Ciudades para todos: cómo construir espacios urbanos inclusivos y seguros

Ciudades para todos: cómo construir espacios urbanos inclusivos y seguros

Las ciudades cada vez concentran a un mayor número de personas y de oportunidades económicas, pero también son fuente de inevitables problemas sociales y ambientales como resultado de esta creciente presión. En este contexto resulta fundamental el llamado ‘derecho a la ciudad’, que trata de garantizar que todos los habitantes del espacio urbano puedan disfrutar, sentirse partícipes y protagonistas de este, sin ningún tipo de discriminación por cuestiones de género, edad o clase social.

Más del 56% de la población mundial vive ya en las ciudades, porcentaje que se espera que continúe escalando hasta superar el 70% para 2050, según las previsiones del Banco Mundial. Este proceso de concentración urbana podría haberse visto truncado por la pandemia de la covid-19, momento en el que surgieron voces críticas que apuntaban a la falta de resiliencia del espacio urbano ante fenómenos de este tipo. Cinco años después del confinamiento, los expertos consideran improbable un cambio de rumbo.

“Aunque al principio parecía que la pandemia podría revertir la tendencia hacia la concentración urbana, al final su impacto fue más limitado de lo que muchos imaginábamos.

No se produjo un cambio estructural lo suficientemente profundo como para alterar el modelo urbano global, que sigue impulsado por dinámicas económicas, sociales, políticas y tecnológicas muy consolidadas”, considera Gabriela Bachiller, senior Urban Planner de Arup —firma global dedicada al desarrollo sostenible— en España.

“Aun así, la pandemia sí ha dejado huella en algunos aspectos urbanos: valoramos mucho más el espacio público de calidad, y se ha puesto en el centro del debate la necesidad de crear ciudades más resilientes, saludables y equitativas”, añade Bachiller.

Un proceso que solo se puede acometer, asegura la experta, desde una planificación urbana liderada por las Administraciones públicas y con el foco puesto en caminar hacia ciudades cada vez más inclusivas. “Es decir, seguras, accesibles y pensadas para todas las personas, especialmente las más vulnerables”.

Se trata de promover un urbanismo pensado no solo para sus habitantes, sino también por sus habitantes, a los que se debe incluir en el proceso urbano, cuestión que sirve para identificar barreras invisibles y necesidades reales. “Especialmente de colectivos tradicionalmente excluidos como mujeres, personas mayores, jóvenes o personas con discapacidad. Un ejemplo claro es cuando se rediseñan parques o plazas con la participación de niños, jóvenes y mayores: el resultado son espacios más vivos, apropiados y con mayor sentido de pertenencia y uso”, señala la responsable de Arup.

Se trata de promover un urbanismo pensado no solo para sus habitantes, sino también por sus habitantes, a los que se debe incluir en el proceso urbano para identificar barreras invisibles y necesidades reales.

Seguridad y urbanismo denso

La inclusividad también se relaciona directamente, dentro de este ámbito del diseño urbano, con la seguridad, en el sentido de que todas las personas, comenzando por las más vulnerables, tienen que sentirse cómodas y a salvo. “Una ciudad segura e inclusiva se consigue partiendo de los principios del urbanismo denso, mixto, compacto y con espacios públicos de calidad”, sostiene Iñaki Romero, arquitecto urbanista y socio de Paisaje Transversal, estudio dedicado a la planificación urbana integral.

“Cuando el urbanismo es denso, hay más interacciones sociales, y una ciudad con más interacciones sociales, con la calle más activa y viva, es una ciudad más segura. Porque hay más ojos vigilando, más posibilidad de recibir cuidados y de sentirnos cómodos”, añade el arquitecto.

Romero destaca que este modelo de ciudad también aboga por la conexión entre las diferentes infraestructuras, dotaciones y usos del espacio urbano: “Si el supermercado, el trabajo, el centro cívico, la vivienda, el deporte, etc. están más cerca unos de otros, es más probable que nos podamos desplazar entre estos diferentes usos sin usar el coche, moviéndonos, por ejemplo, en bicicleta o en transporte público. Cuando nos movemos así, somos más personas y más ojos en la calle, lo que aporta seguridad e inclusión”.


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Perspectiva de género

Una planificación urbana mal planteada, en la que no participen todas las personas en igualdad de derechos y condiciones, acabará expresando y potenciando las situaciones de desigualdad, fuentes a su vez de inseguridad. “El diseño urbano puede contribuir a reforzar la discriminación de género si no considera las distintas formas en que las personas viven y se relacionan con la ciudad. Espacios mal iluminados, recorridos largos o con poca visibilidad pueden generar inseguridad, especialmente en mujeres y otros colectivos, limitando su libertad de movimiento”, previene Bachiller.

Para evitarlo, la responsable de Arup mira al urbanismo inclusivo, basado no solo en el diseño físico, sino también en campañas de sensibilización, educación, y servicios sociales. “Algunos ejemplos de diseño urbano con perspectiva de género son calles bien iluminadas y activas, con usos mixtos, servicios cercanos y espacios pensados para todas las personas, como plazas con buena visibilidad, bancos, baños públicos, espacios dedicados a la lactancia, zonas para cambiar pañales y también para el juego infantil”.

Otras medidas recomendadas son el diseño de sistemas de transporte que consideren los patrones de movilidad relacionados con los cuidados y la creación de centros de ayuda en zonas de tránsito, a los que las mujeres puedan acudir en caso de sentirse inseguras.

“En una ciudad con visión de género es importante que no encontremos agujeros, que no haya espacios inseguros donde alguien me pueda atacar o molestar”, expone Romero. El socio de Paisaje Transversal destaca las investigaciones que se han realizado sobre el concepto del ‘mapa de la ciudad prohibida’.

Como explica: “Hay una ciudad que está prohibida, una ciudad que es peligrosa y a la que no queremos acceder porque nos da miedo. Hablamos de ciertos rincones de parques, de callejuelas que están mal diseñadas o de un patio que, de repente, se ha cerrado. Y esto es algo que se puede mapear con personas, sobre todo se hace con mujeres. Con ello se trata de identificar ese ‘mapa de la ciudad prohibida’”.

“Algunos ejemplos de diseño urbano con perspectiva de género incluyen calles bien iluminadas y activas, con usos mixtos y espacios pensados para todas las personas, como plazas con buena visibilidad, baños públicos accesibles y áreas destinadas a la lactancia.”

Dafne Saldaña, arquitecta y consultora de género en Equal Saree, estudio de arquitectura especializado en perspectiva de género, considera que hay que sumar otro importante ingrediente:Más allá de los factores objetivos, hay algo subjetivo que depende de cada persona, de sus circunstancias, de su identidad, de sus experiencias vitales, y por tanto, no siempre todos estos factores de más iluminación o condicionantes más urbanos sirven en todos los contextos”.

“Para nosotras es muy importante la participación mediante el uso de metodologías diversas, como pueden ser las marchas exploratorias, que son visitas a pie para identificar en cada territorio, y con cada comunidad específica, aquellos factores urbanos, pero también sociales, que están teniendo un impacto en esa percepción de inseguridad y así poder aportar soluciones específicas en cada caso”.

Planificación que cuenta con los niños

Aproximadamente, unos mil millones de niños viven en las ciudades. A pesar de ello, rara vez se tienen en cuenta sus necesidades en cuestiones relacionadas con la planificación urbana, lamentan desde Arup. Uno de los primeros retos en este sentido es la creación de rutas escolares seguras.

“El diseño urbano tiene mucha responsabilidad: prioridad para los coches, aceras estrechas, cruces sin semáforos, falta de señalización o barreras arquitectónicas hacen que muchas rutas escolares sean inseguras o inadecuadas para ir caminando”, apunta Bachiller, que insiste en la necesidad de que las ciudades “fomenten la autonomía y seguridad de los niños”.

“Es fundamental que niños y niñas puedan jugar en cualquier lugar, y eso solo se puede conseguir cuando no tenemos un coche a la vista”, aporta Romero, que recomienda que en las ciudades haya calles de plataforma única con prioridad peatonal en las que los peatones, y no los coches, sean los que marquen la pauta.

“Estas calles tienen que estar repartidas por toda la ciudad para que un niño pueda ir a jugar. Tengo el recuerdo de bajar con ocho o nueve años a la calle, debajo de mi casa, con mi pelota, y sin que mis padres me vigilasen. Debajo de mi casa había una calle, a la vuelta, que no tenía paso de coches y yo podía estar ahí, jugando, corriendo, tirando… Y mis padres me miraban desde la ventana o no me miraban, pero sabían que yo estaba seguro”, recuerda el arquitecto.

Ciudades para todos: cómo construir espacios urbanos inclusivos y seguros

Mamífera es un espacio colectivo de lactancia en el espacio público diseñado por el estudio de arquitectura y urbanismo Equal Saree para visibilizar y apoyar la lactancia y los cuidados en comunidad. Foto: Equal Saree.

Ciudades pensando en los mayores

En las ciudades del futuro no solo vivirán más personas, sino que serán personas de más edad. De hecho, se calcula que el número de personas mayores de 60 años se duplicará para mediados de siglo, superando los 2.000 millones. Este envejecimiento de la población supone un reto ante el que las ciudades deben adaptarse.

Bachiller recomienda una planificación urbana que haga posible “itinerarios accesibles, suficientes bancos, con respaldos adecuados y a la sombra, semáforos con tiempos de espera más largos, mayor visibilidad en los cruces, velocidades reducidas de circulación de los coches en las zonas residenciales y acceso fácil a los servicios básicos”.

“Conozco muchas calles, muchas ciudades y muchos lugares donde las personas mayores no salen de su casa, porque lo que encuentran es algo peligroso. Son personas muy vulnerables y si hay un cruce, un paso de cebra peligroso o una acera muy larga donde no pueden sentarse, ni siquiera salen”, recalca, por su parte, Romero.

Para la experta de Arup también resulta esencial ofrecer a las personas mayores espacios públicos gratuitos. “Tanto exteriores como interiores, donde las personas mayores puedan reunirse sin necesidad de consumir. Lugares como bibliotecas, centros cívicos o plazas bien diseñadas fomentan la socialización intergeneracional, permitiendo que mayores, jóvenes y otros colectivos compartan actividades y refuercen los lazos comunitarios”.

Una conclusión derivada de las reflexiones de los expertos consultados es que existen muchos puntos que unen las necesidades de niños, jóvenes y mayores. En palabras del arquitecto de Paisaje Transversal: “una calle que tiene una acera amplia, cómoda, amable, con sombra, con bancos, permite que personas mayores y niños puedan pasear por ella. Si en cambio me enfrento a una acera en la que no hay ni un solo árbol, a la que le pega el sol de frente, que encima es de apenas metro y medio, entonces voy a intentar no caminar por allí”, reflexiona.

Ciudades para todos: cómo construir espacios urbanos inclusivos y seguros

La participación ciudadana puede jugar un papel fundamental para la definición de las políticas urbanas y la implantación de un nuevo urbanismo. Foto: Paisaje Transversal.

Otras medidas que contribuyen a la inclusión y la seguridad, tanto de niños y mayores como de la población en su conjunto, son las siguientes, a juicio de los expertos:

  • Crear parques y áreas verdes accesibles, que incluyan senderos bien cuidados y zonas de descanso, diseñados para fomentar la actividad física y mejorar el bienestar de todos los usuarios, así como áreas de juego para los más pequeños
  • Reducir la contaminación del aire, a través de la implementación de zonas de bajas emisiones, sobre todo cerca de escuelas y áreas residenciales para proteger la salud respiratoria.
  • Garantizar el acceso mejorado a servicios de salud, asegurando que centros médicos y servicios de atención estén distribuidos de manera equitativa y accesible.
  • Promover el transporte público adaptado, con vehículos accesibles y paradas cerca de las residencias y centros de atención.
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