El declive de la inversión ESG

El declive de la inversión ESG

Varias sombras planean sobre la inversión sostenible y las siglas ESG ya no atraen tanto a los inversores.

Hace unos años la etiqueta ESG -Environment, Social, Governance- en una empresa era casi sinónimo de atracción de inversores. Las memorias de las compañías se llenaron de páginas explicando cómo luchaban contra el cambio climático o cómo dirigían a la sociedad parte de sus beneficios. Y las entidades financieras también hacían de la ESG su estrategia comercial para captar nuevos clientes: “Ponga dinero en este producto, decían, que solo invierte en empresas que cumplen con el medio ambiente”. Pero esta tendencia no solo está cambiando, sino que parece que se acelera en sentido contrario.

Todos los años por estas fechas, BlackRock, el mayor gestor de fondos de inversión del mundo, envía una carta al mercado -especialmente dirigida a las empresas en las que participa en el capital- en la que comenta qué criterios va a seguir a la hora decidir el destino de sus inversiones. Para este año, BlackRock quiere hacer hincapié en la “resiliencia financiera” de las empresas y deja de lado sus referencias de otros años a los criterios ESG por los que se ha regido al menos hasta 2022, una tendencia que ya había empezado el año pasado. Por ejemplo, la gestora ha eliminado la referencia al calentamiento global en su lista de prioridades para 2024, que sí estaba en años anteriores.

En realidad, BlackRock quiere asegurar la rentabilidad de sus inversiones, como haría cualquier otro administrador de activos. “En un momento en el que la inteligencia artificial y los altos tipos de interés impactan en las empresas en todo el mundo”, BlackRock quiere saber “cómo están gestionando estos riesgos para garantizar que generen retornos financieros a largo plazo”, ha afirmado la compañía al detallar sus prioridades de compromiso con las empresas para este ejercicio. A esos retos se unen los crecientes riesgos geopolíticos: todavía no sabemos, por ejemplo, cómo va a afectar al comercio mundial y a la inflación la tensión en el Mar Rojo, por ejemplo.

BlackRock es taxativo. En otro párrafo de la carta se lee: “El contexto macroeconómico y geopolítico en el que operan las empresas ha cambiado. Estamos particularmente interesados en aprender de las compañías en las que invertimos cómo se están adaptando para fortalecer su resiliencia financiera”. Y más adelante: “Las compañías se encuentran en un momento en el que estos cambios están impactando sus modelos de negocio (…) y las decisiones que están tomando cambiarán significativamente sus perspectivas de rentabilidad”. En otras palabras, da la sensación de que BlackRock dice: volvamos a lo fundamental -la rentabilidad- para asegurar de que podremos ocuparnos después de lo secundario, entre lo que se encuentra el medio ambiente, el compromiso social y la gobernanza corporativa.

Larry Fink. consejero delegado de BlackRock, recibió agrias críticas desde ámbitos políticos de Estados Unidos y desde algunas organizaciones internacionales cuando el año pasado cambió su estrategia de inversión. Y este año no se han hecho esperar. Pero después de años en los que Fink hizo de la ESG una bandera para la toma de participación en empresas, ha sido precisamente la politización de ese término una de las razones que le han llevado a tomar distancia en los últimos dos años, especialmente en todo lo que tiene que ver con el cambio climático.

Todo esto significa que habrá menos dinero para invertir en ESG. Y esto está pasando cuando la ONU, otras organizaciones internacionales y muchos gobiernos atemorizan a los ciudadanos con la ‘no vuelta atrás’ del cambio climático.

No son solo BlackRock y Larry Fink los que arrinconan los criterios ESG. El declive de la importancia que tiene la ESG en la inversión colectiva se comprueba también en el menor interés de las entidades financieras y gestoras de fondos en incorporar a su oferta comercial productos de este tipo: en la segunda mitad de 2023 solo se lanzaron al mercado seis fondos que tuvieran el medio ambiente, la conciencia social y la buena gobernanza corporativa como criterios a la hora de invertir en empresas. En cambio, en la primera mitad del año hubo 55 lanzamientos y entre 2020 y 2022 el promedio anual fue de 100 nuevos productos, según datos de la empresa de análisis de fondos Morningstar.

Además, Financial Times acaba de publicar un análisis en que afirma que algunas gestoras de fondos, como Abrdn, Morgan Stanley o UBS, han eliminado las etiquetas ESG de los nombres de algunos de sus fondos de inversión por varias razones. Una es que esos productos son especialmente vigilados por los organismos reguladores para que cumplan esos criterios y a los gestores se les hace más costoso elegir los activos en los que invertir. La otra es la menor rentabilidad obtenida respecto a otros fondos.


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Según Morningstar, los inversores particulares “miran las rentabilidades pasadas a la hora de elegir una inversión en busca de rentabilidad futura” y los mediocres resultados de algunos fondos ESG no son una buena campaña de marketing. Precisamente los malos resultados de los fondos de inversión etiquetados como ESG han sido la causa de la disminución del apoyo de los inversores a las propuestas medioambientales y sociales de esos productos. Destacados grupos financieros como Allianz, Lloyd’s of London y Vanguard se han retirado de planes de emisiones netas de carbono cero y JPMorgan Chase ha redefinido sus objetivos climáticos para alejarse de esas referencias. Incluso los partidarios de la inversión sostenible advierten de que hay gestoras que exageran el impacto medioambiental de sus inversiones.

“Hay escepticismo sobre la forma en la que se han comercializado la inversión sostenible”, dice Financial Times: “El apoyo de los inversores a las propuestas medioambientales y sociales ha caído bruscamente, el flujo de dinero en EE. UU. hacia los fondos etiquetados ESG se ha ralentizado por su baja rentabilidad, incluso los partidarios de la inversión sostenible advierten del greenwashing, en el que los gestores de activos exageran mintiendo sobre el impacto medioambiental de sus inversiones”. Todo significa que habrá menos dinero para invertir en ESG. Y esto está pasando cuando la ONU, otras organizaciones internacionales y muchos gobiernos atemorizan a los ciudadanos con la ‘no vuelta atrás’ del cambio climático.

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