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Lectura fácil: contención inclusiva
Los seres humanos nos expresamos y comunicamos unos con otros mediante el lenguaje, a través de sonidos articulados o de otros sistemas de signos (pictogramas, incluidos). Hay muchas formas de lenguaje: culto, grosero, forense, vulgar, técnico o.… sencillo. La accesibilidad cognitiva es la característica de las cosas (productos, procesos, servicios…) que son fáciles de comprender. Hay personas con dificultades de comprensión lectora y/o comunicativa que requieren competencias en materias a las que no son accesibles por su complejidad. Sin los medios adecuados y dotados con partidas presupuestarias robustas, seguirán excluidos socialmente.
Para incluir (o tener virtud y capacidad para incluir) lo primero que se necesita es contención en el doble sentido del término. Por un lado, se trata de poner algo o a alguien dentro de una cosa o de un conjunto, o dentro de sus límites. Es decir, dicho de una cosa, contener a otra, o llevarla implícita: no excluir. Y, por otro lado, a modo de “muro de contención” frente a otros lenguajes supuestamente inclusivos, impostados, insufribles y cansinos, dictaminados única y exclusivamente por la ideología. Desgraciadamente, enmascaran el concepto de diversidad, drenando recursos a la discapacidad y consumiendo baldíos esfuerzos. La alteración indiscriminada de los signos lingüísticos no hace efectiva la comunicación sino ambigua, ampulosa y enrevesada.
Evitar duplicidades y redundancias y animar a la lectura fácil garantiza la comprensión y la accesibilidad. No solo a las personas con discapacidad intelectual, también a quienes sufren deterioro cognitivo, inmigrantes o turistas con poco dominio del idioma o público en general ante textos enrevesados o complejos (manuales de instrucción, legislación, económicos…).
En el caso concreto de la discapacidad intelectual y del desarrollo se requiere un cambio de mentalidad, máxime en un contexto digital que puede añadir barreras adicionales. La actualización de los contenidos de información ofrecidos por diferentes entes -públicos y privados- responde a los nuevos modelos de atención centrados en dotar a las personas de las máximas competencias y especialmente en aquellos que fomentan su vida independiente y autonomía.
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La lectura fácil corta las frases por sintagmas en varias líneas. Así son más fáciles de leer. A veces parecen un poema (¿no es deliciosa la poesía siempre?). Diferente es el lenguaje claro. Es otra forma de hacer documentos más fáciles de entender, pero que no está pensado para las personas con dificultades de comprensión. ¿A quién puede molestar usar párrafos concisos, cortos y claros? O una estructura de la información valiosamente efectiva. Por ejemplo, la técnica de la pirámide invertida que responde seis preguntas: qué, quién, cómo, cuándo, dónde y por qué. También es factible incluir el cómic, la ilustración o las infografías como herramientas de comunicación. Así lo hace el grupo español de Graphic Medicine (Medicina Gráfica) en el ámbito sanitario, de manera práctica a profesionales, pacientes y familiares.
Sin lugar a duda, la concreción de este valioso lenguaje fácil, singular e innovador debe ser elaborado e implantado por un equipo multidisciplinar de profesionales (lingüistas, académicos, tercer sector) y validado por las personas con discapacidad intelectual formadas como verificadores a tal efecto para garantizar que los documentos cumplan su cometido y la norma UNE 153101:2018 EX. Y para el lenguaje claro, la UNE-ISO 24495-1:2024. Políticos, abstenerse en ambos casos. Gracias.