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La cantidad de aperturas y la calidad de la transparencia
No quisiera parecer un nostálgico del cualquier tiempo pasado fue mejor, ni mucho menos. A lo mejor es que sigue estando presente y sea cosa de los cambios del algoritmo lo que hace que mi feed sea menos divertido que antes, o tal vez sea mi propia mirada, admitámoslo como hipótesis, pero la sensación es esa.
Mucho ruido y mucha más bronca en un sitio en el que ya había mucho ruido y bronca, lo que hace que cualquier destello brille más en este contexto.
Hace poco tuve esa sensación de frescura con un post del 17 de septiembre del fundador y codirector de la Fundación Civio, David Cabo. Una reflexión brillante por lo sencilla, y perfectamente explicada con la ayuda de Spiderman. Para no desmerecer su contenido, lo copio a continuación:
No confundir el Plan de Acción por la Democracia con el Plan de Gobierno Abierto, el Consenso para la Administración Abierta, el Plan de Parlamento Abierto o la Ley de Administración Abierta, que son cosas distintas pic.twitter.com/seXbDVYOBq
— David Cabo (@dcabo) September 17, 2024
Reconozco que es un mensaje “para los muy cafeteros”, para esa parte de la población que es capaz, precisamente, de distinguir las diferencias. A falta de datos, pero también de dudas, me atrevo a pronosticar que, a pesar del ruido, no pasa de la cuarta o quinta parte de la población quien puede conocer esas diferencias.
Esto ya es un problema suficientemente serio para quienes nos empeñamos en repetir que la falta de conocimiento sobre estas políticas es un problema que debe solventarse con divulgación, formación y ejemplaridad, si de verdad creemos en que la apertura de las instituciones públicas es una herramienta necesaria para la mejora de la calidad de la democracia. Pero hoy no insistiremos en eso.
Ahora que habíamos aprendido…
Tampoco hoy analizaremos en detalle el elemento inicial de ese ingenioso posteo, el Plan de Acción por la Democracia, que además de tener mucha inspiración europea y algún olvido relevante, “es más bien un inventario, un plan de deberes pendientes”, como ha acertado a resumir la politóloga Cristina Monge. Pero sí hablaremos de lo que supone este plan en nuestro contexto.
Aunque no sorprende especialmente, mucha letra de esta canción ya estaba escrita en los planes y consensos de los Spiderman del tuit de Cabo, a pesar de ser el elemento que iba a marcar un antes y un después en esta legislatura.
Alguna estrofa se mantiene tal cual en la original (lo previsto en los planes de acción de gobierno abierto, protección del informante, secretos oficiales, sistema de integridad, etc.); alguna con matices de refuerzo (rendición de cuentas semestral obligatoria, aunque no la haya cumplido el propio Gobierno), como la periodicidad del informe Cumpliendo, que estuvo sin actualizarse desde diciembre de 2022 a julio de 2024).
Esto de cambiarle los nombres a cosas que en esencia son muy parecidas me recuerda también un viejo chiste, aquel en el que la abuela se quejaba de que “ahora que habíamos aprendido a decir pinícula, quieren que digamos flim”. Y como ocurre en el chiste, resulta que tampoco es que hayamos aprendido a decir bien ni el primer término (pinícula), puesto que nos queda todavía bastante trabajo por hacer en cuanto a cosas que ya deberían estar superadas, y que solo fueran matices o ejemplos aislados los puntos a señalar.
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La calidad de la información
Una de las cuestiones por las que habría que empezar es el avance en la calidad de la información que se publica. Hoy en día es muy fácil visitar un portal de transparencia y encontrar información incompleta, desactualizada, confusa. O peor, no encontrarla.
Las leyes de transparencia incluyen artículos sobre las características que debe reunir la información que se publica en las “obligaciones de publicidad activa”. Se normalizó la práctica de que la obligación de publicar estaba por encima de los atributos de la información, es decir, es más importante publicar, aunque esté mal o no sirva para nada. Es una de las objeciones que se pueden hacer a los índices de transparencia, que, si bien sirvieron para poner el foco mediático en los portales, también tuvieron sus sombras.
La Ordenanza Tipo de Transparencia Pública de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) hizo un buen trabajo de síntesis y explicación sobre los atributos de la información publicada para que sea información de calidad. Con esto de calidad nos referimos a que sea útil a la ciudadanía, principal destinataria de los portales de transparencia y de los profesionales que trabajan con esa información.
En el Artículo 14 de la Ordenanza Tipo, llamado Calidad de la información, se indica que “la información que se publique será relevante, fácilmente localizable y accesible para todas las personas de forma gratuita, actualizada y veraz, clara y reutilizable”.
Estos atributos ya eran conocidos. Están en la Ley 19/2013 de transparencia y en los desarrollos autonómicos de la misma. La aportación de la Ordenanza es que desarrolla el significado de cada atributo con mucha claridad y algún ejemplo. Esto debería servir no solo para hacer pedagogía, sino para avanzar en el cumplimiento de estos artículos.
Son bienvenidas todas las iniciativas para mejorar la calidad democrática, aunque sean repetitivas, incompletas, más o menos oportunas o incluso manifiestamente mejorables. Por ejemplo, presentar un Plan de Acción por la Democracia sin contar con la participación de ciudadanía, academia y sociedad civil es un contrasentido, y más si se acompaña el plan de todo un repertorio de medidas de los planes de gobierno abierto.
¿Qué les parece si aprendemos a decir película antes de ponernos con lo del film?
P.S.: Sobre este tema de la calidad de la transparencia y las pinículas, comparto esta presentación que realicé hace poco más de un año en una jornada organizada por el Consejo de Transparencia y Protección de Datos de Andalucía. Va con una dedicatoria especial a Juan Romero, que fue quien rescató ese chiste de los recovecos de mi memoria.