La Junta de Accionistas de Telefónica: en caída libre

La Junta de Accionistas de Telefónica: en caída libre

Eran las 14.10 cuando me levanté del pabellón 9 del Recinto Ferial de IFEMA donde se celebraba la junta de accionistas de Telefónica. Mientras recorría la sala escuché las palabras de un pequeño accionista quejándose del horario fijado para la Junta: “Telefónica es la mayor empresa de España y la que más tarde entra a trabajar. Yo les pediría que en próximas ocasiones adelanten la celebración de la junta, pues da la impresión que está convocada a las 13.00 horas con la intención expresa de que las votaciones coincidan con la hora de comer y no quede nadie en la sala”. Sonreí y continué mi paseo mientras pensaba que era un bonito epitafio para describir lo que estaba ocurriendo con nuestra primera multinacional. Efectivamente, como sigan así, se arriesgan a que en la próxima junta “no quede nadie en la sala”.

Si las juntas generales de accionistas son un termómetro que muestra la proyección y el futuro de la empresa, está claro que la que tuvo lugar el pasado 31 de mayo en el Recinto Ferial del Campo de las Naciones es una firme invitación a vender las acciones de la compañía.

La reunión comenzó con puntualidad, a las 13.00 horas. Ese fue el único dato positivo de toda la jornada. La sala estaba ocupada por personas de mediana edad (la compañía siempre ha contado con numerosos jubilados entre sus accionistas) y de directivos de la compañía con sus inconfundibles acreditaciones colgadas del cuello. El presidente César Alierta, flanqueado por el resto de los consejeros, comenzó la sesión leyendo, sin salirse una coma del guion, un breve saludo.

A continuación dio la palabra a Ramiro Sánchez de Lerín, secretario del consejo de administración. Durante treinta interminables minutos, mientras sus palabras se proyectaban en una gran pantalla, el secretario volvió a leer el orden del día de la junta. En un lenguaje cansino, lleno de citas de artículos de la ley de sociedades y otras disposiciones legales, fue anestesiando lentamente a la sala. ¿Por qué no proyectan un holograma del secretario y del presidente? – me pregunté. ¡Tendría mucho más interés!

A continuación tuvo lugar el turno de intervenciones de los accionistas. Si dejamos a un lado las preguntas “cocinadas” y el habitual show de los sindicatos, con sus reivindicaciones y trasnochados eslóganes, destacaron dos cuestiones. La primera a cargo de Katharina Miller, una abogada alemana, que impulsa la paridad en los consejos y órganos de dirección de la empresa.

Katharina recordó al consejo de administración que Telefónica es una de las empresas cotizadas con menor porcentaje de mujeres en el órgano de gobierno (un 5% en total) y les preguntó qué medidas concretas estaban adoptando para impulsar la diversidad, ya que en el Informe Anual de Gobierno Corporativo no dan cuenta de ninguna de ellas, a pesar de constituir una de las recomendaciones del Código Unificado.

Inmediatamente después intervino Joaquín Tamames, antiguo director del departamento de fusiones y adquisiciones del Banco Urquijo y del Banco Sabadell, pidiendo una explicación acerca de las altas indemnizaciones pagadas a Julio Linares (24,7 millones de euros), consejero delegado de la entidad, y Luís Abril, director de comunicación, y Calixto Ríos (10,8 millones de euros).

Tamames argumentó que esas indemnizaciones son difícilmente justificables “cuando se trata de bajas voluntarias y los ejecutivos han venido recibiendo una muy generosa remuneración fija y variable durante su permanencia en la compañía. Sobre todo –añadió- si se tiene en consideración que en los cinco últimos años la acción de Telefónica ha perdido el 43% de su valor y en el año 2012 Telefónica disminuyó su beneficio un 27%”.

Ninguna de las preguntas recibió una respuesta motivada por parte del presidente. La inquietud de Katherina Miller quedo sin contestar, y la cuestión planteada por Joaquín Tamames obtuvo del presidente como única contestación que “Telefónica es una empresa global, que debe competir en el mercado mundial y esas indemnizaciones obedecen a que se trata de seleccionar y retener a los mejores ejecutivos del mundo”.

El Sr. Alierta no debió ser muy convincente, pues sólo el 54% de los accionistas de la junta votó a favor del Informe Anual de Retribuciones, mientras el 36% lo hizo en contra y el 9% se abstuvo, según datos provisionales, pues Telefónica todavía no ha colgado en su web el resultado de las votaciones.

El hecho de que apenas la mitad de los accionistas presentes y representados vote a favor de una propuesta del consejo de administración debería constituir una llamada seria de atención para cualquier órgano de gobierno medianamente responsable y preocupado por sus accionistas. Pero el consejo de administración de Telefónica hace mucho tiempo que resolvió ignorar a sus accionistas.

Los ignoró en la junta de accionistas del 2011 cuando, saltándose la recomendación del Código Unificado, decidió no someter a la aprobación consultiva de la junta de accionistas la propuesta de remuneraciones del consejo, excusándose en el peregrino argumento de que se trataba de una cuestión estratégica.

Los volvió a ignorar en la junta de accionistas del 2012, cuando, forzado legalmente a someter el informe a votación consultiva de los accionistas, sólo obtuvo la aprobación del 60,58% de los accionistas (el 24,9% voto en contra y el 14,5% se abstuvo).

Y, por último, los ha vuelto a desdeñar en la junta de accionistas del pasado 31 de mayo, cuando el presidente y su consejo obtuvieron el rechazo del 45% de los accionistas a su propuesta de remuneraciones.

A la vista de todo esto recordé un comentario de Warren E. Buffet, recogido en su carta anual a los accionistas de Berkshire Hathaway Inc., fechada el pasado 1 de marzo, que se podría aplicar perfectamente a los miembros del consejo de administración de Telefónica: “Como comentó en una ocasión un famoso editor sureño: Yo debo mi extraordinaria posición en la sociedad a dos grandes instituciones americanas: el monopolio y el nepotismo”.

Berkshire Hathaway y los accionistas

Telefónica haría muy bien en prestar atención a las palabras de Warren Buffet, pues ninguna empresa puede presumir del valor y el reconocimiento generado a sus accionistas como Berkshire Hathaway Inc.

En sus 48 años de historia la compañía sólo ha tenido resultados por debajo del índice de S&P en nueve ocasiones. Hay que decir que en ocho de esas nueve ocasiones Berkshire obtuvo unas ganancias superiores al 15%. La tasa de ganancia acumulada compuesta desde sus orígenes (1965-2012) es de un 19,7% frente al 10,3% de S&P. Mil dólares en acciones de Berkshire compradas en 1965 actualmente valdrían ¡más de cinco millones dólares!

Pero Buffet no es respetado exclusivamente por las extraordinarias ganancias que reparte a sus accionistas, sino también por su transparencia y cercanía con los mismos. Sus cartas anuales (muy alejadas del estilo de información estandarizado y aséptico al que nos tienen acostumbradas nuestras compañías) son esperadas y analizadas por miles de expertos y analistas.

Para comenzar, Buffet suele comenzar sus cartas con las malas noticias (que, como podemos intuir, son malas relativas, pues un 15% de ganancia nunca es una mala noticia, aunque las haya mejores). En la carta del pasado mes de marzo comenzó lamentando que, pese a unas ganancias de 24 mil millones de dólares en el 2012 habían vuelto a quedar por debajo de S&P.

Su segunda decepción se debió a que no había conseguido cerrar ninguna gran adquisición: “aunque perseguí a un par de elefantes, regresé con las manos vacías”.

Tras las malas noticias vienen las buenas, y Buffet comienza a rendir cuentas de los objetivos y promesas que hizo el año anterior. Línea a línea, con un lenguaje conciso y directo, va descomponiendo los resultados y principales operaciones del año, dando su opinión sobre la situación económica del país y analizando los principales sectores de sus inversiones: seguros, energía, distribución, periódicos (de lectura obligada para todos los editores), servicios, financiero, etc.

No sobra ninguna palabra; no hay rodeos ni retórica en sus comentarios, salvo frecuentes elogios a los gerentes de sus empresas y algunas bromas para compensar la dureza de los números.

Igualmente esperadas son sus nutridas reuniones con los accionistas, que nadie quiere perderse. Cerca de 35.000 personas peregrinan todos los años a Omaha para asistir a la reunión anual. Berkshire no necesita incentivar a los accionistas regalándoles sartenes y viajes a Palma de Mallorca, como la mayoría de nuestras empresas del IBEX.

La reunión anual suele celebrarse durante un fin de semana. En esta ocasión tuvo lugar el 4 y 5 de mayo en el CenturyLink Center. El evento comenzó el sábado a las 7.00 am y terminó con una cena el domingo. Hay tiempo para todo, para asistir a las sesiones de información y para relajarse e ir de compras disfrutando de las promociones de las empresas propiedad de Berkshire, que aprovechan el evento para hacer su agosto.

Uno de los actos más esperados es la sesión de preguntas a la que anualmente se someten Buffet y su vicepresidente y amigo, Charlie Munger. Durante cerca de seis horas contestan a más de medio centenar de cuestiones, previamente seleccionadas por un primer panel integrado por tres conocidos periodistas de Fortune, CNBC y The New York Times.

El segundo panel está compuesto por tres analistas de prestigio, uno de ellos necesariamente debe ser experto en el sector de los seguros –el sector que concentra las mayores inversiones de Berkshire-. Este año Buffet exigió que entre los analistas se incluyese alguien crítico que hubiese hecho una recomendación negativa sobre las acciones de Berkshire (one who is short the stock). A Buffet no le interesan las personas complacientes con su gestión. No le asustan las críticas, desea escucharlas, es más, quiere que todos las escuchen.

Berkshire y Telefónica, son dos empresas con dos filosofías muy diferentes de tratar a sus accionistas. No sólo por el retorno que les dan, sino por la atención que les dispensan. Berkshire Hataway es un enorme conglomerado de empresas (la novena empresa cotizada en el ranking de Forbes Global 2000) con el encanto de una empresa familiar. Todos los atributos de riqueza y poder que acompañan a las grandes empresas y de los que presumen en Telefónica están ausentes aquí.

Buffet ha sido uno de los líderes empresariales más críticos en relación con los sueldos y bonus de los directivos. No creo que le convenciesen los argumentos de César Alierta para justificar las altas indemnizaciones a los directivos.

Su casa la compro por 31.000 dólares hace más de cincuenta años. ¡Ni siquiera es la casa más grande del vecindario! Pero como dice: “Es cálida en invierno y fresca en verano. ¿Para qué quiero más?”.

@jmcavanna

Comentarios

  1. Gran crónica Javier.
    Que pena que una de las empresas más internacionales de España haga las cosas tan rematadamente mal. Me parece un falta de respeto al accionista y también a la sociedad.

  2. Gracias por la buena crónica con la coletilla de Buffet.

  3. Soy accionista y quiero recordar al Consejo que no son los propietarios de la Compañía. Es inmoral que los consejeros fijen sin control sus propios salarios. Me parece lamentable que se convoque la JG a las 13.00, cosa de pícaros, ese tipo tan tristemente español. Si queremos que el inversor confíe en la Compañía lo primero es poner al frente a gente respetable. En España estamos ya hartos de tramposos.

  4. Una verdadera pena de empresa.
    Como accionista y prejubilado de la misma, iba a asistir a la reunión de este año, incluso, ingenuamente, pensaba intervenir: el nombre de Telefónica totalmente obsoleto, sin descuidar la movilidad orientarse más a datos que a voz (la voip son datos),con despliegue de mas infraestructuras de fibra y gran capacidad, ofreciendo accesos de 1Gigabps a precios asequibles (cientos, no miles de euros mensuales) pues hay demanda, no sólo empresas y administraciones, sino comunidades , operadoras pequeñas (no son competencia, son vendedores mayoristas) e incluso residencial….. Peeeero, he leído este artículo y se me han quitado las pocas ganas de asistir que tenía.

    Definítivamente, este operador (país ?) no tiene remedio…

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