La OMS apuesta por una transformación de la salud mental

La OMS apuesta por una transformación de la salud mental

Veinte años después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicara su histórico ‘Informe sobre la salud en el mundo 2001. Salud mental: nuevos conocimientos, nuevas esperanzas’, se ha avanzado mucho en ese ámbito, pero de una manera lenta.

Tras comprometerse a cumplir una serie de objetivos de mejora de la salud mental, los estados miembros de la OMS adoptaron el Plan de Acción Integral de Salud Mental 2013-2030, centrado en fortalecer el liderazgo y la gobernanza, la atención de base comunitaria, la promoción y la prevención, y los sistemas de información y la investigación.

Pero en su último análisis de 2022 titulado Informe sobre la salud en el mundo: transformando la salud mental para todos, la OMS resalta que en la mayor parte del mundo el enfoque de la atención sanitaria sigue siendo el mismo y los problemas de salud mental siguen cobrándose un alto precio en la vida de las personas, mientras que los sistemas y servicios de salud mental siguen estando mal equipados para satisfacer las necesidades de la gente.

Continuar actuando como siempre no es el camino a seguir, cuando aún existen amenazas globales a la salud mental que dificultan el progreso hacia la mejora del bienestar, como las crecientes desigualdades sociales y económicas, los conflictos prolongados, la violencia y las emergencias de salud pública.

Este último informe de la OMS busca inspirar e informar sobre la indiscutible y urgente transformación necesaria para garantizar una mejor salud mental, promoviendo un enfoque multisectorial, pero a la vez estando especialmente dirigido a los responsables de la toma de decisiones en el sector sanitario que se encargan de elaborar políticas y de prestar sistemas y servicios de salud mental.

Una pandemia silenciosa

A pesar de la importancia crítica de la salud mental para nuestra salud y bienestar, muchas personas no reciben el apoyo que necesitan. En 2019, antes incluso de la pandemia de la covid-19, se calcula que una de cada ocho personas en el mundo vivía con un trastorno mental.

En la actualidad, los servicios, las competencias y la financiación disponibles para la salud mental siguen siendo escasos, y están muy por debajo de lo necesario, especialmente en los países de renta baja y media.


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En todos los países, las afecciones de salud mental están muy extendidas (aunque mal entendidas) y son poco tratadas. La prevalencia de los trastornos mentales varía según el sexo y la edad, pero tanto en los hombres como en las mujeres, los trastornos de ansiedad y los trastornos depresivos son los dos trastornos mentales más comunes.

Los de ansiedad son más frecuentes a una edad más temprana que los trastornos depresivos, que son raros antes de los diez años. Estos siguen siendo más frecuentes en edades avanzadas, con estimaciones más altas en personas de entre 50 y 69 años.

Los otros trastornos más frecuentes son, en orden decreciente de prevalencia, los idiopáticos, los de déficit de atención o de hiperactividad, los bipolares, los de la conducta, los del espectro autista, la esquizofrenia y los desórdenes alimenticios.

Por geografías, los trastornos mentales se dan en todas las regiones de la OMS, desde el 10,9% de prevalencia en África hasta el 15,6% de las Américas, aunque los trastornos mentales son algo más comunes en los países de ingresos altos (15,1%) respecto a los países de ingresos bajos (11,6%).

En cuanto al impacto en la mortalidad, y aunque estimar las muertes por enfermedades mentales es algo complejo ya que tanto estas enfermedades como el suicidio rara vez se registran como causa de muerte en los certificados de defunción o en las estadísticas de mortalidad de los países, se estima que las personas con enfermedades mentales graves mueren entre diez y veinte años antes que la población general.

La falta de recursos impide ofrecer soluciones adecuadas

Existen varios factores que impiden que la gente busque ayuda para sus problemas de salud mental, como la mala calidad de los servicios, los bajos niveles de conocimientos sobre salud mental, y el estigma y la discriminación. En muchos lugares no existen servicios formales de salud mental, e incluso cuando los hay, suelen ser inaccesibles o inasequibles.

Así, en muchos países los sistemas de atención a la salud mental no proporcionan toda la gama de apoyo social que pueden necesitar las personas que viven con enfermedades mentales.

En 2020, casi todos los países de ingresos altos (96%) informaron de que proporcionaban atención social y apoyo a los ingresos a las personas con problemas de salud mental, en comparación con el 21% de los países de ingresos bajos que proporcionaban apoyo a los ingresos y el 38% que proporcionaban apoyo a la atención social.

Otros tipos de apoyo social crítico, incluyendo la vivienda, el empleo, la educación y el apoyo legal, son escasos en casi todas partes también debido a la falta de recursos.

Según la OMS, una adecuada inversión en salud mental conduciría a una mejora ostensible de la salud pública que reciben los ciudadanos, reduciría las violaciones de los derechos humanos (ya que las personas con problemas de salud mental suelen ser excluidas de la vida comunitaria y se les niegan los derechos básicos) y activaría el desarrollo socioeconómico (debido a que una mala salud mental frena el desarrollo al reducir la productividad, tensa las relaciones sociales y agrava los ciclos de pobreza y desventaja).

La OMS considera que una adecuada inversión en salud mental conduciría a una mejora ostensible de la salud pública, reduciría las violaciones de derechos humanos y activaría el desarrollo socioeconómico.

La evidencia acumulada muestra que hay un conjunto básico de intervenciones rentables para las condiciones prioritarias que son factibles, asequibles y apropiadas.

Entre ellas destacan los programas de aprendizaje social y emocional en la escuela y las prohibiciones reglamentarias de plaguicidas altamente peligrosos (para prevenir los suicidios), así como una serie de intervenciones clínicas enumeradas en el compendio de la OMS sobre la atención sanitaria universal.

Una hoja de ruta con la vista puesta en 2030

El Plan de Acción Integral de Salud Mental de la OMS representa un compromiso de todos los países para mejorar la salud mental y la atención de salud mental y proporciona una hoja de ruta para conseguirlo.

No se espera que ningún país cumpla todas las opciones de aplicación del plan de acción mundial, y muchos países no tienen los recursos necesarios para llevar a cabo todas las acciones necesarias.

Sin embargo, todos los países tienen amplias posibilidades de lograr avances significativos para mejorar la salud mental de su población.

Los datos, la experiencia y los conocimientos presentados por la OMS apuntan a tres vías clave de transformación que pueden acelerar el progreso hacia el Plan de Acción mundial.

En primer lugar, se debe profundizar en el valor y el compromiso que otorgamos a la salud mental como individuos, comunidades y gobiernos; y acompañar ese valor con un mayor compromiso, participación e inversión por parte de todas las partes interesadas, en todos los sectores.También, hay que reformar las características físicas, sociales y económicas de los entornos (en los hogares, las escuelas, los lugares de trabajo y la comunidad en general) para proteger mejor la salud mental y prevenir los trastornos mentales.

Por último, debemos reforzar la atención a la salud mental para que se cubra todo el espectro de necesidades de salud mental a través de una red comunitaria de servicios y apoyos accesibles, asequibles y de calidad.

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