Necesitamos medios de comunicación que inviertan en convivencia

Necesitamos medios de comunicación que inviertan en convivencia

La arquitecta Carlota de Gisbert sostiene que su responsabilidad no es solamente diseñar viviendas: también busca favorecer el encuentro y evitar el aislamiento de las personas. “Los efectos de que la gente conviva son inmediatos: con un banco al sol o un árbol que da sombra aflora el civismo”, explica. “Los edificios deben mostrar qué modelo de ciudad y convivencia defienden”.

Lo mismo ocurre con el periodismo. Al igual que una ciudad se construye desde sus espacios comunes, el periodismo no consiste únicamente en transmitir información, sino en diseñar y construir entornos de conversación donde podamos hacernos preguntas, mantener un diálogo sin prejuicios y comprender a quienes piensan de forma diferente a nosotros.

De la misma forma que la arquitecta defiende que las urbanizaciones en torno a una zona ajardinada privada son la antítesis de la ciudad, búnkeres que “hablan del miedo al otro”, aquellos medios que se levantan como espacios cerrados para contentar a sus seguidores, atrincherados en sus creencias o en sus intereses, terminan simplificando debates, fortaleciendo sesgos y ensanchando las divisiones sociales.

Con este enfoque en mente, participé recientemente en la jornada anual del Observatorio de Medios e Información Responsable, un evento que reunió a más de 30 representantes del ámbito del periodismo para conversar sobre periodismo, tecnología, confianza y democracia ante 200 personas en Caixaforum Madrid.

Comencé mi intervención con la palabra diálogo, y lo expliqué: veo a los medios de comunicación como espacios fértiles para el encuentro y la conversación, donde hacernos las preguntas adecuadas, escuchar con atención y mantener un diálogo social constructivo. Los concibo como espacios inclusivos, diversos, donde todas las voces se sientan representadas. Medios como árboles que dan sombra y facilitan el encuentro, como espacios de convivencia democrática, como pegamento social.

La sociedad necesita un periodismo que se comprometa a rebajar la polarización. Que se atreva a renunciar a la rentabilidad del grito, de los discursos simplificados y extremos. Necesitamos un periodismo que invierta en convivencia.

Esta apuesta por un periodismo constructivo no es nueva. No inventa nada, ni critica lo que hacemos hoy, ni se postula como una alternativa excluyente. El periodismo constructivo es una invitación a recuperar de forma consciente una parte de nuestro trabajo que tenemos algo olvidada por el ritmo diario, el sesgo negativo que culturalmente arrastramos y el piloto automático que gobierna nuestra agenda informativa. Es una llamada a que desafiemos la forma en que miramos el mundo, las preguntas que nos hacemos, el lenguaje que utilizamos. A que revisemos nuestro papel como periodistas hoy en la sociedad.

Necesitamos un periodismo que se comprometa a rebajar la polarización. Que se atreva a renunciar a la rentabilidad del grito, de los discursos simplificados y extremos. Que invierta en convivencia.

El periodismo constructivo sostiene dos vertientes complementarias. Una está relacionada con prestar atención a los problemas y también a las respuestas que la sociedad ofrece para resolverlos, poniendo el acento en los aprendizajes colectivos que podemos extraer. Otra está vinculada con la creación de espacios de encuentro y diálogo que favorezcan la convivencia democrática.

En la actualidad, medios de todo el mundo incorporan un periodismo más constructivo y orientado a las soluciones para reforzar la confianza de sus comunidades, mejorar la vinculación con ellas y combatir fenómenos como la fatiga informativa, el abandono del consumo de medios o la polarización afectiva.

El Instituto de Periodismo Constructivo pertenece a una red internacional y llevamos casi diez años monitorizando, analizando y compartiendo con colegas las iniciativas de medios de todos los continentes. Comprobamos que este movimiento global no es uniforme y no responde a una receta universal. Depende de la realidad social y mediática de cada país, y de las circunstancias de cada medio de comunicación.

En el caso español, hemos trabajado con más de 300 periodistas y editores. Acompañamos a los medios en la reflexión y en la implantación consciente de este periodismo a su estrategia editorial. Diseñamos fórmulas personalizadas que se adapten a cada medio y su realidad, su tamaño, sus recursos, su enfoque. Y lo que observamos en los últimos años es prometedor: hay espléndidos ejemplos de periodismo con vocación constructiva en muchos medios de nuestro país.


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A menudo estos ejemplos responden a iniciativas de periodistas individuales, o se ejercen de forma intuitiva, esporádica. Por eso, los medios españoles tienen una oportunidad estratégica para incorporar de forma consciente, deliberada, comprometida, un periodismo constructivo que se integre en la cultura, en los procesos y en los productos editoriales. Que se incorpore a nuestra forma de ver y contar el mundo.

¿Qué distingue a un medio preparado para el futuro?, nos preguntaron en la jornada. A mi juicio, el sentido del propósito y el compromiso ético con una función social imprescindible, que nadie más puede ejercer como lo hacen los periodistas. Un medio verdaderamente preparado es aquel que también cuida a sus profesionales, consciente de que son ellos quienes sostienen la credibilidad y la calidad informativa.

Nuestra función de servicio público requiere un esfuerzo más. La sociedad necesita que los medios de comunicación acompañen a las personas en la difícil tarea de ser ciudadanas informadas hoy, en un mundo tan complejo, acelerado y lleno de distracciones. Por ello, los medios deberían liderar los programas de educación o alfabetización mediática que ayuden a la ciudadanía a entender mejor el ecosistema mediático, a identificar la desinformación, a mantener una relación más saludable con el acto de informarse y a fortalecer su sentido crítico, algo esencial para ejercer su plena ciudadanía democrática.

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