<p>Foto: Ball.<p>

Foto: Ball.

Hacia un círculo perfecto e infinito

En los últimos años, la concienciación sobre el impacto ambiental de los residuos procedentes de los envases -algunos de ellos con una reciclabilidad limitada- se ha incrementado considerablemente.

Esta creciente preocupación ha dado lugar a un debate público urgente sobre cómo encontrar alternativas de envases sostenibles que nos lleven a una economía realmente circular, en la que los materiales no solo se usen y se tiren, sino que se reutilicen o reciclen infinitamente.

La realidad es que el sector de la gestión de residuos en general, incluidos todos los plásticos, el papel, los metales y el vidrio, es directamente responsable del 4% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Y no es menos cierto que esta situación, a su vez, podría revertirse a través de una acción coordinada para aumentar la circularidad de cada uno de los materiales, evitando así la salida masiva de envases para vertedero y/o incineración.

Efectivamente, si todos los actores que formamos parte de la industria del packaging unimos nuestras fuerzas, podemos reducir las emisiones mundiales de CO2 hasta en un 5%, lo que equivale a dejar en tierra todos los vuelos comerciales del mundo y a retirar el 65% de los coches de las carreteras. Ahora que aún no hemos consolidado el repunte de emisiones en la salida de la pandemia, es un esfuerzo que vale realmente la pena.

De hecho, en Ball creemos que alcanzar estos objetivos es posible en el medio plazo y, por eso, hemos presentado Hacia un Círculo Perfecto (Vision for a Perfect Circle), que muestra cómo el trabajo conjunto de marcas de bebidas, minoristas, fabricantes de envases de aluminio para bebidas y sus proveedores puede conseguir que latas, botellas y vasos de aluminio -los envases de bebidas más reciclados del mundo- alcancen una tasa de reciclado del 90% desde el actual 69%, y una tasa mundial media de contenido reciclado del 85%.

Para lograrlo, nos comprometemos a impulsar un plan multilateral con la colaboración de diferentes miembros de la cadena y una hoja de ruta para reducir las emisiones de carbono en nuestra industria.

Estamos convencidos de que estas metas podrían alcanzarse en 2030 si, además, trabajamos conjuntamente con los gobiernos para incrementar la tasa de recogida de nuestros envases, hoy francamente mejorable en países como Francia, España o Portugal, con el desarrollo de sistemas recogida más capilares y de alto rendimiento.

Solo con esta ambición, acompañada de una mayor inversión en tecnología de separación y reciclaje, podremos alcanzar un sistema que, por fin, incremente de forma definitiva el contenido de material reciclado a disposición de los fabricantes, con el fin de obtener avances tangibles en los objetivos de reciclado de la UE.

En su forma más pura, la circularidad se fundamenta en la recuperación y reutilización continua de los materiales, de manera que no se produzca ninguna pérdida durante el proceso de reciclaje. Para cerrar el círculo, el envase debe estar diseñado para ser clasificado y reciclado sin pérdida de material, para convertirse de esta manera en un producto del mismo valor y utilidad.

Para cerrar el círculo, el envase debe estar diseñado para ser clasificado y reciclado sin pérdida de material, para convertirse de esta manera en un producto del mismo valor y utilidad.

En este sentido, el aluminio es un ejemplo paradigmático. Reciclar una lata de aluminio es un proceso sencillo: el envase es correctamente separado con corrientes de Foucault en las plantas de triaje y el rendimiento del material es alto.

El proceso de refundición, a una temperatura relativamente baja de unos 660 grados Celsius, genera cerca de 0,5 kg de CO2 por kg de aluminio, ocho veces menos que el aluminio virgen que se produce por fundición con energía renovable.

Y, además, esta huella de carbono se reduce drásticamente conforme se incrementa la tasa de reciclado. En definitiva, son múltiples las estrategias para reducir las emisiones en la cadena de valor del aluminio, pero no hay duda de que el incremento de la tasa de reciclaje y el contenido reciclado serán las palancas decisivas hacia el objetivo último de cero emisiones en nuestra industria. Nada de ello será posible si, a su vez, no somos capaces de recuperar previamente la mayoría de volúmenes de envases puestos en el mercado.

Francia acaba de aprobar la Ley del Clima y Resiliencia con instrumentos para incrementar la tasa de recogida y reciclaje incluso en el horizonte 2023; en los próximos meses, España tiene la oportunidad de avanzar por el mismo camino, con la nueva Ley de Residuos y Suelos Contaminados. En este marco, se abre una coyuntura interesante para poner en marcha, por fin, las mejores técnicas, principios y acciones para conseguir un sistema realmente circular, de la mano de los principales agentes del sector y los poderes públicos.

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