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Inversión de impacto: construir una cadena de valores para dejar huella
“Antes de trabajar con ellos yo no tenía ni idea de lo que era un crédito, cómo pagarlo o cómo hacer que el dinero crezca. Yo no sabía nada de eso”. Clara Ofelia Archila es una emprendedora guatemalteca que sabe bien lo que es partir de cero para levantar un negocio.
Su historia es una de las que se recogen en el último Informe de Impacto de Oikocredit, una entidad que ofrece préstamos, inversiones en capital y apoyo en la creación de capacidades a organizaciones que llegan a personas y comunidades de bajos ingresos en África, Asia, América Latina y el Caribe. Las pymes financiadas por los socios de Oikocredit en las áreas en las que opera han creado o mantenido 12,7 millones de puestos de trabajo.
La de Clara Ofelia fue una de esas pymes. Gracias a un préstamo de unos 120 euros que recibió de una entidad local llamada Fundación Génesis Empresarial, socia de Oikocredit, esta emprendedora puso en marcha su primer negocio hace 15 años. Hoy, su empresa vende textiles tradicionales de su país, ropa, productos de papelería o alimentación. También da empleo a otras personas de su comunidad.
“Yo no tenía nada, absolutamente nada. Fundación Génesis Empresarial me dio una opción para desarrollarme y, a partir de ahí, fui creciendo. Emprendí un negocio, y otro negocio, y otro…”, recuerda Clara Ofelia.
El suyo es un ejemplo más de cómo las microfinanzas pueden transformar la vida de una persona, la de su familia y la de la comunidad en la que vive. Detrás de ese cambio está la inversión de impacto, una tendencia que gana cada vez más protagonismo en el sector financiero, en el empresarial y en el tercer sector.
Qué es la inversión de impacto
Bajo el término ‘inversión de impacto’ se incluyen aquellas que se realizan con la intención de generar un impacto social o medioambiental positivo que se pueda medir, además de producir un retorno financiero. Se trata de pasar de un esquema basado en la relación entre riesgo y rentabilidad a otro que suma el impacto en el entorno como tercer factor.
Este es un paradigma inversor que ha experimentado un importante crecimiento: solo en España, la inversión de impacto creció el 58% en 2022, según el último informe disponible de SpaiNAB. A nivel global, este sector mueve un capital que supera los 1,16 billones de dólares, según Global Impact Investing Network, más del doble que en 2019.
mueve la inversión de impacto a escala global, doblando la cifra del 2019.
Todos estos datos reflejan una cara de la inversión de impacto, la oferta de capital, una tendencia con una importante proyección. Pero ¿qué ocurre con la demanda? ¿Cómo se transforma una inversión en un microcrédito o en una pequeña red eléctrica? ¿Cómo llega el capital desde las manos de un inversor a las de una emprendedora guatemalteca como Clara Ofelia?
Para dar respuesta a esta necesidad existen organizaciones que canalizan la inversión de impacto y se aseguran de que cumpla con ciertos requisitos y objetivos. De esta manera proporcionan, por un lado, alcance a sus inversores y, por el otro, acceso a las comunidades a productos y servicios que les ayuden a mejorar sus condiciones.
Este es el caso de Oikocredit. La entidad se apoya en socios sobre el terreno que ejercen de puente entre el capital y los beneficiarios. Juntos, establecen una especie de cadena de valores que traduce la intención del inversor en un impacto realmente significativo.
Un impacto muy real
Los datos del último Informe de Impacto de Oikocredit permiten hacerse una idea de la huella real que deja esta forma de enfocar las inversiones en las comunidades a las que apoya.
Hasta 4,29 millones de pymes recibieron financiación de las entidades apoyadas por Oikocredit en 2023. Además, el 74% de las personas que respondieron al programa de encuesta al cliente final (ECF) de Oikocredit asegura que sus inversiones, canalizadas a través de socios en el terreno, han influido positivamente en su bienestar en el último año. En la última edición de la encuesta participaron más de 41.600 personas de 15 países, de las cuales más de tres cuartas partes eran mujeres.
En 2023, las entidades apoyadas por Oikocredit llegaron a 2,94 millones de agricultores y granjeros, además de dar acceso a decenas de miles de hogares a energía limpia y renovable.
Detrás de estos números hay historias con personas y comunidades reales, a quienes la inversión de impacto ha cambiado sus vidas. Una de ellas es la de Rukmini R, propietaria de RR Enterprises, un negocio que produce platos con papel reciclado en Bengaluru (India). Lo hace con la ayuda de unos 20.000 euros en préstamos facilitados desde 2022 por Kinara Capital, uno de los socios de Oikocredit en la zona.
La empresa de Rukmini da empleo hoy a 14 personas y ofrece sus servicios a unos 15 distribuidores en el estado de Karnataka, al sur de la India. “Con mi primer préstamo compré una máquina de laminación de última tecnología. El capital sobrante lo utilicé como inversión de capital y para comprar materiales”, señala la empresaria.
“Después de recibir el préstamo contraté a cinco empleados más para aumentar la producción. Así, mi facturación ha aumentado entre el 20% y el 25%”, añade.
Casi 4,3 millones de pymes recibieron financiación de las entidades apoyadas por Oikocredit en 2023, como la empresa de Rumiki, en la India, que hoy da empleo a 14 personas.
Rukmini, que utiliza sus ingresos para dar una mejor educación a sus hijos, ya había devuelto casi la mitad de la cantidad prestada a finales de 2023. Además, ha comenzado a vender también máquinas para fabricar platos de papel y ofrece formación en marketing.
Tres sectores clave
A través de este esquema en el que los socios son parte fundamental, Oikocredit enfoca sus inversiones hacia tres sectores: inclusión financiera, como la aportada a Clara Ofelia y Rukmini; agricultura, y energías renovables. También centra sus esfuerzos en proyectos que buscan aumentar la resiliencia en las comunidades a través de iniciativas en educación, agua, saneamiento, vivienda e infraestructuras.
El apartado de energías renovables es especialmente importante en lugares como el África Subsahariana, donde el 40% de la población vive bajo el umbral de la pobreza, mientras las tarifas y los costes energéticos están disparados.
Invertir en un acceso asequible a energías limpias puede tener múltiples impactos en estas zonas: desde el progreso de la situación económica de las familias a la mejora de su salud, al eliminar de las viviendas la inhalación de humos perjudiciales procedentes de las cocinas.
Esta actividad también beneficia a las explotaciones agrícolas, al facilitar su irrigación, o a la educación, al llevar luz eléctrica a escuelas y hogares. Incluso puede influir en la brecha de género, al ahorrar traslados y tiempo a niñas y mujeres que se ven obligadas a recorrer grandes distancias para buscar agua.
Al enfocar sus inversiones hacia la producción de energía limpia y renovable, Oikocredit ha hecho posible que hasta 170.000 hogares tengan acceso a ella, de los cuales 4.800 la utilizan para actividades que les reportan ingresos económicos. Como consecuencia, se han ahorrado hasta 422.564 toneladas de emisiones de CO2.
Weziza Benin, socio de Oikocredit en este país africano, desarrolla y opera pequeñas redes eléctricas independientes que emplean energía solar. Gracias a ellas, sus clientes reducen su dependencia de generadores diésel, parafinas, baterías y velas.
Alfonse Eto es una de las personas que se han conectado a una de estas pequeñas redes eléctricas autosuficientes. Trabaja como soldador gracias a la existencia de esta red. Antes de su existencia, recurría a una dinamo diésel para utilizar sus herramientas: “Es mucho mejor suscribirse a Weziza que utilizar gasóleo”, concluye.