Del Black Friday al Green Friday: cómo huir del consumismo excesivo

Del Black Friday al Green Friday: cómo huir del consumismo excesivo

Cada noviembre, el Black Friday se reivindica como un fenómeno global que mueve miles de millones en solo cuestión de horas. En España, en 2024 las ventas online crecieron un 4% interanual, cerrando este periodo de ofertas con un gasto medio cercano a los 200 euros por comprador. Sin embargo, detrás de esta aparente fiesta del ahorro se esconde una pregunta clave: ¿qué impacto tiene este modelo de consumo sobre los recursos y el medio ambiente?
26 noviembre 2025

El marketing del Black Friday apela a emociones como la urgencia y el miedo a perder oportunidades. Esta dinámica fomenta compras impulsivas que, en muchos casos, no responden a necesidades reales. Cada adquisición implica transporte, embalajes y posibles devoluciones que multiplican la huella ambiental. Solo en Europa se generan cerca de 80 millones de toneladas de residuos de envases al año, buena parte vinculada al comercio electrónico. Esta situación límite plantea una pregunta que no podemos seguir eludiendo: ¿estamos dispuestos a asumir que el precio más bajo puede salir caro para el planeta?

El problema no se limita a los residuos. La producción masiva para abastecer estas campañas implica un uso intensivo de energía y materias primas. Según la ONU, la industria textil, una de las más activas en Black Friday, es la responsable del 10% del total de las emisiones globales de carbono y del 20% del desperdicio de agua. Cada camiseta que compramos por impulso tiene detrás un coste ambiental que rara vez entra en la ecuación del descuento. El atractivo del “compra ahora” oculta una realidad incómoda: la urgencia comercial se traduce en presión sobre ecosistemas y agotamiento de recursos finitos. Y mientras los consumidores celebran el ahorro, las cifras de impacto ambiental siguen creciendo sin freno.

Como respuesta, surge el concepto de Green Friday. Un término que nos invita a reflexionar sobre el consumo responsable. Algunas marcas aprovechan esta fecha para lanzar mensajes de concienciación, donar parte de sus beneficios o promover productos reciclados. Sin embargo, el riesgo resulta evidente: convertir la sostenibilidad en un reclamo comercial más en estas fechas, pero sin realizar cambios reales en la estructura productiva. Si el Green Friday se limita a meras campañas publicitarias, no estaremos avanzando hacia un modelo más justo, sino maquillando el mismo problema con un tono verde.

Para que esta iniciativa no sea un gesto vacío, debe ir acompañada de acciones concretas que transformen la lógica del consumo. Fabricar menos generando una menor huella o priorizar la durabilidad frente a la obsolescencia programada son solo un primer paso. Diseñar para la circularidad y crear sistemas de reutilización, es otro. Y, sobre todo, es vital promover modelos alternativos como la reparación, el alquiler o la segunda mano. No basta con cambiar el color del banner; se trata de cuestionar la idea de que el crecimiento ilimitado y un planeta con recursos finitos sean compatibles. La economía circular no puede seguir siendo un concepto aspiracional, sino una práctica integrada en la estrategia empresarial y, sobre todo, respaldada por políticas públicas.

El reto no es vivir en austeridad, sino recuperar el control sobre nuestras decisiones de compra. Retrasar adquisiciones, priorizar calidad y explorar opciones circulares son gestos que reducen el impacto y envían un mensaje claro: la sostenibilidad no es una tendencia, es una necesidad. Las empresas, por su parte, deben asumir que la responsabilidad no se limita a campañas verdes, sino a integrar la circularidad en su modelo de negocio. Y las administraciones tienen la obligación de diseñar una normativa que acompañe esta transición.

Si el Green Friday se limita a meras campañas publicitarias, no estaremos avanzando hacia un modelo más justo, sino maquillando el mismo problema con un tono verde.

La Ley de Envases en España, por ejemplo, prevé sistemas de depósito y retorno que podrían reducir drásticamente los residuos, pero su aplicación se retrasa frente a la presión del mercado. Cada aplazamiento es una oportunidad perdida para avanzar hacia una economía más responsable y, si la regulación no avanza, la inercia del consumo seguirá imponiéndose sobre la urgencia climática.

¿Estamos preparados para pasar del Black Friday al Green Friday? La respuesta no depende solo de que los consumidores seamos conscientes, sino de una alianza total entre la ciudadanía, las empresas y las políticas públicas. El Black Friday seguirá existiendo, pero está en nuestras manos decidir si será un símbolo de consumo desmedido o el punto de partida para una nueva cultura de responsabilidad. El planeta no puede esperar a que la moda pase; la urgencia es real y el cambio, inaplazable. Y quizá la pregunta más importante no sea si podemos frenar el consumismo, sino si estamos dispuestos a asumir que el verdadero lujo hoy pasa por vivir en equilibrio con los límites del planeta.

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