<p>Un estand de fruta y verdura en BioCultura. Foto: BioCultura.<p>

Un estand de fruta y verdura en BioCultura. Foto: BioCultura.

BioCultura, 40 años de historia con España liderando la producción ecológica

A principios de los años ochenta, un grupo de jóvenes pioneros decidieron fundar en Barcelona la Asociación Vida Sana con el objetivo de promover los principios y prácticas de la agricultura ecológica. Cuatro años después, en 1985, y tras lograr convencer al entonces alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván, Vida Sana organizaba en la capital la primera edición de la feria BioCultura, la más importante del sector en un país que, en estas cuatro décadas, se ha convertido en una potencia del mundo bio.

“En 1981, nos reunimos un grupo de amigos. Decidimos movilizarnos en defensa de la alimentación ecológica. Queríamos promover una alimentación más saludable y libre de pesticidas.  Viajamos de Barcelona a Madrid. Nos reunimos con el entonces alcalde, Enrique Tierno Galván, que nos animó a dar a conocer esta alternativa. Tenía muy claro que la nuestra era una apuesta de futuro. Nos cedió gratuitamente unas instalaciones, nos dio una pequeña ayuda y así comenzó BioCultura. Actualmente, es la feria más importante de productos ecológicos y consumo responsable de España y también es un referente internacional”.

Así lo cuenta Ángeles Parra, presidenta de la Asociación Vida Sana y directora de la feria. En realidad, habría que hablar de ferias, en plural. De hecho, el calendario ferial de BioCultura cuenta con, al menos, tres eventos cada año. Las dos históricas son Barcelona (siempre en mayo en el Palau Sant Jordi) y Madrid (noviembre en Ifema). A ambas se ha unido A Coruña (marzo en ExpoCoruña).

Por el Palau Sant Jordi, que acogió la 30 edición de BioCultura Barcelona entre los días 9 al 12 de mayo, se pasaron más de 50.000 personas. No solo para comprar y consumir alimentos ecológicos, que es la principal bandera de una feria que también incluye otras propuestas como la cosmética ecológica, el ecoturismo, la moda sostenible, artesanía, terapias naturales, etc. Además, BioCultura siempre ofrece una variada oferta de actividades, charlas y conferencias en la que participan expertos en estas materias.

De lo hippie a lo mainstream

Cuatro décadas en las que la situación ha cambiado radicalmente. “Cuando empezábamos, éramos poco más que cuatro hippies locos con ganas de cambiar las cosas. Entonces no nos imaginábamos que todo iba a ir por aquí. Ahora nos encontramos con que no solamente la sociedad nos acepta, sino que las grandes empresas multinacionales se han apuntado al tema y además hacen promoción y proselitismo”, destaca Parra.

El sector de la producción ecológica ha dado un salto de enormes proporciones a lo largo de todo este tiempo, en el que España se ha convertido en una auténtica potencia mundial. Si hablamos de superficie dedicada a la agricultura ecológica, somos el séptimo país productor a nivel mundial y el segundo en toda Europa, solo por detrás de Francia. Así lo señala el Informe Anual 2024. Consumo y Producción Ecológicos de Ecovalia, asociación de productores bio españoles.

Por otro lado, si se analiza la cuota de mercado a nivel mundial, España cierra el top ten de los países con mayor mercado ecológico, con 3.000 millones de euros en 2023. Buena parte de este consumo se realiza en las grandes cadenas de supermercados, donde es cada vez es más fácil encontrar alimentos con la llamada Eurohoja, el sello europeo que certifica que estamos comprando un alimento ecológico.

España es el séptimo país del mundo en producción ecológica y el segundo en Europa. También es uno de los diez mercados a nivel mundial que más consumen productos eco.

En el caso de los alimentos bio de producción nacional, la Eurohoja se suele ver acompañada además de un segundo sello, el del comité o consejo regulador de agricultura ecológica de la comunidad autonómica correspondiente. Estas son las entidades públicas encargadas del control, la promoción y la certificación de los productos procedentes de la agricultura ecológica.

¿Y qué garantizan exactamente estos sellos? Como describe el portal de la Comisión Europea, la agricultura ecológica promueve “el uso responsable de la energía y los recursos naturales; el mantenimiento de la biodiversidad; la conservación de los equilibrios ecológicos regionales; la mejora de la fertilidad del suelo y el mantenimiento de la calidad del agua”.

Todo ello a través del empleo de métodos de cultivo tradicionales, sin recurrir a pesticidas, herbicidas o fertilizantes de origen químico sintético ni organismos modificados genéticamente. Si nos vamos a la ganadería, los animales deben ser bien tratados y alimentados mediante piensos naturales y libres de hormonas. Y el uso de antibióticos solo se permite en casos muy justificados y relacionados con la salud del animal.

La posición de la ciencia

Nicolás Olea es una de las voces más habituales en BioCultura. Rara es la feria que no cuenta con, al menos, una conferencia de este catedrático de la Universidad de Granada, además de investigador del Instituto de Investigación Biosanitaria ubicado también en dicha ciudad andaluza. Se trata de uno de los mayores expertos mundiales en el estudio de las consecuencias de los contaminantes químicos sobre nuestra salud, quizá el asunto que más preocupa a quienes consideran que merece la pena incluir alimentos ecológicos en su dieta, a pesar de su precio netamente superior — un 62% más caros según la OCU—.

Sobre esta cuestión del precio, Olea recuerda que “el presupuesto de la cesta de la compra familiar en España en 1960 alcanzaba el 60% del presupuesto total. Ahora, en 2024, es del 17%. Se considera un signo de desarrollo que cada vez cueste menos comer. Pero en algún momento habrá que decirle a la gente que, para comer bien, hay que pagar un precio justo”.

Otro de los graves problemas del sistema agroalimentario actual tiene que ver con la dependencia del petróleo. “No solamente en transporte y maquinaria. También ocurre con esa ‘orgía’ de plásticos del food packaging o con los pesticidas, fertilizantes y otros mil productos que utilizamos en producción convencional”.

“Tenemos petróleo por todas partes —insiste Olea—. En la orina de todos los niños y adultos españoles encontramos monómeros del plástico, como el bisfenol A, o ftalatos, un acompañante del PVC”.  Igualmente sucede con los pesticidas. El experto asegura, de hecho, que “todos los productos químicos que se utilizan en la agricultura están medibles en la orina de los niños españoles”.

Estas sustancias derivadas del petróleo y presentes en nuestra sangre están relacionadas, según innumerables estudios científicos, al aumento del riesgo de padecer diversos problemas de salud, “como por ejemplo enfermedades metabólicas, obesidad, cáncer o problemas hormonales, entre otros”, enumera el científico.

Pero ¿significa todo esto que no hay un control de las autoridades sobre el nivel de uso y concentración de los pesticidas a fin de garantizar la seguridad de la población?  Ciertamente lo hay, el problema es que “la toxicología reguladora es decimonónica, la ciencia va muy por delante”, lamenta Olea.

“Científicamente lo único que se puede demostrar es que disminuye tu exposición a las sustancias que sí están presentes en los alimentos convencionales. Pero eso no significa que tengas menos riesgo de contraer una enfermedad en concreto”, Nicolás Olea, del Instituto de Investigación Biosanitaria.

Desde que aparecen estudios científicos que alertan sobre los efectos negativos de una sustancia o, por ejemplo, que advierten de que dichos efectos se dan a concentraciones menores de las que se pensaba, hasta que estos descubrimientos provocan cambios legales, pueden pasar años. Otra carencia del sistema tiene que ver, según el catedrático, con que la toxicología reguladora todavía no ha sido capaz de incorporar de manera satisfactoria cuestiones ya de sobra asumidas por los investigadores, como el llamado “efecto cóctel”.

Y es que, para evaluar el riesgo de una sustancia química determinada, se parte de un presupuesto teórico que considera que solo nos exponemos a la sustancia tóxica analizada en cuestión y a ninguna otra más al mismo tiempo. Pero esta hipótesis no es real. En una sola fresa, pongamos por caso, puede haber hasta diez pesticidas a la vez. Y la ciencia sabe que la combinación de estas sustancias produce nuevos efectos que dichas sustancias no generan por sí solas y de manera aislada.

Menos riesgo, ¿más nutrición?

La agricultura ecológica, al prescindir de los pesticidas y de otras sustancias de la química sintética, supone una disminución de los factores de riesgo asociados a estas sustancias. Lo cual no quiere decir que sean garantía de una mejor salud.

“Científicamente lo único que se puede demostrar es que disminuye tu exposición a las sustancias que sí están presentes en los alimentos convencionales. Pero eso no significa que tengas menos riesgo de contraer una enfermedad en concreto”, alerta Olea, que añade que “harían falta estudios larguísimos, de muchos años, para poder afirmar eso en términos científicos”.


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Si profundizamos en la cuestión de la nutrición, igualmente hay multitud de estudios científicos que alertan de que los alimentos ecológicos no tienen por qué ser superiores los convencionales. Si bien es cierto que la controversia en este punto es muy acentuada. “Existe tantísima discrepancia a la hora de comparar el contenido nutricional porque lo que se ha analizado es muy dispar”, explica Dolores Raigón, miembro de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE), además de investigadora del Instituto de Conservación y Mejora de la Agrodiversidad Valenciana (Comav) de la Universitat Politécnica de Valencia.

“He leído artículos —prosigue Raigón— en los que son analizadas dos lechugas, una ecológica y otra de producción convencional. Ambas elegidas al azar en un supermercado. En esas condiciones, es imposible mantener el rigor científico”. Esto es así, argumenta la experta, porque con el azar es inevitable la pérdida de control sobre la trazabilidad del producto, que abarca aspectos cruciales, como pueden ser dónde se cultivó el alimento, o en qué condiciones ambientales, o bien cómo se recolectó y de qué manera fue conservado y transportado, etc.

Cuando sí se controlan todas estas variables que garantizan dicho rigor científico, sí que se observa, según los datos de la SEAE, una mejor calidad nutricional. En el caso de los alimentos de origen vegetal, “tienen un mayor contenido en minerales y vitaminas” afirma Raigón. Si hablamos de carne, “encontramos más proteínas y un menor contenido en grasas. Y, además, la grasa es de mayor calidad”, sostiene la también investigadora y catedrática de Edafología y Química Agrícola de la Universitat Politècnica de València

“Los alimentos de origen vegetal tienen un mayor contenido en minerales y vitaminas, y en la carne encontramos más proteínas y un menor contenido en grasas”, Dolores Raigón, de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica.

El poder de los alimentos

‘Sitopía’ ha sido el lema elegido para este año tan emblemático en BioCultura. Un término inventado por la arquitecta y profesora británica Carolyn Steel, autora precisamente del libro Sitopía. Cómo pueden salvar el mundo los alimentos.

Como explica Parra, “Sitopía en realidad viene de unir dos palabras que proceden del griego, como son sitos (alimento) y topos (lugar). A mí me sorprendió, porque el subtítulo del libro dice que los alimentos pueden salvar el mundo. Pensé que era una afirmación exagerada. Pero cuando me puse a a leer, me di cuenta de que es cierto. Porque la alimentación está en el centro de todo, de la vida misma. Se alimenta igual una célula que un gran mamífero, que los humanos o que una planta. Por tanto, según cómo gestionamos nuestra manera de producir alimentos, así será nuestra sociedad, nuestras ciudades y nuestro pensamiento”

Así lo asegura la directora de una feria que comenzó hace cuatro décadas gracias al impulso, según sus propias palabras, de “cuatro hippies locos” y que hoy día es una cita de referencia en un país sin el que no se entiende la pujanza del sector bio en todo el mundo. Y cuya próxima parada será en el recinto madrileño de Ifema, del 21 al 24 de noviembre.

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