<p>Foto: ‘La historia interminable’ (Warner Bros).<p>

Foto: ‘La historia interminable’ (Warner Bros).

La historia interminable de la corrupción

Los recientes casos de presunta corrupción y de flagrante falta de ética pública nos han devuelto, si no al punto de partida, a un punto cercano al que vivíamos cuando el gobierno abierto empezaba a implantarse en España. Otra vez se repite la historia, si es que en algún momento hubiera dejado de ser la misma, una misma historia interminable.
20 agosto 2025

Otra vez la corrupción copando la portada de los medios de comunicación. Otra vez como tema recurrente de tertulias, otra vez señalado como uno de los principales problemas para la ciudadanía en los barómetros del CIS, siendo señalado por un 25,3% de los encuestados (doblando su peso en apenas un mes, aupada por el caso Koldo-Ábalos-Cerdán, y sin recoger aún los efectos del caso Montoro). Como dice la muy bailable canción de Propellerheads, History repeating, “esto lo he visto antes, y lo volveré a ver otra vez” (“I’ve seen it before, and I’ll see it again”).

Esto lo he visto antes

¿Pero se trata realmente de una historia que se repite? Atendiendo a las fechas de desarrollo de ambos casos, no lo parece; más bien al contrario, podría decirse que se trata de una continuidad, y no solo por el criterio temporal, sino también por la raíz política de la que vienen. Y es que no hablamos en estos casos de personas recién llegadas a la política, que han vuelto a reproducir los viejos pecados. Se trata de personas que llevan décadas en la vida pública, y que han (supuestamente, no se nos olvide el adverbio) desarrollado, copiado o inventado, su forma de sacar beneficio privado gracias a lo público. En definitiva, lo que se conoce como corrupción.

La insuficiencia sistémica

Se habla mucho, otra vez, de la corrupción sistémica, un mal que aqueja al entramado institucional, que se encuentra generalizado, afectando a múltiples niveles o sectores, en un escenario de captura de las instituciones en el que los actores corruptos controlan las instituciones encargadas de supervisarlos, que se reproduce por los nuevos actores que entran al sistema como parte implícita, prácticamente necesaria, para formar parte del entramado de poder, y en el que hay una impunidad estructural que dificulta el castigo a los corruptos.

En mi trayectoria en esta sección he mantenido siempre un declarado nivel de esperanza en el futuro y de confianza en lo institucional que raya lo ingenuo. Hoy es muy fácil cambiar de parecer, las noticias y los estímulos abruman, pero antes de hablar de corrupción sistémica hablaría de insuficiencia sistémica.

Esta insuficiencia sistémica se manifiesta en general como una respuesta institucional que ha sido innegablemente defectuosa a distintos niveles. Así, se ha desarrollado un marco normativo y un engranaje institucional tibio en torno a la transparencia, la integridad pública y la prevención de la corrupción que no ha puesto las suficientes cortapisas a esta. Se ha apostado demasiado a quienes ocupan los cargos de prevención y no tanto a dotar a la institución de los medios y herramientas necesarias. Incluso se ha apostado por perfiles que a priori no otorgaban las suficientes garantías para ocupar el puesto.

Se han retrasado desarrollos normativos hasta el aburrimiento, mientras se presentan en paralelo multitud de planes (tantos que confunden al más pintado) que están repletos de buenas ideas, pero cuya fuerza no tiene el mismo peso que el de una ley, con todo lo que ello conlleva, por desgracia, para una mal entendida rendición de cuentas que se sigue vinculando, tozuda y “presuntamente”, a las sentencias judiciales.


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Sin embargo, sigo confiando no solo en que los nuevos actores del sistema no reproducen necesariamente comportamientos corruptos para poder integrarse plenamente en el engranaje, sino que mantengo que muchos de los que ya forman parte de él no son corruptos. Estos actores también son parte del sistema, no solo los que son señalados con todo merecimiento (presuntamente, claro).

Tampoco comparto la idea de la impunidad estructural que ayuda a que no se castiguen los delitos. Puede pasar en determinados casos, no voy a entrar en si los motivos vienen del ‘garantista’ sistema jurídico español, o de las filias o fobias judiciales. Lo que está claro es que no son pocos los cargos políticos que han pasado por la cárcel, incluyendo a las más altas esferas, y que aún nos queda mucho por ver, y no me refiero a estos casos de los que hablamos tanto cada día, en cada tertulia, sino de lo que esté por venir. Porque, aunque uno sea de natural ingenuo, también sabe ya que esto lo he visto ya y lo volveré a ver.

Pedro y el lobo (corrupto), Cristóbal y el ‘lobby’ (malo)

La insuficiencia sistémica no es un invento mío. La vienen explicando (quizás sin esa denominación) muchas voces estos años, y tanto el Gobierno como el resto de actores políticos relevantes, desde las comunidades autónomas a los partidos políticos, no han sabido o no han querido interpretar las señales (nada sutiles, y emitidas por varios cauces) que les llegaban desde la sociedad civil, la academia o actores tan dignos de escuchar como el Grupo de Estados contra la Corrupción del Consejo de Europa (Greco), del que los presuntos implicados toman lo que les interesa: unos, que se reconocen los avances; otros, que hay muchas recomendaciones incumplidas. Y vuelta a la gresca.

Tantos son los avisos que ha recibido el Gobierno estatal y tanto queda por hacer (dieciséis recomendaciones aplicadas parcialmente y tres sin aplicar según el último informe del Greco), algo que ya llevamos años arrastrando, que me van a permitir la analogía con el cuento de Pedro y el lobo, ese en el que el niño avisaba falsamente de que venía la bestia, hasta que un día llegó de verdad y nadie le creyó. Al final, el lobo de la corrupción llegó, se paseó (presuntamente) por el Consejo de Ministros y el Congreso, se aplicó a distintos niveles, desde empresas públicas a privadas, desde las grandes obras a las vulgaridades de medio pelo, que han puesto una alfombra a quienes defienden aquello de la corrupción sistémica. Y es que aquí se dan muchos elementos de la misma, y veremos cómo se sigue desarrollando. Ahora, la credibilidad de Pedro está mordida.

Pero también observamos otro caso de insuficiencia sistémica, ejemplificado en la respuesta del Gobierno con las 15 medidas contra la corrupción, que, a pesar de contener un buen listado de propuestas, también ha recibido el calificativo de insuficiente por parte muchos actores, siendo llamativo el caso de los profesionales de la contratación pública, el área donde se desarrolló principalmente el caso Koldo-Ábalos-Cerdán.

Antes de hablar de corrupción sistémica hablaría de insuficiencia sistémica, que se manifiesta en general como una respuesta institucional que ha sido innegablemente defectuosa a distintos niveles.

Pero no termina aquí. Pasamos de lo repetido de la corrupción en contratación pública y lo vulgar en las formas, a lo que algún político llamó corrupción premium: la adecuación del BOE a los intereses de empresas privadas, de varios sectores económicos, orquestadas presuntamente desde o con la participación de la cúpula del Ministerio de Hacienda, encabezada por el exministro Montoro. Como en el caso de Pedro, tampoco me detendré en explicar mucho más sobre los detalles, que son sobradamente conocidos por todos.

Solo quiero hacer mención a que algunas de estas empresas, al parecer, sí intentaron hacer una función de ‘lobby bueno’, como es esperable, intentando influir por los cauces adecuados para preservar sus legítimos intereses. Sin embargo, al parecer y presuntamente, supieron, ya sea por descubrimiento propio, por ciencia infusa o por recomendación taimada, que si se tocaban ciertas teclas sus intereses iban a salir beneficiados por la vía rápida e infalible. Otro ejemplo de corrupción sistémica; y yo empeñado en negarla o, al menos, en matizarla.

Elige tu propia aventura curricular

En este listado de cuentos y películas que traemos hoy, las novelas de “elige tu propia aventura” tenían que tener un espacio. Y la actualidad política, si no tenía bastante con los presuntos casos de corrupción, nos ha traído un incesante goteo de casos de inflación curricular, con un agravante mayor: el abanderamiento de una supuesta (aquí lo pongo de buen grado) ética intachable. Encima de mentir conscientemente, encima hay que agradecerles el elevado estándar ético por el que dimiten de sus cargos. Fascinante.

Más bien al contrario, esto no deja de ser un síntoma más de insuficiencia del sistema, de falta de ética, favorecida por la flagrante e incomprensible falta de control sobre las declaraciones de los políticos, ya sean sobre sus estudios o sobre sus bienes o intereses en el ejercicio del cargo. Unas declaraciones responsables que evidentemente no funcionan, y que nos muestran ejemplos de titulaciones inexistentes o visionarias, adelantadas a su tiempo. En el caso de los bienes declarados no nos resultan ya extraños los olvidos son frecuentes o los casos de cuentas corrientes que se corresponden poco con las retribuciones percibidas.

Hay un incesante goteo de casos de inflación curricular, con un agravante mayor: el abanderamiento de una supuesta ética intachable. Encima de mentir conscientemente, hay que agradecerles el elevado estándar ético por el que dimiten de sus cargos. Fascinante.

La historia interminable

Después de este repaso muy somero por el panorama actual, diría que estamos ante una nueva versión de La historia interminable, la novela de Michael Ende llevada al cine por Wolfgang Petersen, ambas muy populares. Mencionar a la Emperatriz Infantil, Atreyu, Bastian, Fantasía, Fújur, Vetusta Morla, o aquella canción mítica, Never ending story, seguro que trae muchos recuerdos a los lectores. Veamos qué paralelismos guarda con este relato.

Si bien la metáfora de fondo de la novela (el amor por la lectura) dista mucho del trasfondo de los temas que aquí tratamos, sí podemos observar ciertas analogías y, sobre todo, un mensaje cargado de optimismo. O no.

“La Nada lo devora todo”

“La Emperatriz Infantil está enferma. Algo grave está ocurriendo en Fantasía”, iniciaba el relato la voz en off inicial de la película. “La Nada lo devora todo”, continuaba. En esta analogía, la Nada representa la corrupción, como un vacío ético que devora todo lo que tiene a su alcance, socava la confianza en las instituciones y en el sistema, dejando a cambio precisamente la nada misma. Una Nada que carcome los resortes de una debilitada democracia ideal, representada por la Emperatriz Infantil, cuya salud empeora conforme la Nada avanza.

Para que se recupere la Emperatriz Infantil será necesario todo un ecosistema de sueños que repoblarán los vacíos que la Nada ha dejado en Fantasía. Unos sueños que llegan de la acción humana, individual incluso, que representa Bastian desde el mundo exterior cuando se adentra en la historia.

El problema, o uno de tantos, es que incluso en una historia imaginaria y en la metáfora, es que “la gente con esperanza real es muy difícil de encontrar hoy día”, como reflexionaba Atreyu, consciente de la dificultad de encontrar a alguien que pueda darle un nombre a la Emperatriz Infantil, su misión en la historia.

La Nada representa la corrupción, como un vacío ético que devora todo lo que tiene a su alcance, socava la confianza en las instituciones y en el sistema, dejando a cambio precisamente la nada misma. Una Nada que carcome los resortes de una debilitada democracia ideal.

El gobierno abierto, fantasía

Esta reflexión esconde la falta de imaginación y de sueños de los humanos, que es lo que alimenta a la Nada, y que son los actores necesarios para devolver la esperanza a Fantasía, precisamente a través de su imaginación y sus sueños.

Hacen falta, por tanto, no un solo humano con muchos sueños, como pedía la tortuga Vetusta Morla, sino muchos humanos, cada uno con su sueño o su montón de sueños, para recuperar Fantasía, que sería el ideal del gobierno abierto, y la salud de la Emperatriz Infantil.

Gentes con esperanza real, la que es difícil de encontrar y que, dadas las circunstancias, puede que no quieren ya que la encuentren. Gentes de dentro y de fuera de la Administración, de la sociedad civil y que promueva cambios desde mecanismos de participación grupal e individual. Gentes que entiendan que la sola evocación de la transparencia no tiene ningún efecto real, que exijan la rendición de cuentas que merece la sociedad, y no un conjunto de medidas a la carta, incluso disfrazando de integridad lo que esconde la falta absoluta de la misma.

Hace falta mucha gente, mucha imaginación y nuevas ideas. En este contexto, y por otras circunstancias además de las expuestas, es el momento del gobierno abierto atómico.

“Pero eso es otra historia, y debe ser contada en otra ocasión”, como concluía la voz en off.

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