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Desinformación, clima y guerras, los grandes riesgos que enfrenta el mundo
El informe, basado en las percepciones de más de 900 expertos y líderes globales, dibuja un cuadro alarmante: desde conflictos geopolíticos que amenazan la estabilidad mundial hasta los impactos inmediatos y devastadores del cambio climático. Los eventos climáticos extremos, la desinformación masiva y el conflicto armado basado en Estados son solo algunos de los riesgos que destacan como los más probables y severos en los próximos años.
Sin embargo, este diagnóstico no solo advierte sobre los peligros, sino que también llama a la acción. En un mundo fragmentado por tensiones geopolíticas, desigualdad creciente y un ritmo tecnológico vertiginoso, el informe subraya la importancia de una gobernanza más resiliente, una colaboración multilateral renovada y un liderazgo visionario. Para el sector empresarial, estas amenazas no son abstractas y representan desafíos concretos que demandan estrategias innovadoras y un compromiso renovado con la sostenibilidad y la adaptación.
La capacidad de anticipación y adaptación se convertirá en esencial para mitigar los desafíos y asegurar una gestión más eficaz en un entorno de riesgos en constante evolución.
Los riesgos globales en el corto plazo
El informe del WEF ofrece un panorama preocupante de los desafíos más inminentes. Entre los 33 riesgos evaluados, cinco destacan por su probabilidad e impacto potencial a corto plazo, reflejando una combinación de factores geopolíticos, ambientales, sociales y tecnológicos que moldean el panorama global.
Por segundo año consecutivo, la desinformación se consolida como el principal riesgo global. La proliferación de contenido falso o engañoso, alimentada por herramientas de inteligencia artificial generativa, ha alcanzado niveles críticos. Este fenómeno no solo erosiona la confianza en instituciones y gobiernos, sino que también agrava otros riesgos, como la polarización social y las tensiones geopolíticas. Según el informe, este riesgo no muestra signos de desaceleración, con un impacto que afecta tanto a sociedades desarrolladas como en vías de desarrollo.
El cambio climático sigue siendo una de las mayores preocupaciones globales, con los eventos climáticos extremos manteniendo su posición en el segundo lugar desde 2024. Fenómenos como huracanes, incendios forestales e inundaciones han provocado daños significativos en términos económicos y humanitarios.
El conflicto armado ha escalado posiciones de manera alarmante, pasando del quinto lugar en 2024 al tercero en 2025. Este incremento refleja la intensificación de conflictos existentes, como la invasión de Ucrania y las tensiones en el Medio Oriente, así como el riesgo de nuevas confrontaciones geopolíticas en regiones como el Indo-Pacífico.
Según el informe, el 23% de los encuestados identificó este riesgo como el más probable para generar una crisis material a corto plazo.
Los conflictos armados han escalado posiciones de manera alarmante en la lista de riesgos globales. El 23% de los encuestados lo identifica como el más probable para generar una crisis material a corto plazo.
La polarización dentro de las sociedades, alimentada por desigualdades económicas y divisiones políticas, sigue siendo una preocupación central. Aunque baja un lugar respecto al año anterior, el informe destaca su interconexión con otros riesgos, como la desinformación y las tensiones económicas. Este fenómeno dificulta el consenso necesario para abordar desafíos estructurales y amenaza la estabilidad social en múltiples regiones.
El ciberespionaje sube al quinto lugar, reflejando el aumento en la frecuencia y sofisticación de ataques dirigidos a infraestructuras críticas y empresas. En 2024, este riesgo ocupaba una posición más alta, pero el informe de 2025 subraya cómo el entorno geopolítico ha intensificado la actividad cibernética maliciosa, con impactos potencialmente devastadores para gobiernos y organizaciones.
Los siguientes riesgos, aunque menos destacados, no deben subestimarse. La contaminación sube puestos, mientras que la desigualdad, la migración involuntaria, la confrontación geoeconómica y la erosión de derechos humanos y las libertades civiles reflejan tensiones que, aunque constantes en años anteriores, se han vuelto más visibles y urgentes debido a su interconexión con los riesgos líderes.
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Cambios y continuidades en los riesgos a largo plazo
El horizonte de 2035 refleja un panorama de riesgos en evolución, donde los desafíos actuales persisten, pero también emergen nuevas preocupaciones con mayor intensidad. Si bien muchos de los riesgos identificados a corto plazo siguen siendo relevantes, su impacto y naturaleza cambian significativamente con el tiempo. Al mismo tiempo, ciertos riesgos tecnológicos adquieren una mayor relevancia a medida que la innovación avanza más rápido que los marcos regulatorios.
Entre los riesgos que se mantienen en posiciones altas a largo plazo destacan los eventos climáticos extremos, la pérdida de biodiversidad y el deterioro de los sistemas terrestres críticos, que ocupan del primero al tercer puesto, respectivamente, en el ranking de 2035. Esto resalta cómo la degradación ambiental continúa intensificándose con el tiempo, amplificando sus consecuencias en la seguridad alimentaria, el acceso a recursos esenciales y la estabilidad climática. Estos riesgos, que ya son significativos en el presente, se proyectan como amenazas de impacto sistémico si no se toman medidas urgentes para mitigar la crisis ambiental global.
En contraste, algunos riesgos actuales pierden relevancia en el largo plazo. La desinformación, por ejemplo, que lidera el ranking a corto plazo, desciende considerablemente en el horizonte de 10 años hasta el quinto puesto, probablemente debido al desarrollo de herramientas más efectivas para combatirla. De manera similar, el conflicto armado basado en Estados, aunque sigue presente, desciende en importancia a medida que los conflictos geopolíticos evolucionan hacia formas más complejas de confrontación tecnológica y económica.
Uno de los cambios más destacados hacia 2035 es la prominencia adquirida por los riesgos tecnológicos, especialmente los impactos adversos de la inteligencia artificial (IA), que ocupan el sexto lugar en el ranking. Esta preocupación refleja el avance acelerado de la IA y su integración en múltiples sectores, desde la seguridad nacional hasta la economía digital. Entre los riesgos clave se encuentran la proliferación de sistemas autónomos no regulados, el uso de IA para la desinformación avanzada y los posibles conflictos geopolíticos derivados de su implementación en la defensa y el espionaje.
Aunque menos prominente en el ranking (puesto 23), la biotecnología también aparece como un riesgo emergente a largo plazo. Su potencial disruptivo radica en aplicaciones como la edición genética y la biología sintética, que ofrecen beneficios significativos, pero también plantean riesgos considerables si se emplean sin una regulación adecuada. Si bien su impacto percibido es menor en comparación con la IA, su evolución debe ser monitoreada de cerca para evitar consecuencias imprevistas.
Los riesgos tecnológicos ganan importancia a largo plazo, pero en los primeros lugares de la lista de riesgos a 10 años figuran el clima extremo, la pérdida de biodiversidad y cambios críticos en los sistemas terrestres.
Un entramado global de amenazas interrelacionadas
Los riesgos globales no actúan de manera aislada, sino que forman parte de un entramado sistémico donde las amenazas se amplifican mutuamente, creando efectos dominó que complican su gestión. El informe destaca esta interconexión como un desafío crítico, especialmente en el caso de los riesgos ambientales. Por ejemplo, la pérdida de biodiversidad y el deterioro de los sistemas terrestres no solo amenazan la seguridad alimentaria, sino que intensifican los efectos de los eventos climáticos extremos, creando un ciclo de retroalimentación negativa que afecta comunidades y economías vulnerables.
En el ámbito tecnológico, los impactos adversos de la inteligencia artificial y los ciberataques están estrechamente vinculados con los riesgos geopolíticos y sociales. La dependencia creciente de infraestructuras digitales ha generado puntos de vulnerabilidad donde ataques cibernéticos pueden desestabilizar economías y amplificar tensiones internacionales. Además, la IA, utilizada para difundir desinformación, exacerba la polarización social, dificultando las respuestas coordinadas a otros riesgos.
Los riesgos sociales, como la polarización y la desinformación, actúan como aceleradores, intensificando el impacto de otros problemas. Por ejemplo, en crisis climáticas o sanitarias, la desinformación puede obstaculizar la implementación de soluciones efectivas. A nivel geoeconómico, las confrontaciones comerciales y políticas agravan desigualdades y dificultan la cooperación global en temas clave como la regulación tecnológica o el cambio climático.
El efecto cascada de estos riesgos queda ilustrado en ejemplos como un evento climático extremo que, además de causar daños inmediatos, interrumpe cadenas de suministro, aumenta el costo de los alimentos, genera tensiones sociales y fomenta flujos migratorios, que a su vez alimentan conflictos geopolíticos. Esta dinámica evidencia que abordar riesgos de manera aislada no es suficiente y, en algunos casos, puede ser contraproducente.
La solución radica en adoptar un enfoque integral que reconozca estas interdependencias y promueva la cooperación multilateral. Gobernar este entramado de riesgos requiere anticiparse a los efectos sistémicos y construir resiliencia mediante la colaboración entre gobiernos, empresas y sociedad civil.
El informe subraya que una respuesta fragmentada no será capaz de mitigar los impactos de estos riesgos entrelazados, haciendo imprescindible un esfuerzo coordinado y estratégico.