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Arriba, Melissa Cavero y Sebastián Alarcón. Abajo, de izq. a dcha., Luz Restrepo, Catalina y Carolina Castelblanco.

Cinco inmigrantes latinos que impulsan el cambio social y económico en Australia

Con base en Melbourne, cinco emprendedores latinoamericanos están creando proyectos que combinan impacto social, sostenibilidad, cultura y comunidad. Desde chocolate ético hasta servicios de ayuda intercultural, estas iniciativas nacen de la experiencia migrante y demuestran que emprender también es una forma de pertenecer.
9 mayo 2025

Cinco emprendedores latinoamericanos radicados en Melbourne (Australia) lideran proyectos que integran innovación social, desarrollo comunitario y sostenibilidad desde una perspectiva migrante.

A través de negocios y organizaciones que operan en sectores como la alimentación, el arte, la inclusión laboral, el cuidado y la formación, aportan soluciones concretas a desafíos contemporáneos. Sus iniciativas, nacidas en contextos de adaptación cultural y profesional, muestran cómo la experiencia migratoria puede convertirse en una plataforma para generar impacto económico y social en el país de acogida.

Chocolate con propósito

Sebastián Alarcón nació y creció en Ecuador. Estudió hotelería en Suiza y su carrera lo llevó a trabajar en hoteles de lujo y empresas de concierge en Abu Dhabi y Dubái, donde comenzó a aplicar técnicas estadísticas para predecir comportamientos de consumo. Esto despertó su interés por la ciencia de datos, campo que estudió en Deakin University cuando viajó a Australia para hacer un máster.

La vida migrante trajo desafíos: largas jornadas de estudio sin ingresos, visas temporales y la necesidad constante de adaptarse. “Estudié una maestría de dos años y medio en solo nueve meses. No lo recomiendo, pero era necesario”, cuenta.

Urku, la marca que cofundó junto a su pareja Carolina, no nació de un plan de negocios tradicional, sino de una necesidad: la de reconectar con sus raíces y crear un proyecto con sentido. “Nos dimos cuenta de que el chocolate que extrañábamos de Ecuador no existía en Australia. Lo empezamos trayendo para amigos, y todos lo amaban. Así empezó”. Hoy Urku ya tiene una pequeña boutique en Melbourne.

Durante la pandemia, la pareja montó un estand en el Queen Victoria Market, cerca de los productos orgánicos. “Estábamos entre los vegetales, vendiendo chocolate”, recuerda Sebastián.

Urku comercializa chocolate ecuatoriano de alta calidad elaborado por dos comunidades productoras: Herencia Esmeraldas, integrada por 850 familias afrodescendientes, y Kallari, una organización indígena amazónica. El producto se cultiva, procesa y empaca en origen bajo estándares orgánicos y con prácticas sostenibles. Una vez en Australia, se le añade valor a través del añejamiento en madera local.

Cinco inmigrantes latinos que impulsan el cambio social y económico en Australia

Esta marca de chocolate ecuatoriano procesa y empaca en origen bajo estándares orgánicos y con prácticas sostenibles. Foto: Urku.

Urku se presenta como una empresa de lujo ético. Cada barra de chocolate cuenta una historia y lleva un mensaje: el cambio climático está poniendo en riesgo al cacao. En 2024, fue nombrado proveedor oficial de 1 Hotel, el primer hotel sostenible de Melbourne. “La inversión inicial fue de unos 5.000 doláres. En cinco cinco años de operaciones logramos cubrir costos. Hay mucho trabajo por hacer”, cuenta Alarcón.

Hoy, Urku sigue creciendo con su boutique, ventas online, eventos, catas y experiencias sensoriales personalizadas y un creciente canal de hoteles y restaurantes que apuestan por lo artesanal. Su próximo sueño: lograr escala para seguir ayudando a las comunidades productoras. “No se trata de competir. Se trata de compartir conocimiento para que toda la industria del chocolate crezca con ética y propósito”.

Hoy el objetivo es fortalecer el canal B2B (de empresa a empresa), abrir una segunda tienda y explorar oportunidades en el sudeste asiático, sin dejar de lado la educación del consumidor. “Queremos que el público aprenda a distinguir el chocolate por su origen y calidad, no solo por la estética del envoltorio”, afirma Sebastián.

Cuidado emocional

Catalina González es otra emprendedora en Melbourne. Oriunda de Medellín (Colombia), estudió ingeniería y marketing, y aunque amaba su trabajo en su país, sentía que algo no encajaba. “Estaba rodeada de mentalidades tradicionales que no comprendían que el mercadeo se hacía hablando con la gente, no solo desde un escritorio”, recuerda.

Aterrizó en Melbourne en 2009. Al llegar, estudió turismo y comenzó a dar clases de baile a niños. Así se inició su recorrido como instructora de zumba, una faceta que con los años fue tomando forma profesional. “Bailo desde pequeña, y enseñar fue mi forma de conectar con la comunidad”, cuenta.

La danza la llevó a crear proyectos como Party with Latinas, una comunidad que ofrecía entretenimiento cultural con identidad latina. También impulsó eventos solidarios, como aquel que organizó para recaudar fondos tras una emergencia climática en Colombia. «Siempre estuve buscando cómo aportar, cómo sumar desde el arte y el movimiento

En paralelo, fue voluntaria en una organización que usaba el arte para apoyar a niños en contextos de conflicto. De ahí nació su colaboración con Mosaico Experience, una iniciativa de talleres culturales con enfoque social que promovía la cultura latina desde una mirada transformadora. Durante siete años, Mosaico fue una incubadora de creatividad e impacto, hasta que Catalina decidió dar un giro más personal.


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Hoy su energía está volcada en Vibrations, que combina facilitación, mentoring y charlas motivacionales. “Soy muy versátil. Me llaman para distintos talleres y los creo a medida, según el propósito del grupo”, explica.

Migrar no fue fácil. “Al principio estaba tan feliz que no lo sentía, pero después cada visita a Medellín era un duelo. Lloraba al volver, me preguntaba qué hacía tan lejos de mi familia.” Ese proceso, dice, fue moldeando su fuerza interior y su sentido de comunidad. “La salud mental es parte del viaje migrante. Por eso, todo lo que hago está atravesado por el cuidado emocional”.

Ayuda intercultural

Melissa Cavero migró desde Lima a Melbourne hace diez años por amor. En el contexto de la pandemia de la covid-19, fundó Llama (Liga de Latinoamericanos Migrantes en Australia), una organización sin fines de lucro con el objetivo de ayudar a la comunidad latina. Su primera iniciativa fue ofrecer clases virtuales gratuitas de inglés.

“Hoy brindamos asesoramiento para elaborar la hoja de vida, realizamos simulaciones de entrevistas de trabajo y explicamos con plantillas cómo adaptar el CV al estilo australiano”, relata.

Además, una vez que las personas consiguen empleo, reciben orientación sobre cómo actuar en casos de accidentes, situaciones de acoso laboral o si su salario es el adecuado. Es decir, cuentan con distintos tipos de asesoría legal.

Sobre los desafíos que enfrentan los migrantes latinos, Cavero menciona que la principal barrera es el idioma. “Muchos vienen a estudiar inglés y, justamente por eso, no tienen el nivel necesario para comunicarse en situaciones básicas, como usar el transporte público o ir al médico. No conocen el vocabulario ni cómo funciona el sistema, lo que hace difícil acceder a servicios esenciales”, explica.

“Las personas migrantes desarrollan mucha resiliencia y aprenden desde el punto de vista cultural”, Melissa Cavero.

Otro desafío que destaca es el desconocimiento sobre el sistema universitario y la realización de evaluaciones académicas. También menciona la dificultad para encontrar dónde comprar productos accesibles y de buena calidad. “Es mucha información que procesar al llegar a un país nuevo”, señala.

A pesar de estos retos, Cavero reconoce que la experiencia migratoria impulsa el crecimiento personal. “Las personas desarrollan mucha resiliencia y aprenden desde el punto de vista cultural”, afirma.

Antes de emprender, Cavero trabajó en el área administrativa de salud, lo que fue desafiante por el idioma. Después, en la embajada de Colombia en Canberra, donde asistió a la comunidad colombiana en trámites consulares y asistencia social. También trabajó en el área de migración, en visados de patrocinio y realizó voluntariados en turismo con la Municipalidad de Melbourne.

Sobre su futuro, comenta: “Me gustaría crear una empresa enfocada en la comunidad latina. Primero, debo analizar qué estructura legal se alinea con mis ideas”.

Las clases de inglés que ofrece Llama no solo enseñan el idioma, sino que también brindan información sobre Australia. “Los profesores, que son australianos, explican cómo funciona el transporte público, el clima cambiante de Melbourne, los festivales y otros aspectos culturales del país”, detalla. Además, las clases están abiertas tanto para quienes ya viven en Australia como para aquellos que aún están en Latinoamérica y planean migrar.

Los estudiantes, repartidos en ciudades como Perth, Adelaide, Melbourne, Brisbane y Sídney, están profundamente agradecidos. “Las clases se centran en necesidades básicas, lo que les facilita su integración”, concluye Cavero.

Conectar emprendedores

Luz Restrepo llegó a Australia a los 45 años, sin inglés, sin dinero y sin red de contactos. Hoy, es una de las pocas mujeres latinas que ha recibido la Medalla de la Orden de Australia  por su contribución a la inclusión social y el empoderamiento económico de mujeres migrantes.

Restrepo trabajó en el sistema de salud y en gestión administrativa en Colombia. Llegó a Melbourne en calidad de asilada política junto a su esposo y su hija.

En los centros comunitarios donde tomaba clases de inglés, comenzó a notar un patrón: la mayoría eran mujeres migrantes, muchas con años viviendo en Australia, que seguían sin aprender el idioma, sin oportunidades laborales ni autoestima. “Ahí entendí que lo primero que perdemos al migrar es la voz. Y me obsesioné con recuperarla”.

Cinco inmigrantes latinos que impulsan el cambio social y económico en Australia

Luz Restrepo, fundadora de Village Business, dice que lo primero que pierden las personas migrantes es la voz y se obsesionó por recuperarla. Foto: Village Business.

Lo que siguió fue una cadena de actos transformadores. Fundó su primer proyecto colectivo de emprendimiento con mujeres migrantes : empezaron vendiendo artesanías en mercados locales y así nació SisterWorks, una organización sin fines de lucro que creció exponencialmente y llegó a tener 20 empleados, millones en subvenciones y reconocimiento internacional, incluyendo el interés de Naciones Unidas.

Pero el modelo de charity, dice Luz, la limitó. “Yo pensaba como emprendedora y el directorio pensaban como gestores de riesgo”. En 2020, decidió dar paso a un lado.

Un mes después fundó Migrant Women in Business, una red para emprendedoras migrantes con el objetivo de fortalecer sus negocios. Fue en su nuevo hogar, un pequeño pueblo de 1.500 habitantes en la región de Victoria, donde Luz encontró su próximo propósito: Village Business, un espacio de conexión para pequeños emprendedores —migrantes o no— que viven en zonas rurales y enfrentan desafíos estructurales similares: aislamiento, falta de inversión y redes débiles.

Con Village Business creó una serie de exposiciones itinerantes donde pequeños empresarios pueden conectar entre sí, vender, generar acuerdos y acceder a asesoría directa. “Las grandes ciudades se llevan todos los recursos. Nosotros también existimos. Y necesitamos estar conectados”.

Ambos proyectos, se nuclearon en su empresa, Made by Many Minds. Trabaja por encargo con gobiernos locales, asociaciones de pequeñas empresas y grupos comunitarios. Organiza eventos de conexión comercial, da talleres y abre caminos para emprendedores en zonas rurales.

Desarrollo comunitario

Carolina Castelblanco llegó a Australia con una trayectoria consolidada como directora de una organización social en Colombia y un recorrido de más de 20 años en desarrollo comunitario. Sin embargo, migrar fue volver a empezar. “Pensaba que Australia era perfecta, que aquí todo funcionaba bien. Pero cuando empecé a vivir el día a día, vi que también había necesidades, que había espacio para aportar”, recuerda.

Ese espacio lo transformó en Horizons, una organización que hoy brinda servicios comunitarios con enfoque intercultural y humano: desde orientación a personas con discapacidad y webinars para migrantes hasta acompañamiento emocional y mentorías.

“Cuando migras no conoces el sistema, ni los tiempos, ni los papeles, pero eso te obliga a mirar cada detalle y a aprender todo desde cero”, Carolina Castelblanco.

Antes de Horizons en Australia, Carolina había sido cofundadora y directora de Horizontes Proyectos con la Comunidad, una organización colombiana que trabajó durante más de dos décadas con comunidades indígenas, mujeres y recicladores. Bajo su liderazgo, Horizontes ganó premios nacionales e internacionales por su impacto en la sostenibilidad ambiental y el fortalecimiento comunitario.

“Con Horizontes, trabajábamos con comunidades con las que yo no compartía necesariamente una identidad. Con Horizon, en cambio, trabajo con lo que yo soy: una mujer migrante, una madre y una persona que ha atravesado procesos de adaptación”.

Fundar una organización social en Australia como migrante no fue sencillo. “No conoces el sistema, ni los tiempos, ni los papeles. Pero eso te obliga a mirar cada detalle y a aprender todo desde cero”, dice Carolina.

Con un equipo de 14 personas y voluntarios comprometidos, Horizon ha recibido apoyo de gobiernos locales y estatales, y trabaja en red con embajadas, consulados, ONG y líderes comunitarios. Su mirada es estratégica: “Las alianzas no son solo útiles, son esenciales. Ninguna transformación se hace sola”.

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