por contaminación grave o mala gestión, lo que evidencia “la falta de rigor ambiental en ciertos casos”.
En este sentido, el pasado junio, y como cada año, tras un análisis de los aproximadamente 8.000 kilómetros de las costas del Estado español, la ONG presentó su informe Banderas Negras 2025 en el que otorgó a 48 playas españolas este distintivo por contaminación industrial, vertidos fecales, microplásticos o degradación ambiental, dos por provincia y dos por cada ciudad autónoma, con el objetivo de denunciar, entre otros aspectos, la urbanización incontrolada de la costa o la invasión del dominio público marítimo-terrestre, vertidos, deficiencias en los sistemas de saneamiento y graves problemas de depuración, afecciones a la biodiversidad, acumulación de basuras, plásticos y microplásticos en la costa, contaminación química o daños al patrimonio histórico y cultural.
La playa de O Portelo en Burela (Lugo) es una de las más de 700 españolas que lucen la bandera azul este verano, un distintivo que se otorga anualmente a las playas y puertos que cumplen una serie de condiciones ambientales, entre otras.
Asimismo, la ONG denuncia la “incoherencia” que supone que, en el año marcado por la dana en València, se hayan publicado banderas azules en prácticamente todas las playas afectadas por los residuos de este fenómeno meteorológico, tan solo ocho meses después de la tragedia. Ecologistas en Acción considera que estas banderas azules son una “grave irresponsabilidad, ya que no se han terminado las actuaciones de recuperación y limpieza de las playas valencianas”. Además, y, sobre todo, alertan, “porque no hay resultados analíticos sobre el estado de arenales y lecho marino que han recibido residuos y sustancias contaminantes durante meses”.
En palabras del portavoz de la ONG, Cristóbal López, “es una insensatez otorgar banderas azules a las playas de la Comunidad Valenciana afectadas por la dana sin que nadie haya hecho un análisis de esas zonas, a las que se sabe que han llegado materiales contaminantes», recalcando que, a su juicio, “se han concedido las banderas azules para decir a la población que no pasa nada, todo sigue igual».
Ríos, piscinas y embalses: ¿más seguros para el baño?
Otras de las zonas de baño por excelencia en verano son los ríos, las piscinas naturales en zonas rurales o los embalses. En el caso de los primeros, algunos expertos alertan que se encuentran “en situación crítica” por contaminación de nitratos, plaguicidas y por la mala gestión. “La contaminación está presente en todos los ríos europeos estudiados”, denuncia en este sentido Jean-François Ghiglione, investigador del Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS, Centre National de la Recherche Scientifique, un organismo público de investigación multidisciplinar dependiente del Ministerio francés de Enseñanza Superior, Investigación e Innovación), experto en ecotoxicología microbiana marina y responsable de una campaña europea de investigación que ha concluido con la publicación simultánea de 14 estudios científicos en la revista especializada Environmental Science and Pollution Research. Esta investigación –que comenzó en 2019 en un total de 9 ríos europeos e involucró a 40 químicos, biólogos y físicos de 19 laboratorios de investigación, así como a estudiantes de doctorado e investigadores posdoctorales–, “demuestra que el problema de los microplásticos no se limita únicamente a los océanos, sino que también es un problema fluvial que afecta a toda la cadena”, señalan sus responsables.
“Los microplásticos son más pequeños que un grano de arroz”, explica Alexandra Ter Halle, química del CNRS en Toulouse (Francia) y una de las investigadoras que participó en el análisis para el que se recogieron y analizaron muestras en las desembocaduras de los ríos Elba, Ebro, Garona, Loira, Ródano, Rin, Sena, Támesis y Tíber. “Las partículas tienen menos de cinco milímetros de tamaño y las más pequeñas son invisibles a simple vista. Entre ellos se encuentran fibras textiles sintéticas procedentes del lavado de ropa y microplásticos liberados por los neumáticos de los coches o al desenroscar las tapas de plástico de las botellas. A esto se añaden gránulos de plásticos vírgenes, materia prima utilizada para fabricar productos de plástico”, agrega.
“Las partículas de microplásticos también están presentes en los ríos y tienen menos de cinco milímetros de tamaño. Entre ellas se encuentran fibras textiles sintéticas procedentes del lavado de ropa o las liberadas por los neumáticos de los coches”, Alexandra Ter Halle, química del CNRS.
El nivel ”alarmante” de contaminación observado fue, de media, de tres microplásticos por metro cúbico de agua en los nueve ríos estudiados, según los científicos responsables del análisis, lo que está lejos de los 40 microplásticos por metro cúbico registrados en los diez ríos más contaminados del mundo (Río Amarillo, Yangtsé, Mekong, Ganges, Nilo, Níger, Indo, Amur, Río de las Perlas y Río Hai), que atraviesan países donde se fabrica la mayor parte del plástico o donde más se procesan los residuos.
“Y estos datos no tienen en cuenta el volumen de agua que fluye. En Valence, en el rio Ródano (Francia), hay un flujo de 1.000 metros cúbicos por segundo, lo que significa que hay 3.000 partículas de plástico cada segundo”, añade Jean-François Ghiglione. El Sena, en París, contiene alrededor de 900 por segundo. Asimismo, la sorpresa para los investigadores fue descubrir, gracias a innovadores avances analíticos logrados durante el desarrollo del estudio, que la masa de microplásticos invisibles a simple vista “es más significativa que la de los visibles”, recalca Ghiglione.
ONG como Ecologistas en Acción o WWF coinciden en que la situación de los ríos españoles “es mala o muy mala”, la mayoría castigados desde su nacimiento. Y su contaminación incluye plaguicidas, nitratos, fosfatos, amonio, medicamentos, metales pesados, etc., a pesar de que la Estrategia Nacional de Recuperación de Ríos 2022-2030 señala que el agua de la mitad de los ríos tiene mala salud. De hecho, un estudio de la Universidad de York (Reino Unido), presentado en marzo de este año y que analiza 258 ríos en todo el mundo, recoge que uno de cada cuatro caudales posee una sustancia en cantidades superiores a las adecuadas para la vida acuática. En concreto, el 25,7% de los ríos analizados tiene niveles de contaminación potencialmente tóxicos para los organismos que allí viven. En concreto, el estudio se centra en la presencia de fármacos en los ríos.
El estudio ha tomado muestras en un total de 1.052 puntos en 104 países diferentes, con el objetivo de encontrar sustancias tóxicas. Así, han evaluado la presencia de 61 fármacos diferentes en todos esos lugares, entre los que hay antibióticos, antidepresivos e incluso medicamentos para dormir. En el caso de España el río Manzanares, el caudal que cruza la ciudad de Madrid, tiene, entre otros, rastros de paracetamol, cafeína, metformina, fexofenadina, sulfametoxazol, metronidazol y gabapentina. Según la investigación, el Manzanares es el río más contaminado por fármacos de Europa.
En lo que se refiere a los embalses, otra de las zonas de baño populares en los meses estivales, el profesor emérito de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Santiago, Juan Jesús Gestal Otero, que dirige la Cátedra de Hidrología Médica USC-Balnearios de Galicia y es miembro del Consejo Asesor del Sistema Público de Salud de Galicia, explica que las aguas estancadas conllevan más riesgos microbiológicos y tóxicos que las aguas en movimiento y las playas. “En los embalses debe tenerse precaución con la presencia de cianobacterias que pueden liberar toxinas (microcistinas) que, al ser ingeridas, inhaladas, o entrar en contacto con la piel, pueden provocar irritaciones en la piel y en las mucosas, así como problemas gastrointestinales, y dolores de cabeza. Por encima de 100.000 células por mililitro se aconseja la prohibición del baño”, agrega este experto.
A principios de junio, la Dirección Xeral de Saúde Pública de Galicia activó el nivel 3 de riesgo en el embalse de As Conchas (Ourense) debido al alto volumen de cianobacterias y la alta probabilidad de efectos adversos para la salud en caso de contacto. Este nivel se activa cuando el volumen de cianobacterias supera los 8 mm3/L, la presencia de bacterias es alta, o se detectan espumas y ‘natas’ de cianobacterias en áreas donde puede haber contacto directo con los bañistas y existe riesgo de ingestión y/o aspiración.
El baño ha sido prohibido en el embalse As Conchas (Ourense) por proliferación tóxica de cianobacterias. Foto: Amigas da Terra.
La alerta afectó al embalse de As Conchas, en los municipios ourensanos de Bande (en Portoquintela) y Muíños (en O Corgo-A Rola), y supuso que estos ayuntamientos debieron señalar las zonas afectadas informando de la prohibición del baño por el alto riesgo sanitario. La organización ecologista Amigas da Terra ya había alertado días antes de que el embalse aparecía teñido de verde y presentaba un “considerable empeoramiento de su calidad del agua” por esas cianobacterias, cuya proliferación, señalan, “se ve favorecida por las altas temperaturas y el exceso de nutrientes, principalmente nitratos, provenientes de las explotaciones ganaderas de la comarca de A Limia, que son caldo de cultivo perfecto».
En este sentido, la ONG denuncia que estos episodios recurrentes de contaminación “no se solucionarán si no se ataja la problemática de la gestión de los residuos que producen las explotaciones de ganadería industrial cercanas» y recalca la pasividad de las autoridades, en concreto de la Administración local, “que mantiene que las aguas del embalse son seguras pese a las evidencias científicas contrarias, e incluso promueven la celebración de eventos, como fiestas o competiciones deportivas”, concluyen.
Y es que, garantizar la calidad del agua en todos los espacios de baño es una cuestión de salud pública, sostenibilidad y justicia territorial. Ríos, embalses, lagos o piscinas naturales atraen cada vez a más bañistas, pero en muchos casos escapan al control oficial o la calidad de sus aguas carece de vigilancia suficiente. No basta con que un entorno parezca limpio a simple vista: la exposición a contaminantes invisibles puede tener consecuencias graves para la salud de todos. Por eso, exigir información clara, controles rigurosos y criterios homogéneos de calidad del agua en todos estos espacios es más que una necesidad: debe ser una responsabilidad compartida entre Administraciones, ciudadanía y gestores del territorio. Saber realmente en qué nos estamos bañando importa más que nunca.