<p>55 hospitales de toda España forman parte de la Red Estatal de Bibliotecas para Pacientes. <p>

55 hospitales de toda España forman parte de la Red Estatal de Bibliotecas para Pacientes.

Bibliotecas en hospitales, el impacto de los libros en la salud

Durante la Segunda Guerra Mundial se comprobó que los soldados ingresados mejoraban leyendo libros. En la actualidad, 55 hospitales de toda España forman parte de la Red Estatal de Bibliotecas para Pacientes, una iniciativa que forma parte del programa Salud y Lectura de la Fundación de Educación para la Salud (Fundadeps).

En esta biblioteca, muchos usuarios entran en zapatillas de andar por casa o en pijama. La mayoría son pacientes ingresados en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid y sus familiares. Son más que profesionales sanitarios, que también la usan. “Aquí da alegría, porque siempre hay gente entrando y saliendo. Es un trabajo que te aporta muchísimo. Te dan vitaminas, sobre todo los niños”, cuenta a Revista Haz Juani Pinar, una celadora que trabaja como ayudante de la coordinadora de la biblioteca. Hay muchas visitas porque la biblioteca está cerca de la cafetería y en el mismo pasillo de admisión, donde los pacientes llegan para ingresar en el hospital.

Para Paloma la biblioteca es imprescindible. Esta pensionista acompaña sola día y noche a su marido, que lleva 15 días ingresado en el Hospital Clínico “y me da la sensación de que voy a estar más tiempo, vamos para larga estancia”, dice. Paloma se encontró a Juani Pinar con el carrito por los pasillos, preguntó por los libros y se bajó con ella a la biblioteca. “Esto ayuda mucho, porque estás ahí con una persona que está enferma, que lleva ingresada mucho tiempo y los libros te ayudan a evadirte bastante. Como tienes muchísimas horas sin poder hacer nada y además no hay ruido, por la mañana te levantas y te pones a leer”, relata.

En esta biblioteca no hay carné, sino una ficha que se rellena al coger cada libro. Aunque la mayoría de la gente los devuelve, igual que en cualquier otra biblioteca, también a veces “los libros vuelan a otras casas”, como explica poéticamente Irene Ramos, coordinadora del programa Salud y Lectura de la Fundación de Educación para la Salud (Fundadeps).

La Red Estatal de Bibliotecas para Pacientes se enmarca dentro de esta iniciativa. En ella hay 55 hospitales de toda España. No les cuesta nada formar parte y la red les dota de fondos, materiales y formación. En algunos centros no hay biblioteca, sino que solo cuentan con una estantería en las salas de espera. La del Clínico San Carlos no tiene sala de lectura.

En cada planta del hospital hay un buzón y trípticos con el teléfono de la biblioteca. Al lado de los buzones se deja un catálogo y Juani va pasando con un carrito de libros habitación por habitación, preguntando si alguien quiere leer. Los expositores suelen estar en los controles de enfermería, para darles más visibilidad. “Hay que explicar que es un servicio gratuito del hospital”, para que la gente no se crea que tiene que pagar, explica Pinar.

Bibliotecas en hospitales, el impacto de los libros en la salud

La Biblioteca del Hospital Clínico San Carlos organiza actividades por la Semana del Libro. Foto: Fundadeps.

Álbum ilustrado para todo el mundo

Donde piden más libros es en traumatología, nos cuenta, porque las personas ingresadas pueden valerse por sí mismas. En geriatría o neurología es más difícil, a no ser que un familiar se ofrezca a leerles el libro. Para gente que no puede leer ni le apetece que nadie le lea hay un podcast de cuentos cortos gratis. También se ofrece lectura a pie de cama, pero no ha tenido mucho éxito, porque los pacientes prefieren leer por sí mismos.

En el aula de pediatría sí se hacen talleres con los niños. Para los mayores piden más libros infantiles o el álbum ilustrado. Libros sencillos con letra grande. “El otro día una mujer me pidió un dibujo para colorear para su madre, algo sencillo que ella pudiera pintar”, cuenta Pinar.

El álbum ilustrado es para personas que no pueden mantener la concentración, no tienen tiempo para leer o están medicadas y no pueden hacerlo. Mucha información está en la ilustración, no en el texto. “La ilustración democratiza porque todo el mundo puede participar”, explica la coordinadora del programa Salud y Lectura de Fundadeps.

La Red de Bibliotecas para Pacientes ofrece formación a profesionales que trabajan en el servicio de salud mental de los hospitales para usar el álbum ilustrado en intervenciones con sus pacientes. Se les enseña cómo escoger los libros, a hacer la lectura… Ahora mismo hay seis “maletas viajeras”, con una selección de 30 libros cada una, que se les presta para que puedan usarlos durante unos meses. Son viajeras porque van rotando por las áreas de salud mental de distintos hospitales.

Fundadeps acaba de presentar un proyecto junto a la asociación Lo escuché en tu voz para las salas de espera, con la idea de llevar un expositor a los hospitales y que los pacientes puedan usarlo “en lugar de tirar del móvil”.

Bibliotecas en hospitales, el impacto de los libros en la salud

La Red de Bibliotecas para Pacientes ofrece 'maletas viajeras' con álbumes ilustrados para trabajar la salud mental en intervenciones con los pacientes. Foto: Fundadeps.

Bibliotecarias y voluntarios

Generalmente, en cada hospital hay una o dos bibliotecarias, que cuentan también con apoyo de voluntarios. Pinar es una de ellas. Otros son estudiantes de prácticas de Fundadeps, sobre todo de psicología o de biblioteconomía y documentación. Con la pandemia dejaron de recibir voluntarios, que ahora están volviendo al Hospital Clínico.

Para Marisa, la biblioteca “funciona bien” y las bibliotecarias “son encantadoras, te aconsejan sobre libros. Los comentarios también nos sirven de unas para otras, ¿qué más puedes pedir?”. Mujer latina es el perfil de la usuaria más habitual. Ellas piden sobre todo novela romántica. También hay muchos hombres de 50 a 60 años. “A los jóvenes no les puedes quitar el móvil”, dice Pinar.

A Marisa le gusta la literatura entretenida. “En verano es cuando más libros saco, porque me llevo alguno para las vacaciones. Lo mismo me da por leer historia como libros románticos. Mientras me entretenga, incluso aunque me cueste, me propongo terminarlo”. Esta enfermera que trabaja en el hospital desde 1975 también trae libros para donar a la biblioteca. “Para la infantil he traído bastantes”, nos cuenta.


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Cada biblioteca y su espacio dependen del hospital

María Sainz, expresidenta de la Fundación de Educación para la Salud, fue quien rescató los primeros libros con la idea de hacer bibliotecas en los hospitales, que hasta ese momento solamente tenían una biblioteca médica. Cada uno de estos espacios dependen del hospital.

La del Clínico San Carlos se nutre de donaciones de librerías que cierran, particulares (algunos de ellos escritores) o editoriales, porque tener un palé de libros almacenados les cuesta más que donarlos. También algunos son fondos propios, y el personal hace selección. Con ellos se arman cajas y se mandan a las bibliotecas de la Red cada cierto tiempo. En la cuarta planta del Hospital Clínico aún hay cajas con libros repetidos.

“De Ifema se pusieron en contacto por si queríamos recibir fondos y trajeron algunas cajas”. Ramos se refiere a la Biblioteca Resistiré instalada en el hospital de campaña levantado durante la pandemia de coronavirus en la feria de Madrid, Ifema. “Fue una historia muy bonita”, recuerda la voluntaria Mar Eguiluz en conversación telefónica.

Para ella, un libro que tiene diez años no es para darlo a una persona que lea. “Tampoco el libro en el que tus hijos han arrancado tres hojas es para dar”. Por eso las bibliotecas para pacientes pueden ser un buen destino. “Cada libro que doy es como dar una parte de mí, he pasado horas con ese libro, pero busco a otra persona a la que pueda gustarle”, reconoce. Para las bibliotecas de hospitales, en su opinión, “hay que pensar que alguien al otro lado lo pueda leer en condiciones y que ese libro pueda tener un público”.

Durante la Segunda Guerra Mundial se comprobó que los soldados ingresados mejoraban leyendo libros.

El bien de la biblioteca de Ifema

Durante la Segunda Guerra Mundial se comprobó que los soldados ingresados mejoraban leyendo libros. Esa experiencia es la que sirvió de inspiración en Ifema a Mar Eguiluz, el escritor José Luis Molinero y las enfermeras del Summa 112 Ana Ruiz y Alba Justicia. La iniciativa llevada a cabo por el Samur – Protección Civil fue un ejemplo de la fuerza que tiene la lectura en un hospital, en este caso de emergencia, y le valió a sus impulsores el Premio Antonio de Sancha 2020 de la Asociación de Editores de Madrid (AEM).

Eguiluz era la única voluntaria del grupo. Además de administrar las camas durante las horas que le correspondía, llegaba antes de su hora a colocar los libros y al final de su jornada organizaba la biblioteca. “Cuando pasan cosas terribles, lo más simple se vuelve superimportante”, dice. La magia de los libros es una de ellas. “Yo amo los libros”, confiesa.

“Al final el libro es la manera de acercarte al paciente, es una excusa. Mediante el libro se crea un vínculo. Te sirve para conocer al paciente, para hacer un seguimiento”, dice Ramos. “Siempre te llevas historias de las personas”, asegura. Para Pinar este intercambio es recíproco. Los libros son “la manera de entablar conversación. Hablar del libro le encanta a los pacientes”.

“Los pacientes llegaban a Ifema aterrados”. En medio del caos, “elegir qué leer era tomar las riendas de su vida”. A uno de ellos, por ejemplo, le hizo mucho bien ocupar su tiempo en ordenar los libros y ayudar en la biblioteca. La biblioteca Resistiré se convirtió “en la plaza del pueblo”. La gente cogía los libros, les echaba un vistazo, los volvía a dejar… “La biblioteca estaba viva”. Lo explicaba Eguiluz en el I Congreso Internacional de Humanización de la Asistencia Sanitaria organizado por la fundación Humans en 2021 en Madrid.

Con motivo del Día Internacional del Libro, no pudo resistirse a no acudir a la Lectura del Quijote en el Círculo de Bellas Artes, así que la montó en el Hospital Ifema.

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Mar Eguiluz fue voluntaria en la Biblioteca del hospital de campaña de Ifema durante el coronavirus. Foto: Emergencias de Madrid.

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El escritor José Luis Molinero formó parte del equipo de la Biblioteca Resistiré. Foto: Emergencias de Madrid.

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La Biblioteca Resistiré ganó el Premio Antonio de Sancha 2020 de la Asociación de Editores de Madrid (AEM). Foto: Emergencias de Madrid.

Libros donados de toda España

Habían llegado libros de toda España, pues hubo muchas donaciones. Una vez que se acaba la pandemia ¿qué pasa con esos 3.000 libros? Se lo preguntamos a Eguiluz, que reconoce que “nadie se quería hacer responsable de qué hacer con esos libros ‘infectados’ por los pacientes”. Hasta que encontró un artículo científico publicado en The New England Journal of Medicine que explicaba cómo desinfectar las fichas de los pacientes “y me pareció que tenía todo el sentido, con lo que sabíamos en aquel momento de la pandemia, así que estuve cinco días metida en una habitación de Ifema durante unas seis horas al día desinfectando libro a libro, como decía en el artículo”.

Con un spray con agua y lejía diluida, los pulverizaba, les quitaba cubiertas y los guardaba en bolsas negras durante 40 días. “Recuerdo con mucha emoción el momento en que empezamos a abrir las cajas, porque no sabía qué me iba a encontrar, pero estaban impecables”.

Los libros se catalogaron y se hicieron lotes, cada uno con un poco de todo (novela, biografía…). “Salieron 50 cajas que distribuimos por hospitales que tenían biblioteca. También hubo mucho boca a boca. Algunos los llevamos al tótem del parque del Retiro, en el que puedes coger y dejar libros. Me parecía muy bonito volver a Madrid, después de todo lo que nos había dado. Luego fuimos al centro de transfusiones de la Comunidad de Madrid, donde hay una estantería donde uno deja un libro, de forma que vas a donar sangre y si quieres, puedes leer. Lo que hago es ir con cierta frecuencia a ver si tienen libros y llevo más. En la oficina de voluntarios de Base 0, que es la sede central de Samur Protección Civil en la Casa de Campo de Madrid, también hemos montado una biblioteca pequeña con el mismo sistema: puedes coger los libros que quieras y volverlos a traer o no”.

El último centro al que mandaron libros fue un centro cultural para jóvenes. “Me pareció muy bonito cerrar el círculo con las nuevas generaciones, me parece que el futuro está en ellas”.

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