¿Es la renta básica universal una solución en la era de la inteligencia artificial?

Dado el rápido ritmo de avance de estas tecnologías y los retos inherentes al proceso político y administrativo, es probable que estas tecnologías sigan progresando más rápidamente que la implementación de medidas políticas diseñadas para mitigar sus impactos, lo que puede conducirnos a un futuro a medio plazo en el que se redefina el concepto de trabajo y que traiga consigo grandes tensiones sociales.

Hoy en día, la conversación sobre la renta básica universal (RBU) en los círculos de poder económico y político es aún muy limitada debido a una combinación de desafíos financieros, incertidumbre económica, resistencia ideológica, influencias políticas, prioridades competitivas, falta de conciencia y escasez de resultados de experimentos piloto.

¿Cuál es la idea tras la RBU?

La idea de una RBU no es nueva ya que sus raíces pueden rastrearse hasta varios siglos atrás. Este concepto ha sido promovido como una forma de garantizar una seguridad económica básica, reducir la pobreza y mejorar la calidad de vida de todos los individuos.

La RBU se define generalmente como un ingreso incondicional proporcionado a todos los ciudadanos de un país o región, suficiente para cubrir sus necesidades básicas sin necesidad de trabajar o demostrar necesidad. Esta definición implica conceptos clave como universalidad, incondicionalidad y suficiencia.

Según Guy Standing, uno de los principales defensores contemporáneos de la RBU, la implementación de esta política podría transformar la estructura económica y social, proporcionando una base financiera sólida sobre la cual las personas pueden construir sus vidas. Standing argumenta que la RBU no solo reduce la pobreza y la desigualdad, sino que también promueve la libertad individual al permitir que las personas elijan trabajos y actividades que realmente desean realizar.

A lo largo de la historia, ha habido varios intentos de implementar versiones de la RBU. En los años 1970, el experimento Mincome en Manitoba, Canadá, proporcionó una forma de ingreso garantizado a los residentes de una pequeña ciudad, demostrando mejoras significativas en la salud y la educación, y una reducción en la tasa de hospitalización.

Más recientemente, Finlandia llevó a cabo un experimento de RBU entre 2017 y 2018, proporcionando a 2.000 ciudadanos desempleados un ingreso mensual sin condiciones. Los resultados preliminares indicaron que los receptores de la RBU tenían niveles más altos de bienestar y confianza en el futuro en comparación con el grupo de control.

Ventajas y desventajas de la RBU 

La entrada en escena de la IA, la automatización y su previsible aplicación en un corto plazo de tiempo a muchas de las actividades realizadas por humanos, nos emplaza en la antesala de un gran desempleo de personas que, probablemente, no volverán a trabajar jamás ya que, aunque se creen trabajos hoy inexistentes, sobrará mano de obra porque esos nuevos trabajos no necesitarán del mismo número de trabajadores y porque muchos desempleados tampoco llegarán a reciclarse.

Se estima que para 2025, las máquinas y algoritmos realizarán más del 50% de todas las tareas laborales, en comparación con el 29% actual. Esto significa que la naturaleza de los trabajos cambiará drásticamente, con una mayor demanda de habilidades en tecnología y gestión, mientras que las tareas rutinarias y repetitivas serán progresivamente eliminadas.

La implementación de una RBU podría ofrecer un apoyo financiero continuo a aquellos que pierden sus empleos debido a la automatización, reduciendo la ansiedad económica y proporcionando el tiempo necesario para la reeducación y la transición a nuevos roles, o simplemente para poder seguir viviendo el resto de sus vidas.

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Al ser universal y ser cobrada por todo el mundo, tanto si trabaja como si no, la RBU podría estimular la economía al aumentar el poder adquisitivo de los ciudadanos. Asimismo, podría reducir la “trampa de la pobreza” donde los individuos se ven desincentivados a trabajar o a aumentar sus ingresos debido a la pérdida de beneficios sociales. Al ser incondicional, la RBU elimina este problema, permitiendo que todos los ingresos adicionales obtenidos se sumen a la seguridad financiera básica, incentivando así la participación laboral y el esfuerzo empresarial.

Otras de las ventajas que la implantación de la RBU en nuestra sociedad podría tener estarían la reducción de la pobreza y la desigualdad al proporcionar ingresos a todos los ciudadanos, mejoras de la salud y el bienestar al reducir el estrés financiero, fomento de la innovación y el emprendimiento por parte de los ciudadanos al poder asumir más riesgos, o la simplificación y racionalización de los sistemas de bienestar social existentes, eliminando la necesidad de programas de asistencia fragmentados y burocráticos.

Como opiniones contrarias a la RBU, hay quienes defienden que tendría un impacto en la motivación laboral al desincentivizar el trabajo, podría provocar inflación y un aumento de los precios (especialmente en sectores como la vivienda y los alimentos) o podría aumentar las diferencias en el coste de vida entre regiones, ya que una RBU uniforme puede que no sea suficiente para cubrir las necesidades básicas en las áreas más caras.

¿De dónde saldría el dinero para pagar la RBU?

Uno de los aspectos más críticos y debatidos de la implementación de una RBU es cómo financiarla de manera sostenible mediante propuestas que tienen sus propios beneficios y dificultades.

Una propuesta reciente y relevante es implementar impuestos a las empresas que utilicen IA y robots para reemplazar a los trabajadores. Esta idea ha sido respaldada por figuras como Bill Gates, quien ha argumentado que las empresas que se benefician de la automatización deberían contribuir al bienestar social pagando impuestos adicionales.

Entre esos impuestos estaría un impuesto específico basado en el número de robots utilizados o en el valor de los trabajos que reemplazan. También, las empresas que obtuvieran beneficios sustanciales de la automatización y la IA podrían ser sujetas a impuestos más altos sobre esos beneficios.

Otra de las propuestas más comunes es la reestructuración del sistema de bienestar social existente. Esto implicaría eliminar o reducir otros programas de asistencia social y redistribuir esos fondos hacia la RBU. El hecho de simplificar el sistema de bienestar social y consolidar varios programas en una RBU podría liberar una cantidad significativa de recursos que actualmente se destinan a la administración de programas fragmentados.

Sin embargo, esta propuesta enfrenta retos políticos y prácticos, ya que implicaría cambios significativos en la estructura y entrega de los beneficios sociales actuales.

La implementación de impuestos progresivos es otra potencial solución, incluyendo medidas como impuestos sobre la riqueza neta de los individuos más ricos, aumentar las tasas de impuestos sobre la renta para los tramos superiores, o aumentar los impuestos corporativos y cerrar las lagunas fiscales que permiten la evasión y elusión fiscal.

También, impuestos sobre el consumo, como el impuesto al valor añadido (IVA), podrían ser utilizados para financiar la RBU. Aunque los impuestos al consumo son generalmente regresivos, es decir, afectan proporcionalmente más a los ingresos bajos, pueden ser estructurados de manera que mitiguen estos efectos. Por ejemplo, un IVA combinado con exenciones para bienes esenciales y una RBU podría redistribuir efectivamente los ingresos y reducir la pobreza.

Por último, otras propuestas para financiar la RBU hablan sobre eliminar subsidios gubernamentales que se consideran ineficientes o perjudiciales para el medio ambiente, como los subsidios a los combustibles fósiles, u obtener impuestos de los ingresos derivados de la explotación de recursos naturales en determinadas regiones.

En definitiva, la RBU puede convertirse en una de las claves de nuestro futuro al ser una potencial solución al problema que presenta la irrupción de la IA y la automatización, cuyos impactos se harán notar en un breve espacio de tiempo.

Ese desafío latente unido al desacople histórico existente entre las políticas, decisiones y leyes, y la realidad social, hace que, más pronto que tarde, se debería poner sobre la mesa por parte de los Estados e instituciones cómo abordar el impacto que estas tecnologías tendrán en sus ciudadanos antes de que sea demasiado tarde.