<p>Foto: Ana Palacios.<p>

Foto: Ana Palacios.

Zawia y el color de su piel

Zawia habla swahili, inglés y lengua de signos. Es albina, es decir, carece de melanina en su piel, ojos y cabello, entre otras anomalías como la baja visión o el nistagmo (movimiento rápido y continuo de sus ojos). Esto acentúa la fragilidad de su salud y la convierte en vulnerable.

Tiene 12 años y es una de las habitantes de Kabanga Center. Un refugio construido por el Gobierno tanzano para proteger a las personas con albinismo que han tenido que salir de sus poblados huyendo de los cazafortunas que los persiguen para descuartizarlos y vender trozos de sus cuerpos -quizá hasta por 2.000 dólares- a los hechiceros que harán “pócimas de buena suerte”.

Tanzania es un país en el que conviven 60 millones de personas de más de 120 grupos étnicos distintos que hablan 127 idiomas. Es también un destino turístico privilegiado para los recién casados que quieren vivir la inolvidable experiencia de un safari en el Serengueti, bucear en las transparentes aguas de Zanzíbar o escalar el Kilimanjaro guiados por un sherpa. Es precisamente en las faldas de esta montaña donde se concentra la mayor comunidad albina de África.

Los niños albinos en África no pasan desapercibidos por razones obvias. El nivel educativo es bajo, sobre todo en las zonas rurales, y el hecho de que sean de otro color no lo comprenden, ni niños ni adultos. Inventan supersticiones y así justifican lo que no entienden, creencias como que un albino es hijo de un hombre blanco, o que es hijo del demonio, que curan enfermedades si los tocas o que las contagian.

Sufren una estigmatización social desde que nacen, incluso en sus propias familias. Si esa familia ha de alimentar a seis hijos, el albino será el más desatendido, por ser el que menos posibilidades tiene de sobrevivir.

A todo ello se añade una baja visión y la fragilidad de su piel a los rayos del sol. Estas circunstancias se traducen en problemas adicionales como la dificultad para ver correctamente la pizarra, obstaculizando que accedan a secundaria o, más adelante, a trabajos más cualificados. Además, incrementa la probabilidad de que desarrollen un cáncer de piel si no se protegen adecuadamente -con ropa de manga larga, gafas de sol adecuadas o fotoprotectores- reduciendo su esperanza de vida a los 30 años, cuando la esperanza de vida de una persona no albina en Tanzania es de 66 años, más del doble.


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Por si fuera poco, en 2007 se pusieron de moda las pócimas elaboradas con partes del cuerpo de un albino entre los brujos. De modo que ahora también tienen que esconderse de los cazarrecompensas que les persiguen para amputar sus miembros y facilitar esos ‘ingredientes’ a los brujos. Según informes de la ONG Under the Same Sun, la policía ha registrado 700 asesinatos desde que comenzaron las persecuciones en Tanzania. Por eso a muchos de estos niños y niñas, los llevan a centros como Kabanga, refugios vigilados, para protegerlos de los traficantes de cuerpos.

Zawia quiere ser maestra. Ella conoce los peligros del sol y se mantiene bien protegida jugando en interiores durante las horas de más calor. El conocimiento sobre su condición genética es lo que le incentiva a cuidarse. El hecho de tener esa información es lo que, seguramente, alargue y mejore su calidad de vida. Este es otro sencillo -pero vital- ejemplo de que el acceso a la educación, en este caso para la salud, es el mayor aliado para el progreso de una sociedad.

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