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“La sostenibilidad se logrará más rápido con confianza, que actúa como lubricante”
La conceptualización de esta realidad del triple impacto en su libro Cannibals with Forks: The Triple Bottom Line of 21st Century Business (1997) ayudó a que las empresas -y la sociedad en general-, fueran conscientes de ello, lo que les obligó a posicionarse entre hacer algo al respecto o no.
Al inicio, la reacción fue mayoritariamente la de intentar minimizar su impacto. En otras palabras, seguir con su actividad sin causar daño o causando el menor daño posible.
En los últimos años, sin embargo, un cambio de mentalidad en el sector empresarial ha hecho que muchas empresas se vean a sí mismas capaces de causar un impacto positivo en lo que hacen y en cómo lo hacen. En esta conversación, reflexionamos con John Elkington sobre esta evolución y las sorpresas del camino.
¿Cómo ha evolucionado el concepto del triple bottom line desde 1994?
Ha cambiado mucho. En aquel momento, el Consejo de Empresas Mundiales para el Desarrollo Sostenible (WBCSD) hablaba de la ecoeficiencia. Se trataba de pensar cómo ganar o ahorrar dinero reduciendo la producción de desperdicio, polución o uso de energía.
Pero había dos carencias en ese enfoque. Una es que las grandes empresas tienen un impacto económico más allá de la rentabilidad. Y la otra es que muchas empresas no querían hablar del lado social de sus operaciones porque eso implicaba hablar con los sindicatos de condiciones de trabajo. La idea del triple bottom line nació con la intención de superar esas carencias.
Al inicio, la idea no siempre era bien recibida. Luego, hubo muchas iniciativas alrededor del triple impacto, por ejemplo, el B-Lab, que empezó en Estados Unidos y que ahora es un movimiento global con más de 8.000 empresas B. A este nivel podemos decir que hemos sido exitosos en promover el concepto.
Sin embargo, en 2018, vi que para un número creciente de compañías obtener ganancias era resolver la parte económica, y emplear a gente y dar a los consumidores lo que quieren era cumplir con la parte social. Esto es un problema porque plantea las dimensiones del triple bottom line como intercambiables cuando desde el inicio su intención ha sido ser un marco de gestión integrado con un mínimo que se debe alcanzar. Además, el triple bottom line pretendía cambiar el sistema y cada vez más gente está interesada en un cambio incremental, pero no en un cambio sistémico. En este sentido, el concepto no siempre se ha entendido bien.
¿Cómo entiende ese cambio sistémico?
A las tres “p” (people, planet y profit), la evolución del concepto triple bottom line añade tres “r” –responsibility, resilience and regeneration (responsabilidad, resiliencia y regeneración)-. Estamos en un periodo en el que los sistemas (económicos, políticos, sociales) en los que hemos confiado se deterioran. La pandemia del covid-19, la guerra en Ucrania, el aumento del precio de la energía, la interrupción de las cadenas de suministro por el cambio climático, entre otros acontecimientos, nos hacen pensar en cómo las compañías pueden enfrentar estos desafíos. Esta es la fase de resiliencia.
Pero, además, hay que regenerar los sistemas de los que dependemos. Eso significa invertir en ellos de la manera correcta durante largos periodos de tiempo. En mi opinión, esto solo se puede hacer trabajando con gobiernos y otros actores clave.
Estamos en un periodo en el que los sistemas económicos, políticos, sociales en los que hemos confiado se deterioran. Hay que regenerarlos e invertir en ellos durante largos periodos de tiempo.
Usted dice que la aplicación práctica del triple bottom line requiere una transición hacia un capitalismo sostenible que debe involucrar siete revoluciones -en los mercados, los valores, la transparencia, la tecnología, las asociaciones, el tiempo y la gobernanza corporativa-. ¿Cuál de estas revoluciones está siendo más difícil y por qué?
Los dos ámbitos que han cambiado más son los mercados -por la globalización y ahora la desglobalización- y la tecnología, no solo IA sino también los avances en energía solar y eólica, la biología sintética, los coches eléctricos, entre otros. Los valores no han cambiado tanto como hubiéramos necesitado, pero estamos llegando a un punto de inflexión muy interesante en la agenda de sostenibilidad.
La pregunta es qué van a hacer las generaciones más jóvenes como los millennials o los Gen Z, qué quieren, en qué va a consistir su agenda de cambio. Creo que el área de valores va a ser mucho más importante en el futuro de lo que ha sido hasta ahora.
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Usted señala a las alianzas como un elemento clave para el cambio, ¿qué tipo de alianzas son necesarias y qué objetivo debe guiarlas?
Las alianzas exitosas tienden a ser relativamente justas, inclusivas y transparentes. Las alianzas, no solo entre las empresas y las ONG, sino entre empresas del mismo sector, de otros sectores, de geografías y mercados completamente diferentes y entre empresas y gobiernos, son más necesarias que nunca para transformar el mercado.
Uno de los factores que va a ralentizar esa transformación es la falta de confianza en las empresas y los gobiernos para hacer las cosas correctamente, a menos que sean escudriñados de manera efectiva. Es imprescindible invertir en aumentar esa confianza a través de la creación de alianzas. La sostenibilidad se logrará más rápido, al precio más barato y de la manera más sostenible, cuando haya confianza, porque esta actúa como un lubricante en la sociedad.
Es imprescindible aumentar la confianza en empresas y gobiernos a través de alianzas. La sostenibilidad se logrará más rápido, al precio más barato y de la manera más sostenible, cuando haya confianza, porque esta actúa como un lubricante en la sociedad.
Los gobiernos surgen como un actor clave. ¿Qué transformación deben emprender los gobiernos para facilitar la transición hacia un capitalismo sostenible?
Algunas personas piensan que solo el gobierno puede innovar a la escala necesaria. Otros piensan que solo las empresas, sin la intervención de los gobiernos, pueden innovar de la manera correcta. Yo no estoy de acuerdo con ninguna de estas dos posiciones. Creo que, en la situación en la que estamos, los gobiernos son necesarios para establecer objetivos consistentes y coherentes sobre temas como el carbono, la biodiversidad, la adopción de IA, etc. y que las empresas se alineen con ellos.
Falta saber cuál es la manera correcta para que empresas y gobiernos trabajen juntos. Actualmente esto es un desafío considerando las tendencias políticas actuales, por ejemplo, el aumento de la extrema derecha en el espacio político. Hay que tratar de identificar con antelación qué sectores se opondrán al cambio y cómo incentivarlos a jugar un papel en la transformación. Los gobiernos pueden hacer este trabajo; las empresas no. Las alianzas tienen que ser de un nivel menos incremental y más sistémico y por un largo periodo de tiempo con el fin de crear un mercado sostenible donde los negocios florezcan.
Grandes corporaciones que han tenido un impacto en la degradación del sistema pero que ahora intentan incorporar mejores prácticas coexisten en el mercado con startups que nacen motivadas por resolver esos problemas. ¿Cómo ve el futuro de estos actores y su papel en la transformación del mercado?
El cambio siempre es más difícil para las grandes corporaciones porque se sienten cómodas con sus marcas y su estilo de operación en mercados que han ayudado a crear. Estoy pensando en empresas como Ford, General Motors y Chrysler, que controlan el mercado de los coches en Estados Unidos. Pero luego llegan nuevos actores como Tesla. Tesla muestra que, aunque empieces siendo pequeño, si quieres convertirte en creador de mercados tienes que crecer muy, muy rápido y tienes que tener asociaciones estratégicas con proveedores que te permitan operar a una escala adecuada.
Las pequeñas startups tienen que crecer rápido si quieren tener influencia en el cambio sistémico. Esto no significa que no necesitemos muchos pequeños actores, pero vamos a necesitar empresas como Tesla para la transformación y no es un accidente que en Europa no generemos este tipo de empresas.
Europa, incluyendo mi país Reino Unido, está terriblemente posicionada para lo que viene. Creo que es extremamente conservadora y vamos a pagar un precio muy alto por ello. Filosóficamente aceptamos las soluciones climáticas y la sostenibilidad, pero dejamos los negocios que van a liderar la nueva ola de evolución industrial a los americanos y a los chinos.
Europa es extremamente conservadora y vamos a pagar un precio muy alto por ello. Filosóficamente aceptamos las soluciones climáticas y la sostenibilidad, pero dejamos los negocios que van a liderar la nueva ola de evolución industrial a los americanos y a los chinos.
Hemos hablado de los gobiernos y de las empresas, hablemos ahora del resto de la sociedad. ¿Qué tipo de mentalidad colectiva se necesita para que un mercado sostenible tenga éxito?
La sociedad tiene que madurar y reconocer que no basta con desear que las cosas sean diferentes y que no hay soluciones fáciles porque la situación tiene consecuencias muy reales. Lo estamos viendo con el caos en el clima, las ciudades sobrecalentadas, y la propagación de pandemias humanas y animales. Hemos sido muy lentos en darnos cuenta de la realidad y en actuar en consecuencia.
Se necesitan compromisos a largo plazo -lo que es una cuestión política- e inversiones a largo plazo -también tema político, porque significa que tienes que equilibrar diferentes tipos de inversiones entre sí-. Cuanto más lo retrasemos más nos forzaremos a gastar el escaso capital disponible en formas que no son eficientes.
También tenemos que reconocer que nuestros políticos actuales, en gran medida, no quieren saber lo que se supone que deben hacer. Necesitamos políticos más jóvenes, tanto a nivel local como nacional, que reorganicen las cosas de otra manera. El cambio ocurrirá, la cuestión es si ocurrirá de una manera razonablemente coherente y efectiva o, como a menudo sucede, porque es la única opción que nos queda y lo hacemos de manera forzada lo que no suele salir bien.
Los políticos actuales, en gran medida, no quieren saber lo que se supone que deben hacer. Necesitamos políticos más jóvenes, tanto a nivel local como nacional, que reorganicen las cosas de otra manera.
Parece que estamos en un periodo enfocado a arreglar los problemas que hemos causado. Si logramos continuidad en una forma de operar sostenible, ¿cómo imagina un mundo que no necesita ser continuamente arreglado?
Me resulta difícil imaginarlo. Normalmente nos fijamos más en lo que no funciona que en lo que funciona, por lo que hay pocos ejemplos de cómo sería un futuro utópico. Además, la tecnología hace difícil predecir el futuro. Por otro lado, desde la agenda de sostenibilidad hemos tendido a pensar que la población mundial aumentaría cada vez más, pero lo que estamos viendo es lo contrario. En China, Japón o Italia la población está descendiendo, lo que crea otros problemas como no tener suficiente gente para pagar las pensiones o no tener suficiente dinero procedente de los impuestos para cubrir la sanidad pública. Creo que el futuro en 20 años puede ser mucho más diferente de lo que pensamos. Por ejemplo, la expansión de población desde África a Europa aumentará conforme las consecuencias del cambio climático afecten al continente africano.
No creo que lleguemos a un futuro sin problemas en al menos las dos próximas vidas, pero creo que, a través de la regeneración, podemos recuperar la naturaleza. Es increíble cómo cuando reduces la presión de la pesca, los ecosistemas marinos se recuperan. Hay enormes proyectos en los que involucrarse; la pregunta es quién lo va a hacer. No he visto a ningún Gobierno, o incluso Naciones Unidas, dispuesto a hacerlo. Eso significa que ese hueco será cubierto por gente de la que jamás hemos oído y eso será muy emocionante.