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La empresa peruana Sinba ha creado una planta de recuperación de materiales reciclables inorgánicos que usa tecnología con inteligencia artificial. Foto: Sinba.
Empresas latinoamericanas que cambian el juego en la lucha contra el plástico
En solo dos décadas, la producción anual de residuos plásticos en todo el mundo ha pasado de 180 millones a más de 350 millones de toneladas, según el informe Perspectivas Mundiales del Plástico de la OCDE. La mayor parte de estos residuos no se gestionan adecuadamente, con casi una cuarta parte (22%) terminando en vertederos abiertos o en la naturaleza. Solo el 9% se recicla, mientras que el 69% restante se incinera o se entierra.
Dado que los envases representan casi el 40% del peso total de los residuos plásticos generados en el mundo, su reducción y reciclaje son una prioridad en la lucha contra la contaminación por este material.
Hace más de diez años, cuando estaban en la universidad, Julio Álvarez y su grupo de amigos realizaron varias jornadas de limpieza en playas de Acapulco y en zonas contaminadas de Ciudad de México. No tardaron en darse cuenta de que, cada vez que limpiaban las zonas, no solo no mejoraban, sino que estaban cada vez más sucias. “En ese momento, nos dimos cuenta que era un tema de educación”, expresa Álvarez.
El emprendedor mexicano creó Grupo Promesa para fomentar la conciencia y educar sobre el consumo responsable y la responsabilidad compartida de los ciudadanos. “Comenzamos implementando programas de educación ambiental en escuelas. En ese marco, los estudiantes adquieren los conocimientos necesarios para tomar acción y, a la vez, educar a sus padres sobre el consumo responsable y el reciclaje efectivo de los residuos que generan en casa”, cuenta.
Al mismo tiempo, cada escuela implementa campañas permanentes de recuperación de residuos plásticos y otros materiales reciclables. “Nosotros nos encargamos de la recolección, transporte y reciclaje de estos materiales, garantizando un proceso transparente y trazable, que incluso genera beneficios a causas sociales”, explica Álvarez. De esa forma, el programa se autofinancia.
Actualmente, el programa se está replicando en empresas, restaurantes, hoteles y zonas residenciales. Sobre nuevos proyectos, Álvarez señala que están “en fase de pruebas piloto con una aplicación de gamificación que busca mejorar los hábitos de consumo y generar conciencia sobre el impacto positivo de cada acción de reciclaje. Nuestra comunidad activa, que ya cuenta con más de 500.000 personas, podrá utilizar esta aplicación para acceder a beneficios exclusivos ofrecidos por nuestros aliados y contribuir a causas sociales”.
El Grupo Promesa nació en México para concienciar y educar sobre el consumo responsable, implantando programas de educación ambiental en escuelas, empresas y restaurantes, entre otros. Foto: Grupo Promesa.
En 2004, en Colombia, nació Fibtex con la idea de solucionar las necesidades de empaques especiales que no se encontraban en el mercado colombiano. Durante más de diez años, el equipo mantuvo el enfoque en la necesidad de proteger y almacenar materias primas y productos terminados. A partir de 2013, comenzaron a operar en Perú y desde entonces han crecido en los sectores de café y cacao.
Desde Fibtex, certificada como Empresa B (cumplen con estándares rigurosos para su desempeño social y ambiental y de transparencia), tienen claro que el problema no es el plástico en sí mismo. El plástico, como invento y tecnología, es un material con muchas virtudes que ha permitido el desarrollo de la sociedad tal como la conocemos. Este material se encuentra en el desarrollo de tecnologías del sector salud, almacenamiento, informática, alimentación, etc. “La verdadera problemática está en la disposición que se le da a este material una vez termina su ciclo de vida”, señala Juliana Ramírez Restrepo, gerente comercial y socia fundadora de Fibtex.
Una de las soluciones que esta empresa ha implementado es el programa de reciclaje anticipado, que consta de dos partes: educación ambiental, para enseñar y demostrar que el plástico es un elemento tan versátil que puede incluirse en los procesos de producción cuantas veces sea necesario promoviendo así un ciclo de verdadera economía circular, y la recolección de material plástico, implementando un proceso de recolección, clasificación, compactación y transformación de material plástico dirigido a sus clientes. Este proceso ha permitido vincular a otros actores de la cadena y aumentar el impacto positivo generado.
La colombiana Fibtex soluciona la necesidad de empaques especiales para materias primas y producto terminado, como café y cacao. Foto: Fibtex.
Actualmente, tienen dos soluciones para la transformación del plástico: el reciclaje químico, que se realiza mediante un proceso de pirólisis que consiste en la degradación térmica de una sustancia en ausencia de oxígeno, y el reciclaje mecánico, un proceso mediante el cual los polímeros se separan según su tipo y se someten a etapas físicas de fundición y extrusión, permitiendo su transformación y la adquisición de las propiedades finales requeridas sin alterar su composición química.
La idea de crear Huella Verde surgió en 2017 en Cumbaya, Ecuador, cuando Andrea Garzón, comprometida con la protección del ambiente y la reducción de residuos, identificó la necesidad de solucionar el problema de la contaminación del plástico de un solo uso en los espacios de comida de los centros comerciales. El objetivo era eliminar el uso de desechables y reducir la generación de residuos con modelos de reúso, implementando un servicio innovador de provisión y lavado de vajilla reutilizable, y recuperación de residuos orgánicos y reciclables.
En alianza con los centros comerciales, Huella Verde instala una estación de lavado y almacenamiento de vajilla en las zonas de comida y ofrece un servicio de provisión y lavado de platos de cerámica, cubiertos de acero inoxidable y vasos de policarbonato a sus restaurantes.
“Queremos que en todos los patios de comidas de Ecuador y Latinoamérica se reemplace la vajilla desechable por reusable y se recuperen los desperdicios de comida, además de aumentar el consumo de productos en envases retornables en supermercados. Y así, replicar estas buenas prácticas en otros espacios”, dice Garzón.
Huella Verde – empresa también B- implementó un sistema en el que los restaurantes de las zonas de comida reciben diariamente platos de vitrocerámica, cubiertos de acero inoxidable y vasos de policarbonato. Estos artículos reusables son recogidos e higienizados en una estación de lavado instalada en el mismo patio de comidas. Además, diseñaron estaciones de recolección que reemplazan los basureros tradicionales, permitiendo la clasificación efectiva de residuos orgánicos y reciclables.
Actualmente, se implementó el modelo en nueve espacios de comida de Ecuador brindando el servicio a 125 restaurantes y evitando diariamente más de 60.000 plásticos de un solo uso. “Además hemos asesorado la implementación del modelo Huella Verde en dos patios de comida de Chile”, agrega Garzón. Los planes a futuro incluyen la apertura de más zonas de comida en Ecuador, con una nueva apertura prevista para 2024. También apuntan a la internacionalización del servicio, expandiendo sus operaciones más allá de Chile.
Huella Verde quiere solucionar el problema de la contaminación del plástico de un solo uso en los espacios de comida de los centros comerciales, reemplazando la vajilla desechable por reusable. Foto: Huella Verde.
Otra Empresa B de Lima, Perú, que genera impacto en la región desde 2016 es Sinba. Surge cuando tres amigos decidieron convertir los residuos orgánicos de restaurantes en alimento para cerdos. Hoy, se reaprovechan los residuos orgánicos convirtiéndolos en alimento animal y abonos orgánicos. Además, se recuperan materiales reciclables inorgánicos en CIRC (Centro Inclusivo de Recuperación Circular), en colaboración con recicladores.
“En 2022, inauguramos CIRC, una planta de recuperación de materiales reciclables inorgánicos que colabora con recicladores y usa tecnología con inteligencia artificial para el reconocimiento y análisis de los materiales procesados. Una vez que el material ha sido identificado, seleccionado y acondicionado, CIRC lo vende a industrias para la fabricación de nuevos productos a partir de metales, plásticos, vidrio, papel y cartón reciclados. Esto reduce la cantidad de residuos que termina en el ambiente y también contribuye a la sostenibilidad de industrias locales a través del uso de materias primas de bajo impacto”, cuenta Paula Merchán, responsable de comunicación de Sinba.
El material que llega a CIRC proviene de dos fuentes: de los servicios de gestión sostenible de residuos que Sinba provee para empresas y hogares, así como de los recicladores y acopiadores pequeños que comercializan sus materiales.
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“El 10 de julio de 2024, inauguramos nuestra primera planta de madera plástica, en asociación con Desafío Ambiente, una empresa chilena con diez años de experiencia. En esta planta se procesan plásticos difíciles de reciclar, como envolturas de snacks, conocidas como plástico flexible, y plásticos rígidos, como envases de productos de cuidado personal”, relata Merchán.
Buplasa, fundada en 1982 por Carlos Busnelli en Argentina, comenzó como una empresa dedicada a la creación de productos de plástico tradicional para la industria cosmética. Con el tiempo, la preocupación por el impacto ambiental y social que generaba la empresa, llevó a una transformación significativa. Laura Busnelli, presidente de Buplasa, explica que hace algunos años decidieron cambiar su relación con el plástico, desarrollando una línea de productos con impacto positivo, utilizando material recuperado y bioplásticos, y en 2020 se certificaron como Empresa B.
Buplasa ha creado la estación de reciclado Buply, que buscan crear ¨una comunidad de reciclaje”, reposicionando el uso del plástico y el concepto de economía circular. Foto: Buplasa.
Con este nuevo enfoque, crearon Buply, un ecosistema con el objetivo de convertir los residuos plásticos en recursos valiosos. Implementaron un programa integral de valorización, concienciación, recuperación y reciclaje de plástico, colaborando con usuarios, retailers, empresas y recicladores para crear economías circulares.
En Buply, buscan generar una experiencia fácil y divertida de reciclaje, superando las barreras que evitaban que las personas actuaran. Se instaló una estación de reciclaje en el centro comercial Unicenter y se desarrolló una aplicación móvil que permite a los usuarios registrar los kilos de plástico reciclados, ver métricas de impacto ambiental y acceder a beneficios exclusivos. En el primer año desde la apertura de su estación, han atraído a más de 2.000 usuarios que regularmente reciclan con ellos. Hasta ahora se han reciclado más de 16.500 kilos de plástico.
Para fomentar la educación y concienciación, han generado varios puntos de vinculación con distintas comunidades, incluyendo talleres sobre sostenibilidad en instituciones educativas, y participaciones en eventos y ferias para brindar experiencias de reciclaje. Buply también colabora con empresas para crear soluciones sostenibles. Un ejemplo destacado es su colaboración con Heladerías Chungo y Grupo Estisol, en un plan de acción para la recuperación de envases de helado de Isopor.
En el futuro, Buply planea expandir su red de puntos de recolección en Argentina, promover la economía circular y crear nuevos puestos de trabajo. También buscan seguir desarrollando acciones de sensibilización y colaboración, inspirando a otras empresas a adoptar prácticas sostenibles y mostrando que estas no solo son posibles, sino también beneficiosas para el negocio y la comunidad.