COP29: avances climáticos entre promesas y críticas

COP29: avances climáticos entre promesas y críticas

La cumbre del clima, que se ha celebrado en Bakú (Azerbaiyán) con líderes de casi 200 países, ha dejado un balance mixto entre avances concretos y desafíos persistentes en la lucha contra el cambio climático.

La nueva edición de la Conferencia de las Partes de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático ha tenido como eje central la financiación climática y el fortalecimiento de los compromisos internacionales para limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 °C, tal como se establece en el Acuerdo de París.

Esta COP ha llegado en un momento crucial, marcado por eventos climáticos extremos, como inundaciones, sequías y olas de calor, que han puesto de manifiesto la urgencia de implementar medidas más ambiciosas.

Durante la cumbre se han discutido temas críticos como la financiación climática para países en desarrollo, la implementación de mecanismos globales de mercados de carbono y el impacto de la transición energética en las economías globales.

En el transcurso de las negociaciones, los países han acordado un plan para triplicar la financiación destinada a los países en desarrollo, pero este compromiso ha generado reacciones mixtas, con algunos sectores aplaudiendo el avance y otros señalando que la cifra aún queda lejos de las necesidades reales.

A lo largo del evento, la influencia de actores como la industria de combustibles fósiles también ha despertado críticas y cuestionamientos sobre el alcance real de las decisiones tomadas en Bakú.


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Más fondos para la transición y mitigación climática

Uno de los hitos más destacados de la COP29 ha sido el compromiso alcanzado para hacer frente a los efectos del cambio climático y promover una transición justa hacia economías más sostenibles que establece un aporte anual de 300.000 millones de dólares hasta el año 2035.

Los fondos estarán destinados principalmente a mitigar los impactos climáticos en las naciones más vulnerables, proteger vidas y medios de subsistencia, e impulsar la transición hacia energías limpias.

Este aumento significativo responde a las demandas históricas de los países en desarrollo, que durante años han insistido en la necesidad de un apoyo financiero sólido para enfrentar las consecuencias del cambio climático, que afectan de manera desproporcionada a sus poblaciones.

Sin embargo, las reacciones al acuerdo han sido mixtas. Mientras algunos celebran el avance como un paso positivo, diversas organizaciones, como el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), han calificado el acuerdo como “débil” e insuficiente para enfrentar la magnitud de la crisis climática. Según expertos, los países en desarrollo requieren entre 1 y 1,3 billones de dólares anuales para cubrir las necesidades relacionadas con la adaptación y mitigación del cambio climático.

Además, el acuerdo incluye un compromiso para revisar periódicamente las contribuciones y asegurarse de que los fondos se distribuyan de manera equitativa y eficaz. Aun así, el WWF ha expresado su preocupación por la falta de claridad sobre las fuentes de estos fondos y la ausencia de mecanismos robustos para garantizar su implementación, ya que gran parte de los fondos dependerán de aportaciones voluntarias de países desarrollados y del sector privado, lo que genera incertidumbre sobre su viabilidad a largo plazo.

El reto será garantizar que los fondos prometidos se materialicen y lleguen de manera efectiva a quienes más los necesitan. Muchas de las promesas de financiación climática realizadas en conferencias anteriores aún no se han cumplido completamente.

A pesar de estos cuestionamientos, algunos líderes políticos destacaron que el acuerdo representa un progreso en las negociaciones climáticas, al menos en términos de aumentar la atención sobre la financiación.

Sin embargo, tanto críticos como defensores coincidieron en que el verdadero reto será garantizar que los fondos prometidos se materialicen y lleguen de manera efectiva a quienes más los necesitan.

De hecho, muchas de las promesas de financiación climática realizadas en conferencias anteriores, como la meta de 100.000 millones de dólares anuales fijada en la COP15 de 2009, aún no se han cumplido completamente. Esto subraya la necesidad de un seguimiento constante y una mayor ambición en futuras cumbres, incluida la próxima COP30 en Brasil.

Nuevo marco para la reducción de emisiones de CO2

Otro resultado destacado de la COP29 ha sido el avance en la implementación de un mercado global de carbono, formalizado bajo el Artículo 6 del Acuerdo de París. Este mecanismo permite la comercialización de créditos de carbono entre países, organizaciones y sectores privados, con el objetivo de incentivar proyectos de reducción de emisiones y canalizar inversiones hacia iniciativas sostenibles.

El acuerdo establece un marco regulatorio que busca evitar la doble contabilización de las reducciones de emisiones y garantizar la integridad ambiental de los créditos emitidos. Esto significa que cada tonelada de dióxido de carbono reducida o eliminada solo podrá ser registrada una vez, ya sea en el país donde se origina o en el país que la adquiere a través del mercado de carbono. Este principio es clave para preservar la credibilidad del sistema y asegurar que realmente contribuya a los objetivos climáticos globales.

El nuevo mercado global de carbono también prevé la participación de países en desarrollo, lo que podría generar importantes flujos financieros hacia proyectos locales de mitigación, como la reforestación, el desarrollo de energías renovables o la captura de carbono en sectores industriales.

No obstante, algunos críticos han señalado que el acuerdo carece de mecanismos robustos para evitar posibles abusos, como la sobreemisión de créditos o la financiación de proyectos que no generan beneficios climáticos reales.

Por otro lado, la implementación de este mercado ha sido bien recibida por sectores empresariales, que ven en él una oportunidad para integrar las estrategias de carbono en sus modelos de negocio. Al mismo tiempo, se espera que este mecanismo desempeñe un papel clave en la reducción de emisiones a nivel global, al facilitar la transferencia de recursos financieros y tecnológicos entre países.

El nuevo marco regulatorio para evitar la doble contabilización de las reducciones de emisiones ha sido bien recibido por sectores empresariales, que ven en él una oportunidad para integrar las estrategias de carbono en sus modelos de negocio.

A pesar de los avances, el acuerdo sobre el mercado de carbono tampoco ha estado exento de controversias. Organizaciones de la sociedad civil han expresado su preocupación por la falta de garantías para que los proyectos financiados respeten los derechos humanos y promuevan una transición justa.

Además, algunos delegados cuestionaron si los mercados de carbono, por sí solos, serán suficientes para lograr las reducciones necesarias y pidieron que se prioricen también acciones directas para eliminar las emisiones en origen.

El polémico papl de la industria de los combustibles fósiles

La COP29 ha estado marcada por una notable y polémica participación de representantes de la industria de combustibles fósiles, que han formado una de las delegaciones más grandes en la cumbre. Este hecho ha generado una gran controversia entre delegados, activistas y organizaciones ambientales, quienes cuestionaron la influencia de este sector en las negociaciones y su compromiso real con la transición hacia un modelo energético más sostenible.

Los representantes de la industria han justificado su presencia argumentando que son actores clave en la transición energética, ya que poseen los recursos y la infraestructura necesarios para implementar soluciones tecnológicas, como la captura y almacenamiento de carbono.

Con todo, esta postura fue recibida con escepticismo por muchos participantes de la COP29, que señalaron que las empresas de combustibles fósiles han estado tradicionalmente asociadas con retrasos en la adopción de políticas climáticas ambiciosas.

Los representantes de la industria de combustibles fósiles formaron una de las mayores delegaciones de la cumbre, cuestionándose su influencia en las negociaciones y su compromiso real con la transición hacia un modelo energético más sostenible.

Críticos de su presencia destacaron el riesgo de que la influencia de estos actores en las negociaciones pudiera diluir los compromisos climáticos y perpetuar la dependencia de los combustibles fósiles. Además, la falta de restricciones claras sobre la representación de intereses corporativos en la COP29 fue vista como un reflejo de la necesidad de reformar el proceso de gobernanza climática de la ONU.

Por su parte, algunos delegados gubernamentales defendieron la inclusión de la industria, argumentando que el cambio climático es un desafío que requiere la cooperación de todos los sectores, incluidos aquellos responsables de las mayores emisiones. No obstante, hicieron énfasis en la necesidad de transparencia y compromiso real por parte de estas empresas para garantizar que sus acciones no obstaculicen el progreso en la lucha contra el cambio climático.

De cara al futuro, la COP30, que se celebrará en Brasil, se perfila como una oportunidad crítica para cerrar las brechas que persisten en la acción climática global. Los principales puntos de atención incluirán la revisión de los compromisos financieros, el monitoreo de la implementación del mercado de carbono y la adopción de medidas más ambiciosas para la reducción de emisiones.

La participación de todos los sectores será clave, pero con una vigilancia más estricta para asegurar que los intereses económicos no obstaculicen los objetivos climáticos. De igual manera, será crucial fortalecer la confianza entre los países desarrollados y en desarrollo, garantizando que las promesas hechas en las cumbres climáticas se traduzcan en acciones concretas y verificables.

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