<p>Imagen: Carlos Pacheco.<p>

Imagen: Carlos Pacheco.

¿Gobierno corporativo o gobernanza corporativa?

El lenguaje permite a las personas comunicarse de manera eficiente y, así, construir e interpretar la realidad.

En ocasiones, condiciones, características, conductas e identidad se solapan, como cuando hablamos de discapacitados en vez de personas con discapacidad. Otras veces, las motivaciones son más sutiles.

En el caso de gobierno y gobernanza, ambos se refieren a los procesos, estructuras y mecanismos que definen el control y la dirección de las corporaciones (Greg Shailer, 2018). Es decir, al conjunto de reglas, recomendaciones, instituciones, procedimientos y criterios para la toma de decisiones que afectan a las relaciones entre accionistas, el órgano de gobierno, el equipo directivo y los grupos de interés (Javier Martín Fernández y Xavier Subirats Alcoverro, 2019). El objetivo y la motivación: asegurar su sostenibilidad en el tiempo y la creación de valor (misión, visión) dentro de un marco ético (valores), respectivamente.

En España es más habitual hablar de gobierno que de gobernanza. De hecho, Google así traduce corporate governance. Sin embargo, no hay color entre las dos. Gobernanza es, según la Real Academia Española, el “arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía”, mientras que gobierno, la mera “acción y efecto de gobernar” e incluso más mundano todavía, “órgano superior del poder ejecutivo de un Estado o de una comunidad política, constituido por el presidente y los ministros o consejeros”.

Por su parte, corporate no admite discusión: corporativo, se atiene a corporación, en sentido amplio, ya sean públicas o privadas, con, sin ánimo de lucro o de beneficio e interés común -SBIC-. En todo caso, en español, lo embellecemos con la apócope de ‘bueno’: informes y códigos de buen gobierno corporativo. Se trata de alinearnos con la excelencia de las mejores prácticas.

La necesidad de separar propiedad, control, y dirección no es ninguna novedad, desde los pioneros Berle y Means (1929), Milton Friedmann (1970) o Brundtland (1987) hasta Cadbury (1992) o Elkington y su Triple Bottom Line (1994). Tradicionalmente, la gobernanza ha sido eminentemente legalista, orientada a cumplir la ley y dedicada a firmar la burocracia pertinente (cuentas anuales, actuaciones excepcionales recogidas en los estatutos…). En el mejor de los casos, fiscalizar la labor de debida diligencia del equipo directivo en la citada materia de rendición de cuentas (accountability).


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Sin embargo, hoy en día, se le exige, además, efectividad: un verdadero foro transparente, honesto y profesional que aporte valor a la organización. Entre sus funciones: validar la estrategia de la organización en diálogo con sus grupos de interés y ofrecer seguimiento y análisis de su cumplimiento o desviación de los objetivos planteados. También, monitorizar acciones y decisiones relevantes y el desempeño del primer ejecutivo (el Chief Executive Officer, CEO), dilucidar la sucesión en la dirección general, la composición de la alta dirección, el cumplimiento de la legalidad (compliance) y la definición del mapa de riesgos y cultura corporativa.

La moderna dimensión global entiende a las corporaciones en sus cinco aspectos: purpose -propósito-, profit -beneficios-, people -personas-, planet -planeta-, prosperity -posperidad-. De esta manera es imprescindible que su gobernanza esté formada por perfiles independientes, diversos (incluida la discapacidad o los séniores) profesionales con responsabilidad y conocimiento en la preparación de la agenda y enfocados a la protección de riesgos. Todo un arte, vaya.

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