<p>Foto: Cinesi.<p>

Foto: Cinesi.

“Hay que rediseñar las ciudades y centrarlas en las personas, no en los coches”

El sector del transporte es uno los mayores emisores de gases de efecto invernadero. Con motivo del Día Mundial por la Reducción de las Emisiones de CO2 este domingo, ‘Revista Haz’ ha entrevistado a Ana Solá, CEO de la consultora Cinesi y experta en movilidad sostenible. Con ella hablamos de la ley que prepara el Gobierno en esta materia, sobre movilidad urbana y cómo deberían cambiar las ciudades para ser más sostenibles, y de los planes de desplazamiento que deben implementar las grandes empresas.
29 enero 2024

Todos los caminos conducen a la descarbonización de la economía. Mitigar la crisis climática y sortear sus peores consecuencias pasa por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. En el calendario europeo, el 2050 está marcado en rojo: la UE pretende ser neutra en términos climáticos para ese año, es decir, se ha marcado el objetivo de tener una economía con cero emisiones netas.

Por sectores, uno de los prioritarios en la hoja de ruta de la descarbonización es el del transporte, uno de los más contaminantes. Se calcula que en España este sector representa el 25% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero, los principales causantes del cambio climático. Según los datos del Ministerio para la Transición Ecológica, por modos de transporte, la carretera supone casi el 95% de las emisiones, frente a una contribución bastante más minoritario del resto.

Por eso, en la agenda de la sostenibilidad de gobiernos y el sector privado la movilidad sostenible es un objetivo preferente. Para abordar la sostenibilidad en el transporte hemos conversado con Ana Solá, CEO de Cinesi, consultora que asesora a Administraciones públicas y a empresas en la evaluación y desarrollo de estrategias y en la realización de proyectos de movilidad y transporte.

¿Cuáles son los retos más apremiantes en materia de movilidad sostenible?

Diría que son tres retos principales: el primero, la movilidad activa, en el sentido de que se necesita una planificación a nivel municipal más centrada en este tipo de movilidad, y esto implica la pacificación de calles para hacer más atractivo el hecho de desplazarse a pie, por ejemplo, o tener una buena red de carriles bici. Estas serían las principales acciones para fomentarla.

El segundo reto tiene que ver con el transporte público: tenemos que asegurar que el sistema de transporte público pueda gestionar los aumentos de demanda significativos que pueda tener por el hecho de ir reduciendo el uso del vehículo privado; tiene que haber una alternativa que aguante la movilidad que la gente necesita realizar en su día a día.

Y, la tercera pata son los servicios de movilidad compartida: es necesario asegurar que estos servicios estén alineados e integrados con la política de fomento de la movilidad sostenible de cada ciudad. Hablamos de servicios como el carsharing o el carpooling, por ejemplo, que reducen el número de vehículos en circulación y, por tanto, también el consumo energético, o el uso de servicios de bicicletas compartidas e incluso vehículos de movilidad personal.

¿Fomentar la movilidad activa implica rediseñar nuestras ciudades?

Uno de las transformaciones principales que deberíamos hacer es el cambio de urbanismo en las ciudades. Hasta ahora, han estado muy diseñadas para el vehículo privado y lo que tenemos que hacer es que estas políticas municipales cambien este concepto y vuelvan a centrar todo lo que es el urbanismo en el peatón, en las personas, y dejar al vehículo privado aparte.

Si esto realmente se lleva a cabo y este cambio de cultura y de política se aplica, es automático que las ciudades tengan más movilidad activa y el transporte público aumente más, ya que las redes de transporte se adaptan a esas necesidades. Esto no quiere decir que tengas que hacer toda la ciudad peatonal, ni muchísimo menos. Pero si tienes una serie de ejes, unas calles donde evitas que el vehículo privado circule, se hace un mayor uso por los peatones de ese espacio, y la persona que necesitan coger el vehículo por lo que sea, ya toma sus rutas alternativas, así te vas adaptando y acostumbrado al nuevo sistema de la ciudad. Lo que se busca no es eliminar el uso del vehículo privado, sino racionalizar su uso.

Va a cambiar la manera de movernos, y, de hecho, ya está cambiando porque para la juventud ya no es imprescindible tener un vehículo privado, y el hecho de compartirlo y usar las nuevas tecnologías y aplicaciones que tienen más al alcance, lo hace todo más sencillo. Años atrás, por ejemplo, se veía mal en algunas ciudades el uso del transporte público y ya no es así. Ahora si miras en las ciudades europeas punteras, lo utilizan todos, incluidos los políticos.

En movilidad sostenible, en España, no estamos de todo mal, pero aún queda muchísimo camino por hacer.

¿Cuáles son esas ciudades punteras europeas, el espejo en el que debemos mirarnos en materia de movilidad sostenible?

La descarbonización va muy unida a la inversión, entonces, todos aquellos países que disponen de presupuesto más elevado son los que mejor resultados tienen. En Europa, estaría, por ejemplo, Suecia que encabeza la lista, seguida de Dinamarca, Noruega y Suiza. Pero, si miramos un poco más cerca vemos que Francia también está reduciendo dependencia de los combustibles fósiles, invirtiendo en biocombustibles y energías renovables. Es una un país que ha apostado mucho por esta descarbonización y por una movilidad más sostenible. En el Reino Unido, Londres es otra ciudad en el que la reducción de emisiones por el transporte es considerable.

¿Y en qué situación estamos en España? ¿Nuestras ciudades están adoptando suficientes medidas?

En España tenemos diferentes grupos de ciudades. Unas están casi al mismo nivel que otras ciudades europeas pioneras, como Vitoria, que es casi líder en España, y San Sebastián, que estaría muy cerca también. Vitoria es una de las ciudades con mayor superficie de espacios verdes (tiene 42 m² de zona verde por persona); dispone de más de 170 kilómetros de carril bici; ha apostado por el tranvía como transporte público, como un medio con más capacidad, y ha puesto en marcha supermanzanas. Ha hecho una reforma estructural del espacio público que les ha permitido este cambio.

Hay otro conjunto de ciudades, como pueden ser Bilbao, Valencia y Barcelona, que estarían en un segundo grupo, las que lideran el ranking en cuanto a su compromiso por la movilidad sostenible, sobre todo el compromiso de los gobiernos municipales con los diferentes planes de movilidad que tienen diseñadas estas ciudades. Y, luego hay otras, como Málaga o Zaragoza, que están desarrollando en los últimos tiempos numerosas acciones para subirse al carro y que las ciudades sean lo más sostenibles posible en cuanto a movilidad.

Digamos que en España no estamos de todo mal, pero aún queda muchísimo camino por hacer. En las ciudades, el transporte público se está electrificando cada vez más, toda la flota nueva que se está comprando es eléctrica e incluso algunos autobuses de hidrógeno.

A nivel estatal, hay un primer punto que se ha establecido sobre todo con la gran noticia de que la Ley de Movilidad Sostenible va a aprobarse en febrero de este año, puede ser un punto de inflexión.


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Sí, el ministro de Transportes, Óscar Puente, ha anunciado que la Ley de Movilidad Sostenible, paralizada por el adelanto electoral, ‘está al caer’. ¿Qué va a suponer esta normativa?

Será el punto de partida para marcar dónde estamos y, sobre todo, el punto al que queremos llegar. Es una iniciativa clave para fomentar la movilidad sostenible a nivel nacional y alinearla con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030. Esta ley nos va a permitir que acciones como desarrollar zonas de bajas emisiones en las ciudades o realizar planes de movilidad en el trabajo tengan una regulación.

Aunque la anterior ministra de Transportes, Raquel Sánchez, dijo que por el momento no se iba a penalizar a aquellas ciudades que no cumplan con estas acciones, sí es cierto que, como mínimo, habrá un marco regulador y, seguramente, a medida que vayamos avanzando en el tiempo y veamos que no cumplimos con los objetivos de descarbonización que nos exige Europa, porque en 2050 tenemos que ser ciudades de cero emisión, pues sí que al menos habrá un apoyo para que realmente estas acciones terminen siendo obligatorias o penalizadas en el caso de que las ciudades no las lleven a cabo.

La Ley de Movilidad puede ser un punto de inflexión. Es clave para fomentar la movilidad sostenible y alinearla con los ODS y los objetivos climáticos de la UE.

Otra medida que parece que quiere implantar el Gobierno es reducir los vuelos cortos en España…

Esta medida ya la están desarrollando algunas empresas en sus planes de desplazamiento de empleados. Pero es cierto que para que esto se lleve a cabo tienes que tener una red de ferrocarril en muy buenas condiciones, sobre todo, en la red de alta velocidad, y en España, hoy por hoy, hay algunos puntos que no están del todo servidos, sobre todo en alta velocidad, lo que hace un poco complicado que esto se pueda realizar.

La verdad es que esto es una buena acción, pero teniendo en cuenta que el transporte público, y en este caso la alta velocidad, tiene que asegurar los aumentos de demanda que esta medida pueda implicar. No podemos empezar a retirar vuelos si luego no tenemos los servicios necesarios.

En Cinesi asesoran también a las empresas para desarrollar planes de movilidad sostenible, ¿qué pueden aportar?

Es otro de los puntos que se contemplan en la Ley, impulsar estos planes de movilidad en el trabajo. Son de obligado desarrollo para las compañías con más de 500 trabajadores o bien para empresas con 250 personas por turno. Pero, como comentaba antes sobre las zonas de bajas emisiones, están obligadas a hacerlo, pero no hay penalización por el hecho de no hacerlos.

Este es siempre el problema que tenemos, mientras que no sea penalizado el hecho de que no lo tengan, pues es difícil que lo acaben de desarrollar. Es curioso porque muchas veces cuando las empresas responden a encuestas y ven la movilidad real que tienen, se llevan las manos a la cabeza porque comprueban la cantidad de emisiones contaminantes que emiten.

Aunque sean obligatorios, mientras no se penalice que las empresas no implementen planes de movilidad, es difícil que los desarrollen.

¿Cuáles son las acciones más destacadas que están implantando las empresas?

Fomentar el uso del transporte público e, incluso, acercarlo al lugar de trabajo porque no todas están en el centro de la ciudad, especialmente las industrias. Poner transporte de la empresa a disposición de los empleados, promover el uso del vehículo compartido o de la bicicleta, y reservar plazas de aparcamiento para coches eléctricos o de movilidad compartida son algunas acciones que están poniendo en marcha para que esa movilidad más sostenible se pueda llevar a cabo en las mejores condiciones.

Pero todavía falta concienciación por parte de las empresas. Esperemos que con la nueva ley aprobada vayan viendo que esto es necesario y, en el momento que empiecen a penalizarlo, pues seguro que todas acabarán cumpliendo.

¿Cuáles son los proyectos en los que está trabajando ahora Cinesi?

A nivel de Administraciones, estamos desarrollando el plan de movilidad sostenible de Esplá, una zona del centro de Mallorca que contempla 14 municipios, y ahora estamos trabajamos también en temas de transporte público en las Palmas de Gran Canaria, entre otros proyectos.

Además, estamos participando en el proyecto europeo Spine, que trabaja en medidas para mejorar el transporte público y hacerlo más atractivo con el objetivo de reducir el uso del vehículo privado. Somos un consorcio de 40 partners en el que también participan por España el Ayuntamiento de Valladolid y el de las Palmas de Gran Canaria, entre otros.

Y acabamos de ganar otro proyecto, E-Med, para fomentar la transición de flotas de combustible fósil a eléctricas; por ejemplo, cómo adaptar unas cocheras de transporte público para que estas puedan aguantar lo que implica el cambio a vehículos a eléctricos porque se necesita una infraestructura muy grande para soportar la carga de energía.

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