Emprendedores de referencia

Emprendedores de referencia

17 diciembre 2006

Hay distintas visiones de lo que es un emprendedor social. Por un lado, organizaciones como la Fundación Schawb, dedicada a la búsqueda de estos profesionales, entienden como emprendedor social a aquel que combina en su iniciativa el impacto social y la viabilidad económica. Es la búsqueda de nuevas fórmulas capitalistas que conjuguen valor económico y valor social.

Sin embargo, para Ashoka, el emprendedor social se limita a aquella persona que pone en marcha un proyecto innovador por su capacidad para resolver un problema social y que, además, resulta ser un modelo replicable en otros lugares y contextos. La sostenibilidad económica no está implícita.

Sobre cuál es la visión más acertada habría mucho que debatir, sin embargo, unos y otros representan la búsqueda de nuevos referentes que generen un cambio más generalizado. Nuevas sinergias que nos encaminen a atajar los problemas sociales que nos rodean.

HISTORIAS QUE CAMBIAN EL MUNDO. Cada emprendedor social tiene una historia personal detrás que describe el tránsito de alguien anónimo que quiso hacer algo significativo por solucionar un problema social. Son luchadores impenitentes y creadores natos que se atreven a ir más allá. Antonio García Allut, Jean Claude Rodríguez-Ferrera, Isabel Guirao, Raúl Contreras y Vicki Bernadet son ese tipo de personas.

Antonio García Allut abandonó el mundo académico para comprometerse con el desarrollo y el futuro de las cofradías pesqueras gallegas. «Me dediqué a buscar los valores de este sector y así encontrar que podía aportar a un mundo globalizado.

Intento demostrar que es un sector viable y sostenible», nos explica Antonio.

Así comenzó un proyecto personal que ha removido los cimientos de la industria pesquera de bajura en Galicia.

Antonio, junto con las cofradías, ha ido poniendo en marcha distintas iniciativas para vencer los obstáculos del sector y el primero era la comercialización. El pescador vende su captura a un intermediario de tal manera que cuanto más captura más gana. Esto tiene un impacto negativo tanto sobre el pescador como sobre el medio ambiente.

Como respuesta Antonio promovió en 2001 la creación de Lonxanet, la primera empresa donde los pescadores son los inversores y quienes comercializan de forma directa su producto. Esta lonja a distancia, vía web o por teléfono, permite comprar desde cualquier punto de España pescado fresco con certificado de origen.

Seis cofradías forman parte del proyecto y otras cinco esperan incorporarse.

Sin embargo, esto resultó ser solo el inicio. Hoy en día tiene en marcha cuatro proyectos más. Proyectos como el de turismo pesquero, que facilita a aquellos interesados compartir una jornada de trabajo con los pescadores. Con ello, los pescadores diversifican sus ingresos, acercan su profesión a la sociedad y recuperan el orgullo por su trabajo al ver que otros dedican su tiempo libre para conocerlo.

«Hay un divorcio entre la pesca artesanal y la sociedad. Si queremos que la sociedad futura no piense así hay que trabajar en la sensibilización», advierte Antonio. Los niños son una parte importante en esta reconciliación y para ellos se han creado visitas guiadas por pescadores jubilados y marisqueras que les cuentan la vida del mar y la realidad de sus profesiones.

8.000 niños han tenido ya esta experiencia.

Además, es necesario involucrar al consumidor. La Red de Restaurantes para la Conservación del Mar, quiere llevar a los restauradores, y a través de ellos a sus clientes, el compromiso de consumir un pescado certificado en origen y con garantías de sostenibilidad.

Pero no acaba ahí. Como parte de este proceso que pretende convertir a la pesca costera en una actividad rentable pero también protectora del entorno, Antonio también ha promovido la creación de la primera área marítima protegida de interés pesquero solicitada por pescadores y la Red de Comunidades Pesqueras por el Desarrollo Sostenible, RECOPADES, constituida por cinco comunidades de pescadores, dos españolas y tres latinoamericanas.

INNOVACIÓN ECONÓMICA AL SERVICIO DE LA SOCIEDAD. A medida que se desarrolla una cultura de la RSE es más evidente que existe un espacio común para economía y desarrollo social. Raúl Contreras es un empresario con esta visión. Así nos dice: «Gestionar la RSE es sostenible y rentable pero exige una visión de empresa a medio plazo. El empresario es una persona que construye y para eso es necesario tiempo y criterios sociales y económicos en la gestión».

Él ha vivido esta experiencia a través de IUNA, la tercera empresa que ha creado en su vida. IUNA, situada en Valencia, es un holding social, es decir, un grupo empresarial constituido por una empresa con una matriz dedicada a proporcionar los servicios centrales y de desarrollo estratégico a otras empresas orientadas a un fin comercial y social. En este caso, la inserción de personas en riesgo de exclusión o excluidas del sistema laboral.

Inmigrantes, mujeres maltratadas, ex presos, toxicómanos son algunos de los perfiles sociales de las personas que pueden verse sin forma de acceso al mercado laboral. «El empleo no es la solución a sus problemas pero es condición indispensable», nos advierte Raúl quien se ha propuesto demostrar, a través de su propio éxito empresarial, que se puede tener rentabilidad dando trabajo a este colectivo.

IUNA está formada por cuatro empresas dedicadas a actividades intensivas en mano de obra, un espacio donde es más fácil insertar a estas personas, y genera empleo para 100 personas, no todas en condición de exclusión.

Por otro lado, IUNA es la creadora de la Red de Centros de Desarrollo de la Economía Solidaria. Red que nace con la ambición de cambiar las raíces de este sistema que genera la exclusión económica de algunos de sus miembros. «Los centros tienen el objetivo de potenciar al máximo la confluencia entre el mundo social y empresarial», nos explica Raúl.

En esta línea los centros serán semillero de empresas solidarias por ser de inserción o tener planteamientos incluyentes en su gestión. En definitiva, el objetivo de IUNA es crear sinergias y modelos escalables creando centros de este tipo en distintas comunidades autónomas.

Por su parte Jean Claude Rodríguez- Ferrera ha creado las Comunidades de Autogestión Financiera (CAF). «En Barcelona había mucho microcrédito pero no había ningún producto que facilitara un pequeño capital y vi que en la ciudad había personas que necesitaban 200 o 300 euros para necesidades urgentes.

Por otro lado, me preocupaba que en los barrios se consiguiera una convivencia más multicultural», explica Jean Claude quien al inicio de su aventura trabajaba como consultor de empresas y entidades sociales.

Con esta inquietud promovió entre los habitantes de los barrios más multiculturales y pobres de Barcelona una nueva fórmula de solidaridad ciudadana en el fondo muy simple. Consiste en que un grupo de personas, que van de 5 a 30 miembros, conformen un fondo de dinero, pequeño pero suficiente para poder generar préstamos entre sus miembros. Ellos mismos fijan el interés y la cuantía que normalmente no supera los 300 euros a devolver en tres meses.

«No hemos tenido ningún impago en 400 préstamos concedidos en 3 años por 13 grupos», comenta Jean Claude. Para gestionar esta comunidad sus miembros se reúnen una vez al mes creando entre ellos unos lazos sociales que van más allá del aspecto económico y que tienen mucha importancia ya que la mayoría son inmigrantes que no cuentan con una red social.

La CAF se convierte en un grupo de referencia y acogida social donde sus participantes encuentran confianza en otras personas para gestionar aspectos básicos de su vida cotidiana, como tener a alguien a quien recurrir en caso de emergencia.

La idea es sencilla, no tiene costes y ha demostrado sus sostenibilidad. «Me gustaría que estas comunidades fueran lugar de acogida en los barrios de carácter multicultural y que las empresas lleguen a ver a estos grupos como clientes y con ello adquieran fuerza de negociación para tener acceso a otros servicios», señala Jean Claude.

RESPUESTAS DONDE NO LAS HAY. Isabel Guirao y Vicki Bernadet son dos emprendedoras comprometidas con la atención a dos colectivos que no estaban recibiendo una respuesta adecuada.

Isabel, como psicóloga escolar, había observado durante años cómo los niños con discapacidad regresaban de sus fines de semana sin ninguna historia que contar porque para ellos el tiempo libre era un tiempo vacío. «Yo lo llamo desierto emocional porque son personas muy bien atendidas pero sin amigos y un espacio para compartir con los demás», explica Isabel.

Tras realizar un estudio en este campo las cifras le avalaban: el 92% de los jóvenes con discapacidad decían no tener amigos con los que compartir el tiempo libre, el 40% no había ido nunca al cine y un 25% estaba inmerso en un proceso de aislamiento patológico, depresiones… En definitiva, se ponía de manifiesto las carencias sociales que afectan a muchas personas con discapacidad que, aunque tienen sus necesidades cubiertas, carecen de oportunidades para disfrutar del ocio y la compañía de otras personas.

De este modo, nace en Almería A toda vela una asociación creada para el ocio de las personas con discapacidad. La organización trabaja en dos frentes. El primero es la generación de este tiempo de ocio compartido con otras personas y luego en la promoción del ocio integrador desde los organismos públicos y administraciones locales. El objetivo es que todos los programas de ocio que generan ayuntamientos e instituciones consideren en su diseño la participación de personas con discapacidad.

Por su parte, la historia de emprendimiento social de Vicki Bernadet nace de una lucha personal. «Yo buscaba ayuda para mí porque sufrí abusos de los 9 a los 17 años. Quería que me echaran un mano, encontrar personas que me ayudaran a salir de todo esto», nos cuenta Vicki con absoluta sinceridad.

Sin embargo, cuando en el año 1997 ella buscaba este tipo de ayuda en Barcelona se dio cuenta de que no existían servicios de atención a adultos que hubieran vivido esta experiencia. Este vacío impulso a quien buscaba ayuda a querer ofrecerla a otros. Vicki creó la Asociación FADA como la primera asociación en España que facilitaba asistencia integral a adultos, menores y familias que hubieran padecido abusos sexuales.

En este sentido, las cifras son escalofriantes.

Estudios realizados sobre el tema en España y otros países de la Unión Europea, EE. UU. y Canadá estiman que cerca de un 25% de las niñas y casi un 15% de los niños sufren abusos antes de los 17 años.

El 60% de los casos nunca salen a la luz y las víctimas no reciben ningún tipo de ayuda psicológica. Por este motivo, gran parte del trabajo de Vicki se orienta a la prevención y divulgación de estas cifras que revelan un problema social silenciado.

«Es muy importante que la sociedad entienda que existe gente adulta con este problema y que no hablan de ello porque el resto de la gente lo vive como un gran tabú», nos cuenta Vicki.

Por este motivo, para dar respuesta a la gran demanda de asistencia y servicios que recibe tanto desde Cataluña, donde se encuentra FADA, como desde el resto del país, Vicki ha creado la Fundación Vicki Bernadet que difundirá su trabajo por otras regiones.

La convicción y el entusiasmo de estos cinco emprendedores seleccionados por Ashoka inspira a aquellos que les conocen.

Desde el punto de vista de la RSE son auténticos investigadores de los problemas sociales que tratan dando claves tanto para implicación social de las empresa como para el desarrollo de modelos de negocio con raíz social. En suma, son profesionales de los que aprender y a los que apoyar.

“Estamos buscando gente que va a cambiar el mundo»

Encontrar a estos cinco emprendedores sociales le ha tomado a Ashoka cuatro años. Ha sido un proceso largo por lo riguroso de sus fases de selección. Ashoka es una red internacional y todos sus miembros se someten a un proceso de análisis que debe demostrar desde la capacidad emprendedora de la persona, sus convicciones éticas y su creatividad, hasta el potencial de su proyecto tanto desde el punto de vista de la innovación como de su impacto social.

«Hemos hablado con unas 150 personas y analizado 500 ideas. No es fácil encontrar a alguien que cumpla todos estos criterios», nos cuenta María Zapata directora de Ashoka en España.

Al final los elegidos acceden a un estipendio mensual durante 3 años que les permite concentrarse en su proyecto, a conocer a otros emprendedores y al apoyo profesional de entidades que ayudan a Ashoka para facilitar conocimiento y asesoría a sus miembros. Un impulso que tiene como fin que estos proyectos adquieran una dimensión internacional y, por lo tanto, un impacto más amplio y replicable por otras personas.

Sin embargo, no es solo eso. Lo más importante es el impulso personal que reciben estos profesionales para seguir con su esfuerzo. «Necesitas que te digan que lo que quieres hacer es posible porque ya hay muchos que te dicen que es imposible», confiesa Antonio García Allut.

Por Alma Pérez

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