La sequía y la deforestación amenazan el bosque más grande del mundo

La sequía y la deforestación amenazan el bosque más grande del mundo

La Amazonía se enfrenta a una sequía sin precedentes que está secando sus ríos, desencadenando incendios forestales y amenazando la biodiversidad. Los efectos del cambio climático y la deforestación han creado una crisis humanitaria y medioambiental en el considerado 'pulmón' del mundo.

La Amazonía sufre una sequía extrema que ha reducido el caudal de sus principales ríos, causando problemas graves en el territorio. Algunos expertos temen que se produzca un desequilibrio que podría llevar a la mayor selva tropical del mundo -o al menos a algunas zonas de ella- a un punto de inflexión del que los ríos y la biodiversidad ya no sean capaces de recuperarse.

Mientras los principales ríos se secan a un ritmo sin precedentes, se multiplican los incendios forestales y aumentan las temperaturas del agua por encima de lo normal. La sequía es más grave en la Amazonia Occidental, que comprende los estados de Acre, Rondônia, Roraima y Amazonas.

“La sequía en la Amazonía ha llegado a niveles históricos. Se ha perjudicado el transporte de personas y de cargas porque los ríos en esta zona son como las carreteras. Cuando se secan los ríos es difícil movilizarse. De esta forma, hay comunidades que han quedado sin acceso a las ciudades”, explica Rômulo Batista, referente de la campaña Amazonia de Greenpeace.

Para WWF, la combinación del cambio climático y la deforestación desenfrenada contribuye a empeorar y prolongar la sequía. Esto repercute no solo en la vida de la población local, sino que también afecta a la economía y a la seguridad hídrica de otras regiones, ya que todo lo que ocurre en la Amazonia afecta a otros biomas. La analista de Conservación en WWF-Brasil, Mariana Paschoalini, explica que “la remoción de bosques reduce el proceso de fotosíntesis y renovación de ciclos y evapotranspiración, fundamental para mantener la humedad en la Amazonía y transportar esta humedad a otras regiones, favoreciendo la formación de lluvias y corrientes en otras regiones del país y del mundo. La tala de bosques también reduce la absorción de agua en el suelo, propiciando el lavado de nutrientes y la sedimentación de los cuerpos de agua”.


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Durante casi 40 años, Thelma Krug fue la investigadora principal del Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE). Es doctora en Estadística Espacial y fue vicepresidenta del IPCC durante el Sexto Ciclo de Evaluación (2015-2023). La investigadora explica que, si bien la sequía está relacionada con el fenómeno de El Niño, la ciencia ya ha indicado que con el cambio climático los fenómenos meteorológicos y climáticos extremos serán más intensos y frecuentes. “En este momento, la región amazónica sufre de falta de saneamiento y agua potable. La crítica sequía está exacerbando los problemas ya existentes y podría poner en peligro los medios de subsistencia de las comunidades locales y los pueblos indígenas, principalmente por la escasez de agua para la agricultura y la pesca”, dice Krug.

Alrededor de 500.000 personas se ven afectadas por esta situación en la región. El peor escenario se vive en el estado de Amazonas, donde 55 de los 62 municipios han declarado el estado de emergencia. Hay ciudades enteras a las que solo se puede acceder a través de los ríos, corriendo el riesgo de quedar aisladas. En varias localidades, los cauces ya son intransitables, lo que imposibilita el transporte de alimentos y medicinas, dificultando también el suministro de agua.

“La intensidad de la sequía crea condiciones para la expansión de los incendios forestales. Estos incendios son casi en su totalidad de origen humano. Otro impacto importante es el aumento de la temperatura de los lagos y ríos. Por ejemplo, en el lago Mamirauá, la combinación de la sequía y la ola de calor han elevado la temperatura del agua, alcanzando un récord absoluto, lo que ha provocado la muerte de un gran número de peces, incluidos delfines”, describe Carlos Nobre, científico brasileño dedicado al impacto climático-ecológico de la deforestación amazónica y el calentamiento global.

Nobre hace referencia a otra consecuencia importante de la sequía que es la muerte de más de cien delfines rosados y delfines tucuxi en el lago Tefé, en la región del río Solimões medio, en el estado de Amazonas, donde las aguas alcanzaron los 40 grados, diez por encima de la media registrada históricamente. Para evitar más muertes, se está aislando la zona con una barrera física llamada ‘pari’, hecha con estacas de madera y basada en los conocimientos tradicionales ribereños. Posteriormente, las especies serán trasladadas a zonas más profundas y menos calurosas.

Unas 500.000 personas se ven afectadas por esta crisis en la Amazonia, que tiene un impacto ambiental local y global, según los expertos.

Las organizaciones intentan reducir los impactos

Entre el 4 y 8 de octubre, Greenpeace Brasil realizó la iniciativa Alas de Emergencia 2023 con la intención de llevar ayuda humanitaria a las poblaciones más afectadas por la sequía y ofrecer apoyo logístico a las organizaciones que vienen trabajando con la fauna local. Estuvieron en el municipio de Tefé, en el estado de Amazonas, el más afectado por la sequía. Se transportaron tres toneladas de alimentos a las comunidades ribereñas e indígenas del municipio.

Los referentes cuentan que, por la sequía, ya no es posible acercar a la orilla a los grandes barcos que abastecen al municipio. El río Tefé se ha dividido en canales, intercalados con grandes bancos de arena. Ahora hay una inmensa playa llena de barcos y casas flotantes.

«En este momento de emergencia, Greenpeace ha movilizado sus equipos y aviones para llevar ayuda a las comunidades afectadas por este fenómeno meteorológico extremo que está castigando a la región. Llevamos alimentos y productos de primera necesidad a las comunidades indígenas y ribereñas», explica Rômulo Batista.

Por otro lado, WWF-Brasil ha estado trabajando en colaboración con el Instituto Mamirauá para el Desarrollo Sostenible, que lidera el rescate de delfines en el lago Tefé, proporcionando combustible, equipos de protección individual (EPI), suministros veterinarios y apoyo logístico para el desplazamiento de voluntarios. Krug expresa que la política pública merece ser reforzada y admite que así está sucediendo con el nuevo Gobierno.

“El PPCDAm (Plan de Prevención y Control de la Deforestación en la Amazonia Legal) es un instrumento de gestión extremadamente importante, que se inició en 2004, cuando la deforestación alcanzó su punto máximo, y que fue responsable de la gran reducción (80%) de la deforestación entre 2004 y 2012. Bajo el Gobierno anterior, el PPCDAm fue discontinuado en su cuarta fase, pero ha sido reactivado de nuevo, basándose en sus cuatro ejes fundamentales: actividades productivas sostenibles; monitoreo y control ambiental; planificación territorial y de la tierra, e instrumentos normativos y económicos destinados a reducir la deforestación. Además de las iniciativas federales, los estados amazónicos también tienen sus propias políticas públicas dirigidas a reducir la deforestación en sus Estados”, explica.

Al pensar en las políticas públicas Nobre comenta que “es necesario crear políticas amplias para aumentar la resiliencia de todas las poblaciones amazónicas, especialmente los pueblos de la selva, frente a los extremos climáticos, cada vez más frecuentes”.

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