<p>Central nuclear de Trillo (Guadalajara). Foto: Consejo de Seguridad Nuclear.<p>

Central nuclear de Trillo (Guadalajara). Foto: Consejo de Seguridad Nuclear.

El papel de la energía nuclear en la transición energética

La energía nuclear juega su papel en la transición energética global. A su favor, su capacidad de generar electricidad de manera constante con bajas emisiones, o que su producción sea independiente de las condiciones climáticas y sea una opción estable para satisfacer la demanda energética. Pero, pese a las nuevas tecnologías y la minimización de los riesgos, su adopción sigue suponiendo desafíos, como la inversión inicial para una infraestructura especializada a o la gestión segura de los residuos radiactivos. Tras más de cuatro años de deliberaciones, las autoridades europeas la han incluido dentro de su taxonomía verde como parte de esta transición hacia un futuro más sostenible. Entre defensores y detractores de esta decisión, el debate sigue abierto.

La decisión de incluir la energía nuclear, junto al gas natural, en la taxonomía verde de la Unión Europea –un sistema de clasificación diseñado para guiar inversiones hacia actividades económicas sostenibles– ha vuelto a abrir el debate y ha generado reacciones muy distintas: sus defensores argumentan que es una herramienta indispensable para reducir las emisiones de carbono y cumplir con los ambiciosos objetivos climáticos del Pacto Verde Europeo, mientras que los más críticos se refieren a los desafíos asociados a la gestión de los residuos radiactivos y otros riesgos como los accidentes, cuestionando así su sostenibilidad real a largo plazo.

Por otra parte, la inclusión de la nuclear en esta taxonomía –y que, junto al gas, se consideren actividades de transición que contribuyen a mitigar el cambio climático, siempre limitadas en el tiempo y cumpliendo unos requisitos específicos en condiciones de transparencia– podría tener importantes consecuencias, entre ellas, facilitar el acceso a financiación verde para proyectos nucleares o incentivar su expansión como parte de las estrategias de transición energética de los países miembros. También podría significar desviar fondos desde otras tecnologías más innovadoras y sostenibles, como las energías renovables, lo que crea un encendido debate a la hora de lograr un consenso sobre la manera de alcanzar una energía verdaderamente limpia y segura para el futuro.

Taxonomía verde, una herramienta para la transición

Pero más allá de este debate, ¿qué impacto supone esta decisión para el futuro energético y sostenible de la UE y para acelerar la transición energética en el continente? Y, en primer lugar, ¿qué significa este término? “La taxonomía verde de la UE es una herramienta que pone a disposición de personas, empresas y países criterios para invertir en proyectos o actividades que tengan un impacto positivo en el medio ambiente (excluyendo, por ejemplo, armas, carbón, petróleo…)”, explica a Revista Haz la directora del departamento de Energía del Ciemat (Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas), María Luisa Castaño, que aclara que para seguir impulsando la transición energética en Europa, “la UE tiene claro que siempre debe primar la neutralidad tecnológica, lo que significa que no se debe penalizar ninguna tecnología frente a otra, para dar a todos los países diferentes oportunidades”.

Castaño, miembro de grupo de expertos ”Los 100 de Cotec” para el objetivo de desarrollo sostenible: Energía asequible y no contaminante, recalca que “descartar este tipo de energía cuando hay muchos países con fuertes inversiones en energía nuclear que no pueden abandonarla así como así, no es realista”, por lo que ambas energías, gas y nuclear “juegan su papel en toda esta transición debido a que, junto a la hidráulica, son las únicas que funcionan 24 horas al día, 365 días al año, y pueden regularse –mientras que las renovables no son flexibles ni regulables–, y siempre proporcionan potencia firme y constante”.

Finalmente, con este principio de neutralidad tecnológica como base, y tras más de cuatro años de debate, se decidió incluir la energía nuclear y el gas en esta taxonomía. Y es que, “aunque todos los países tenemos las mismas metas climáticas de cara a 2030, la senda que vamos a recorrer cada uno es diferente”, señala la experta del Ciemat, que apunta que “esa es la razón por la que desde la UE se ha tenido en cuenta esto a la hora de tomar la decisión”.

Sin embargo, “los detractores de incluir, por ejemplo, el gas natural, señalan que emite CO2, y si somos puristas, eso es cierto, pero la realidad es que la necesitamos para cubrir lo que no cubren las energías renovables. En el caso de la nuclear, la aceptación social no es buena, porque existe el riesgo de los accidentes y tiene un aspecto critico a tener en cuenta, que son los residuos nucleares de larga vida, pero ocurre lo mismo que con el gas: la necesitamos”, explica Castaño.

“Es absurdo enfrentar tecnologías, hay que abandonar esa línea de enfrentamiento, porque, en el fondo, todas son complementarias y tienen que coexistir, porque, sin todas ellas, no podemos garantizar el almacenamiento masivo”, añade. “No se trata de desviar las inversiones hacia unas u otras, sino de encontrar el equilibrio, porque todas las energías son necesarias. Y esto lo digo siendo la mayor de las defensoras de las energías renovables; simplemente hay que ser realistas”, asevera la experta del Ciemat.

“Es absurdo enfrentar tecnologías, todas son complementarias y tienen que coexistir. Sin ellas no podemos garantizar el almacenamiento masivo”, María Luisa Castaño (Ciemat).

A su juicio, Europa necesita reindustrializarse. “La industria que fabrica cosas, y que necesita mucha energía, la hemos perdido en favor de deslocalizar factoría en países asiáticos”. “Si la recuperamos seremos más resilientes y para recuperarla se necesita mucha energía”, añade Castaño, que suma a esta alta demanda otro sector: el del big data. “Estamos en una era digital en la que necesitamos almacenar y procesar ingentes cantidades de datos, y por ello necesitamos enormes data center, que son grandes consumidores de energía, y esto no tiene vuelta atrás. Necesitamos y vamos a seguir necesitando energía 24/7 y, hasta el momento, las renovables no cubren el 100% de estas necesidades, al menos hasta que desarrollemos nuevas tecnologías en este sentido que lo permitan”, explica Castaño.

Nueva actualización del Plan Nacional de Energía y Clima

El Consejo de Ministros, a propuesta del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco), aprobó el pasado mes de septiembre el Real Decreto que actualiza el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC 2023-2030) –aprobado en 2021 con el objetivo de lograr la descarbonización de la economía de cara a 2050– y que también contempla la contribución del parque nuclear español a la transición energética de nuestro país. Pero ¿qué novedades aporta esta actualización y qué significará a nivel práctico con respecto a su aprobación en 2021?

“El PNIEC es un documento obligado para los 27 países que tiene como finalidad llegar a los objetivos del Green Deal y la senda que ha dibujado España está, precisamente, en este documento, que este año ha sido objeto de una actualización que se realiza cada dos años desde su aprobación en 2021”, aclara esta experta, que añade que “se trata de una revisión que lo convierte en un plan más ambicioso respecto a lo que se había dibujado en 2021”. Por ejemplo, con el objetivo de reducir las emisiones CO2 respecto a 1990, que pasa de un 23% a un 32%.

Otra novedad es el objetivo de aumentar la eficiencia energética, que avanza de un 41,7% en 2021 a un 43%, o el porcentaje de energía renovable que formará parte del mix energético final, que en 2021 era de 42% y en esta revisión pasa a ser del 48%. El porcentaje de energía renovable que debe existir en la generación eléctrica pasa de un 74% en 2021 a un 81% en esta revisión. El plan contempla también el aumento en la cantidad de coches eléctricos, la rehabilitación eficiente de viviendas, etc., “pero para todo ello necesitamos incentivos y, sobre todo, ser ambiciosos. La apuesta tiene que ser clara y las acciones relevantes, y todo ello tiene que ver con cómo producimos energía, por supuesto, pero también con cómo la consumimos”, añade Castaño.

En lo que respecta a los retos y avances de la gestión de residuos nucleares y el desmantelamiento y cierre de las centrales en España –siete actualmente en funcionamiento–, nuestro país cuenta con la empresa pública Enresa, que se encarga de su gestión y cuenta con un emplazamiento para los residuos de media y baja actividad en El Cabril (Córdoba) que podría albergar incluso los que vengan de los desmantelamientos y cierres de las centrales. Además, los fondos necesarios para llevar a cabo estos procesos están garantizados, ya que se paga un impuesto previo que se destina a un fondo para la gestión de los residuos de larga vida.

Sin embargo, señala Castaño, “mi opinión es que, en este momento no hay una razón técnica para los cierres de las centrales, sino que es una decisión política”. A su juicio, “a todas las instalaciones estos cierres les van a pillar con menos de 50 años de vida y podrían operar en perfectas condiciones hasta más de 60 años, es decir, podrían seguir funcionando sin riesgos”.

“No hay una razón técnica para los cierres de las centrales, es una decisión política. Podrían operar en perfectas condiciones hasta más de 60 años”, María Luisa Castaño (Ciemat).

Y en ese sentido, este proceso, apunta, “lo estamos haciendo en solitario con respecto a Europa, porque somos el único país con un plan de cierre programado, con un calendario ya establecido, pese a que nuestras centrales aún no son antiguas y tenemos ejemplos como Suecia, donde, por ejemplo, una de sus centrales opera en perfectas condiciones desde los años 60, porque esto es técnicamente posible”.

Comunicación clara para un mejor conocimiento

“La inclusión de la energía nuclear en la taxonomía verde de la UE representa una decisión estratégica clave al reconocerse formalmente su papel esencial en la descarbonización y la sostenibilidad del continente”, coincide la experta Amparo Soler,  senior supervisor en el departamento de Energía Nuclear de Nfoque Advisory, Solutions, outsourcing y presidenta de Women in Nuclear España, que recuerda que la energía nuclear produce actualmente el 25% de la electricidad en Europa y representa el 50% de la electricidad baja en carbono, “una contribución vital para alcanzar los objetivos climáticos de la UE y evitar un aumento en la dependencia energética, especialmente en un contexto de crisis de precios altos, como ocurre actualmente”.

“Es innegable que la energía nuclear enfrenta desafíos, como la gestión de residuos, la seguridad o el almacenamiento a largo plazo, pero estos desafíos no son exclusivos de la energía nuclear: todas las fuentes de energía se enfrentan cuestiones similares, como la gestión de recursos críticos y el impacto ambiental con la denominada huella energética de cada fuente de energía”, afirma Soler.

“También es innegable que es un tema polarizador y que la percepción pública de la energía nuclear es negativa, influenciada por factores culturales y psicológicos, por eso, defiende, la comunicación clara y efectiva sobre sus beneficios y su seguridad es esencial para fomentar la aceptación y el apoyo de la sociedad”.

“Como profesional con más de 20 años de experiencia en seguridad nuclear, la inclusión de esta en la taxonomía verde de la UE no es solo un reconocimiento necesario de su relevancia en la transición energética, sino también un paso crucial hacia un futuro más sostenible y menos dependiente de los combustibles fósiles”, afirma Soler, que recuerda que “sin energía nuclear, la ambición de alcanzar los objetivos de sostenibilidad de la UE se convierte en un desafío aún mayor”. “La energía nuclear no es la solución, pero sin energía nuclear no hay solución”, añade.

A las ventajas más conocidas — su capacidad de operar de manera constante y a plena potencia, independientemente de las condiciones climáticas y el hecho de proporcionar un ‘colchón’ de estabilidad que permite cubrir la demanda básica de electricidad 24/7— se suma su potencial de innovación con el desarrollo de reactores de cuarta generación y la fusión nuclear, tecnologías que prometen una mayor eficiencia, seguridad y un menor volumen de residuos.

“Es innegable que es un tema polarizador y que la percepción pública de la energía nuclear es negativa. Por eso, la comunicación clara y efectiva sobre sus beneficios y su seguridad es esencial”, Amparo Soler (Woman in Nuclear).

La tecnología ya está ofreciendo soluciones como los reactores de IV generación y los reactores rápidos, diseñados para reutilizar residuos nucleares como combustible, lo que, no solo reduce el volumen de residuos, sino que también disminuye el tiempo necesario para su almacenamiento. “Esta capacidad de reciclar los residuos podría cambiar la percepción pública y ambiental del impacto de la energía nuclear, superando una de las principales preocupaciones clave de manera efectiva”, vaticina Soler.

“Estos avances proyectan un futuro en el que la energía nuclear no solo será una columna vertebral de la descarbonización, sino también más segura, sostenible y económica”, remarca Amparo Soler, apuntando que, por eso, la UE ha destinado fondos importantes a la investigación y desarrollo en este ámbito, “reconociendo así que la tecnología nuclear será determinante para un sistema energético limpio, confiable y competitivo”.

En su opinión, para lograr esta transición energética justa “es crucial abordar los desafíos de la energía nuclear con una visión equilibrada y pragmática, reconociendo tanto sus fortalezas como los obstáculos que enfrenta”. Por ello, cree que “un enfoque eficiente sería integrar la energía nuclear con las renovables, ya que juntas pueden contribuir a la descarbonización, la estabilidad de suministro y la reducción de emisiones de carbono, especialmente si tenemos en cuenta que la nuclear aporta generación constante y baja en carbono, esencial para reducir la dependencia de combustibles fósiles”. “La combinación adecuada de renovables y nuclear puede ayudar a la UE a alcanzar sus objetivos climáticos de una manera justa, realista y sostenible, asegurando tanto el bienestar económico como el compromiso ambiental”, agrega Soler.

En cuanto al riesgo, considera que la inclusión de la energía nuclear en la taxonomía verde pueda desincentivar el desarrollo e inversión en otras fuentes de energía renovables, pero insiste en que “es crucial entender que la energía nuclear y las energías renovables no son competidoras, sino aliadas en la transición energética” y que esta transición hacia una economía más sostenible requiere un enfoque diversificado, creando así un entorno propicio para el desarrollo de una combinación equilibrada y sostenible”. A su juicio, “la clave está en establecer políticas que fomenten la colaboración entre tecnologías, garantizando que la transición energética sea justa y efectiva para todos los sectores de la economía”.

“Es crucial entender que la energía nuclear y las renovables no son competidoras, sino aliadas en la transición energética”, Amparo Soler (Woman In Nuclear).

Soler coincide en el hecho de considerar el cierre y desmantelamiento de las centrales nucleares en España como un desafío significativo “que requiere de una planificación rigurosa y un compromiso a largo plazo” y, en este sentido, recuerda que “España está realizando importantes esfuerzos para avanzar hacia tecnologías que permitan el tratamiento y reciclaje de residuos, además de investigar opciones para el almacenamiento geológico profundo, que ya ha demostrado ser una opción segura a largo plazo”.

Sin embargo, Soler cree que “en lugar de ver el cierre de las centrales nucleares como un fin, debemos considerar la posibilidad de alargar la vida operativa de las plantas existentes”. “En Estados Unidos, de los 94 reactores en funcionamiento, 81 ya tienen autorizaciones para operar durante 60 años, y recientemente, las unidades 1 y 2 de la central nuclear de North Anna, en Virginia, recibieron la aprobación para extender su operación hasta los 80 años”. Este alargamiento de la vida operativa de estas instalaciones, concluye, “no solo optimizará la utilización de las infraestructuras existentes, sino que también contribuirá a la estabilidad del suministro energético.

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