¿Creen los firmantes del manifiesto de Davos en lo que han firmado?

¿Creen los firmantes del manifiesto de Davos en lo que han firmado?

Los alumnos de la asignatura ‘Ciudadanía global y ética’ que imparto en un programa máster me han hecho una pregunta cuya respuesta me he dado cuenta de que he dado sin ningún convencimiento.
11 febrero 2020

La pregunta vino después de leer como colofón de la asignatura el manifiesto de Davos, que comienza diciendo: “El propósito de las empresas es colaborar con todos sus stakeholders en la creación de valor compartido y sostenido”, y continúa afirmando: “El rendimiento no debe medirse tan solo como los beneficios de los accionistas, sino también en relación con el cumplimiento de los objetivos ambientales, sociales. Los salarios del personal ejecutivo deben reflejar la responsabilidad ante los stakeholders”.

Y fue una pregunta sencilla: “¿Usted cree que los firmantes del manifiesto de Davos se creen lo que han firmado?”.

Si la respuesta fuera afirmativa, debería venir argumentada por hechos. Hechos tipo: los ejecutivos de las compañías firmantes han establecido un máximo salarial para los altos directivos o una máxima diferencia entre el salario mínimo y máximo pagado por la empresa. O tipo: las empresas firmantes comprometen objetivos cuantitativos sociales y ambientales y vinculan su cumplimiento a su retribución anual, como hacen con el cumplimiento del Ebitda.

Siempre comienzo estos seminarios con un debate sobre el modelo ‘capitalismo y libertad’ promovido por Milton Friedman y que podría resumirse en este extracto del artículo publicado por este en The New York Times Magazine, en septiembre de 1970: “En una sociedad libre existe una y solo una responsabilidad social de la empresa: utilizar sus recursos para incrementar los beneficios para sus accionistas en la medida en que permanezca dentro de las reglas del juego; es decir, comprometerse en una competencia abierta y libre, sin engaño o fraude”.

Friedman creó escuela y durante décadas los líderes empresariales y las grandes universidades y escuelas de negocios, comenzando por Harvard, han enseñado, aplicado y citado estas teorías como mantra del ‘sharesolder capitalism’ o ‘capitalismo de accionistas que ha imperado las últimas décadas.

Nadie duda de si Friedman o sus seguidores creen en el modelo de este tipo de capitalismo. Artículos, libros, conferencias, clases magistrales, incluso respuestas a preguntas inesperadas o a intentos de desmontarle, como el urdido por el equipo de The yes men (recomiendo ver el documental, que además de ilustrativo es entretenido y da lugar a buenos debates empresariales y éticos), ponen de manifiesto que hay verdaderos apóstoles del sistema.

The yes men refleja las consecuencias del capitalismo de accionistas en el desastre de Bhopal (India). Muestra el convencimiento de estos friedmanadeptos argumentando que este modelo de capitalismo puede ocasionar daños colaterales’, como los entre 6.000 y 8.000 muertos a consecuencia de la fuga de isocianato de metilo en una fábrica de plaguicidas, pero que estos ‘contratiempos’ hacen que el mercado mejore, por ejemplo, innovando en medidas de seguridad y salud, y siga avanzando para conseguir más beneficios.

Escuchar a los herederos del legado Friedman exponer sus teorías y comprobar la caída en bolsa de Dow Chemical cuando la BBC anunció la aplicación de fondos de la empresa para resarcir a las víctimas de Bhopal, son dos hechos claros que no dejan lugar a dudas sobre el convencimiento en lo que estos directivos y accionistas creen sobre el capitalismo.

El nuevo ‘capitalismo de stakeholders’ tiene dos grandes voces que llevan unos años argumentando las bondades de este sistema, Klaus Schwab, fundador del World Economic Forum, y Larry Fink, CEO de BlackRock.

El nuevo capitalismo de stakeholders’

El nuevo ‘capitalismo de stakeholders’ tiene de momento dos grandes voces que llevan unos años argumentando las bondades de este sistema, Klaus Schwab, fundador del World Economic Forum, y Larry Fink, CEO de BlackRock. Ambos están aportando argumentos y hechos que nos hacen creer que se lo creen.

En el caso de BlackRock llevamos cuatro años deleitándonos con sus cartas a los CEO, tituladas: A sense of purpose (2018), Purpose and profit (2019) y A fundamental reshaping of finance (2020), en las que desgrana argumentos que desmontan el ‘capitalismo de accionistas’ por ser un enfoque a corto plazo y esbozan líneas de actuación, desde temas de pago y uso de impuestos hasta inversiones en empresas que trabajan por una economía descarbonizada, para avanzar hacia un ‘capitalismo de stakeholders’ apoyado en una visión a largo plazo.

Por su parte, Schwab argumenta que el ‘capitalismo de accionistas’ descuidó el hecho de que una empresa es un organismo social, además de uno con fines de lucro. Para Schwab, la presión de los accionistas por la obtención de resultados a corto plazo provocó que el capitalismo de accionistas’ cada vez estuviera más desconectado de la economía real y dejara de ser sostenible.

Propone un ‘capitalismo de stakeholders’ en el que las empresas son administradoras de la sociedad, y representa la respuesta más acertada a los desafíos sociales y ambientales de nuestros días, lo que significa no solo maximizar los beneficios, sino utilizar sus capacidades y recursos en cooperación con los gobiernos y la sociedad civil para abordar las cuestiones clave de esta década.

Estos argumentos nos llevan a un razonamiento final. El ‘capitalismo de stakeholders’ resumido en el manifiesto de Davos implica unos líderes empresariales, accionistas y altos directivos, comprometidos con el largo plazo, y esto, que suena fenomenal, supone que tendrán que renunciar en ocasiones a beneficios en el corto plazo. Y viniendo de donde venimos, recordando ejemplos como el caso Volkswagen (Vid. El fraude de Volkswagen, ¿se podría haber evitado?), cuesta creer que el cambio vaya a ser de la noche a la mañana.

De momento no hemos visto muchos líderes empresariales, más allá de Paul Polman, que ha transformado Unilever en un referente del ‘capitalismo de stakeholder’, defendiendo estas teorías desde el convencimiento y desde los hechos o realidades implantadas en sus empresas.

Por tanto, creo que la respuesta a la pregunta “¿creen los firmantes del manifiesto de Davos en lo que han firmado?”, basándonos en los argumentos de Fink o Schwab y en la realidad de la que venimos, podría ser sí, si sustituyéramos ‘los’ por ‘algunos’. Y creo también, o espero utópicamente, que en los próximos años este ‘algunos’ irá creciendo hasta convertirse en ‘todos’.

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